Ring ring...alargo a oscuras la mano intentando apagar el maldito ring ring del despertador mientras poco a poco abro un ojo asumiendo tristemente que no estoy sobre una toalla junto a la orilla del mar, ni sobre una hamaca junto a la piscina, ni siquiera es una siesta. Es justo el primer día después de unas siempre demasiado cortas vacaciones y me sale un rugido inesperado de desesperación desde lo más profundo de mi garganta. Un arrrrrg mientras estiro los músculos.
Me siento en el borde de la cama con los pies juntos, descalzos sobre el frío mármol. Con la cabeza gacha y maldiciendo en arameo no estar sentado en el borde de una piscina con los pies dentro del agua, en esa misma posición... 'dita sea.
Me siento en el borde de la cama con los pies juntos, descalzos sobre el frío mármol. Con la cabeza gacha y maldiciendo en arameo no estar sentado en el borde de una piscina con los pies dentro del agua, en esa misma posición... 'dita sea.
Intento ordenar la cabeza buscando algo bueno que me haya ocurrido últimamente. Rápido Salva. Piensa algo agradable, algo que te levante el ánimo, ¡vamos!... el fútbol... los resultados de ayer... o no... perdimos de goleada con el equipo tal y tal... Riazor también se me cruza por la cabeza mientras digo en voz alta: ¡Joder! Entonces oigo una dulce voz justo detrás mía que me pregunta ¿qué cari? al mismo tiempo que se despereza. Y desde ese momento no hay sol, ni piscina, ni mar que se atraganten en mi mañana, ni hay vacaciones por atrás, sino por delante. Me vuelvo y le doy un beso a una sonrisa preñada de vida, de alegría, la misma boca que posee el secreto de endulzarme la vida. ¡Muac!
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