Esta mañana todavía bastante adormecido he consultado mis apuestas de lotería a ver si me había tocado algo en el sorteo del Euromillón de anoche. Nada de nada, cero patatero, como siempre. Sin embargo me he enterado que ha tocado un premio de algo más de 9 millones de euros, que ya quisiera yo para mí, aquí en Fuengirola.
Durante unos cuantos minutos he estado pensando qué haría yo con tanto dinero. Lo primero dejar de trabajar, después que si una casa nueva, cambiar de coche, viajar, leer, escuchar música, quizás aprender a tocar la guitarra, practicar algún deporte.. en fin, un montón de cosas, porque con el dinero compraría sobre todo tiempo. Tiempo para vivir la vida haciendo uno lo que le apetece, vamos.
Después de estamparle 200 besos a mi niña, desayuné dos huevos fritos con mucho ajo, como a mí me gusta, agarré las llaves del coche y me fui a echar la quiniela -la ilusión es lo último que se pierde-, llevar unas fotos a revelar y a cortarme el pelo.
De camino a la tienda de fotos, una suave lluvia escurría la suciedad acumulada del coche. Me vino bien la lluvia, no tendría que ir más tarde a lavar el coche, y justo, una vez limpio, dejó de llover. Bajé la ventana para que me llegara el aire limpio, con ese intenso olor a tierra mojada de días lluviosos y poder apoyar mi brazo en la ventanilla. Parado en un semáforo busqué en el mp3 la maravillosa canción Take five de Dave Brubeck Quartet, decidí hacer el camino más largo, dando un rodeo junto al mar, quería mezclar el olor a tierra mojada junto con el del salitre del mar pero también se unieron, sin buscarlo, el profundo olor a café de las cafeterías y el olor a churros. LLegué a la tienda de fotos, paré el coche en doble fila, pero no bajé hasta que terminó la canción. Salí del coche feliz de vivir el tiempo que le robo al día.
Durante unos cuantos minutos he estado pensando qué haría yo con tanto dinero. Lo primero dejar de trabajar, después que si una casa nueva, cambiar de coche, viajar, leer, escuchar música, quizás aprender a tocar la guitarra, practicar algún deporte.. en fin, un montón de cosas, porque con el dinero compraría sobre todo tiempo. Tiempo para vivir la vida haciendo uno lo que le apetece, vamos.
Después de estamparle 200 besos a mi niña, desayuné dos huevos fritos con mucho ajo, como a mí me gusta, agarré las llaves del coche y me fui a echar la quiniela -la ilusión es lo último que se pierde-, llevar unas fotos a revelar y a cortarme el pelo.
De camino a la tienda de fotos, una suave lluvia escurría la suciedad acumulada del coche. Me vino bien la lluvia, no tendría que ir más tarde a lavar el coche, y justo, una vez limpio, dejó de llover. Bajé la ventana para que me llegara el aire limpio, con ese intenso olor a tierra mojada de días lluviosos y poder apoyar mi brazo en la ventanilla. Parado en un semáforo busqué en el mp3 la maravillosa canción Take five de Dave Brubeck Quartet, decidí hacer el camino más largo, dando un rodeo junto al mar, quería mezclar el olor a tierra mojada junto con el del salitre del mar pero también se unieron, sin buscarlo, el profundo olor a café de las cafeterías y el olor a churros. LLegué a la tienda de fotos, paré el coche en doble fila, pero no bajé hasta que terminó la canción. Salí del coche feliz de vivir el tiempo que le robo al día.