sábado, 15 de marzo de 2008

Roma - Parte septima

Salimos de la Trattoria con renovados ánimos para caminar durante la tarde. Lo primero que visitamos, casi de casualidad, fue la Piazza del Parlamento y su majestuoso edificio, aunque nuestro primer destino de la tarde era la Iglesia de San Luis de los Franceses, muy cerca de la Piazza Navona. Destacan en su dorado interior tres obras de Caravaggio sobre el evangelista San Mateo.

Nuestra siguiente visita programada era la Catedral de Roma, pero antes nos fotografiamos ante la famosa estatua del Pasquino, que resultó ser más una curiosidad que otra cosa.

San Giovanni Laterano o también conocida como San Juan de Letrán está un poco alejada del centro, pero bien comunicada. Llegamos en autobús hasta la parte posterior de la Archibasílica, la rodeamos hasta su maravillosa fachada, que la coronan distintas estatuas, siendo la del centro la de Cristo. Visitamos bajo pago de entrada en el cuidado claustro. Disfrutamos de un bonito paseo dentro de él. Nos fuimos boquiabiertos de allí y pudimos admirar el obelisco más alto del mundo, o eso dicen. También cerca de esta basílica está el edificio que alberga la Escalera Santa, una escalera cuyos escalones, traídos de Tierra Santa, son según la tradición los mismos que subió Cristo en el palacio de Pilato. No se permite subirlos de pie. Los devotos los suben de rodillas. Nosotros, claro está, no la subimos.

Tomamos el metro en dirección a la Piazza Barberini, para poder ver la Fontana del Tritone y seguidamente pasear por Via del Tritone, donde paramos a tomar un chocolate con pasteles, hacia Via del Corso. Paseamos dejándonos llevar por el momento, curioseando en librerías, tiendas de ropa o música disfrutando de la musicalidad del acento italiano y observando cuán parecidos somos los españoles con ellos.

Una vez en el hotel nos duchamos y nos pusimos guapos para ir seguidamente a cenar a una pizzería trattoria con horno de leña, a la que habíamos echado el ojo la noche anterior, que estaba cerca del hotel, en el Trastevere, donde tampoco comimos nada mal. De entrada pan de ajo, luego Pepi se pidió spaguetti frutti di mare y yo unos spaguetti carbonara muy sabrosos, y encima unos postres para terminar de rematar el irrepetible día.

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