jueves, 28 de diciembre de 2017

La Navidad en la Calle Larios

La Navidad asoma este año antes de que lleguemos a sentir frío en las manos. Casi no apetece la ropa de abrigo aún, y no se llega a hacer uno a la idea de que ya están los turrones y los polvorones en las entanterías de los supermercados. 

La ciudad ha empezado a iluminarse con adornos navideños e incluso en la plaza han instalado un espectáculo musical con una inmensa bola de árbol de navidad en la que puede entrar la gente y desde allí vivir la experiencia navideña de primera mano. Los niños se agolpan en la entrada impacientemente para sentirse en el mismo centro de la Navidad.

En Málaga la navidad gira alrededor del espectáculo instalado en la Calle Marqués de Larios, y en nuestra casa no existe la Navidad sin el paseo por la calle Larios. Es posible que sea una de las cosas que más disfruto de la Navidad. La calle Larios es de las calles más bellas y elegantes que he visto, y adornada de navidad, aunque sea algo ostentosamente, lo es aún más.

Nos acercamos a Málaga un día entresemana para evitar así la masificación que se hacina los fines de semana. Tuvimos fortuna, pues no había mucha aglomeración esa noche. Paseamos la calle completa, desde la entrada hasta la plaza de la Constitución para desde allí ver el espectáculo de luces y música. Diría que casi prefiero visitarla sin este juego de luces que realizan un par de veces al día, pero a los niños les encanta. Y una vez terminado el espectáculo, casi instantaneamente el apetito llama poderosamente en nuestros estómagos, así que fuimos a picar algo para la cena.

Volviendo por la autovía, con la música puesta y los niños durmiendo, va uno pensando en las personas que ya no están, familiares y amigos, que tanto celebraban la Navidad y su recuerdo entristece un poco la noche, pero justo miro por el retrovisor y veo a mis dos renacuajos dormidos, contentos de haber vivido este día, y un poco comprendes que a todos nos tocará picar billete, a unos antes y a otros después, pero que mientras estemos en este teatro, hay que intentar disfrutar de la función. That's life!

viernes, 22 de diciembre de 2017

The Last Jedi

Llevábamos en casa mucho tiempo con la fecha del estreno de la nueva entrega de Star Wars, The last Jedi, apuntada en nuestras cabezas. El estreno fue el viernes 15 de diciembre pero tuvimos que esperar hasta el domingo para poder ir a verla. Es lo que tiene llevar una agenda con tantas anotaciones. Fuimos hasta el Centro Comercial Plaza Mayor en sesión matinal para poder verlo en la sala UltraHD con calidad 4K, que se supone que es el último grito en novedades en cuanto a salas de sonido, y lo cierto es que la sala era inmensa y el sonido fabuloso. No noté ninguna mejoría visual con las anteriores películas que había visto en salas de cine.

No voy a contar nada de la película porque no quiero hacer spoiler (palabra tan de moda últimamente), pero os recomiendo que si sois seguidores de Star Wars no os la perdáis. No va a dejar a nadie indiferente. A nosotros cuatro nos gustó mucho, y bueno ya estamos deseando que la editen en vídeo para poderla disfrutar en casa.


domingo, 12 de noviembre de 2017

La selección en La Rosaleda

Vino la Selección Española de Fútbol a jugar un partido amistoso a la Rosaleda y Miguelito se moría de ganas por ir a ver el partido. Sofía también quería, porque a ella, como a la madre, le gusta más un follón que a nadie. Así que hicimos un esfuerzo y con mucha suerte y aprovechando que los abonados del Málaga teníamos preferencia a la hora de adquirir entradas, lo conseguirmos. Incluso pudimos conseguir para unos amigos.

La Rosaleda abarrotada, la noche estrellada, el cartel de "no hay billetes" colgado en las taquillas. España - Costa Rica, el mundial a la vuelta de la primavera, muchas posiciones del once sin decidir por el seleccionador aún, muchos jugadores pendientes a la llamada de la convocatoria. Banderas españolas, camisetas rojas, bufandas y trompetas. Los niños se lo querían colocar todo. Muchas ganas de fiesta.

El partido fue una exhibición de juego de principio a fin. Un juego preciosista, con una circulación de balón a un ritmo alto, una gran cantidad de ocasiones de gol, un sinfín de desmarques, y con una pizca de acierto y suerte todo fue rodado. Jordi Alba abrió el marcador en el minuto 5 y Morata marcó el segundo en el 22. En la segunda parte, después del bocadillo, anotaron Silva en dos ocasiones e Iniesta para terminar de redondear un resultado estupendo, una manita (5-0). Todo fue júbilo y celebración. Los niños terminaron contentos de vivir una experiencia nueva para ellos. Debutaron Kepa y Luis Alberto.

domingo, 22 de octubre de 2017

Let's play two!

El martes 10 de octubre se estrenó en España y en media Europa la película Let's play two, de Pearl Jam y yo no podía faltar a la cita. Mi cuñado Francisco, que también es fiel aficionado a la música rock,  me acompañó a la presentación en la única sala de la provincia en la que la proyectaban. Tuvimos que ir hasta Marbella, al Centro Comercial de La Cañada, para encontrar una sala de Cinesa, que era la distribuidora en España. Allí quedamos con un par de amigos.

Realmente no es una película, es más bien un documental que trata sobre la relación de Eddie Vedder, cantante de la banda de Seattle, y el equipo de béisbol de sus amores, los Chicago Cubs. Y sobre los dos conciertos que la banda de Seatle ofreció en Wrigley Field, el estadio de los Chicago Cubs, tras su triunfo al alzarse con las series mundiales, algo que no ocurría desde primeros del siglo pasado. Ha llovido.

Ver un documental musical de tu banda de rock favorita en una sala de cine es una experiencia que la recomiendo siempre. A veces tienes la impresión de estar en la grada disfrutando del concierto y si además, como ocurrió en nuestro caso, el sonido es magnifico, entonces, mejor que mejor. Lo disfruté enormemente. Una lástima que no estrenen más documentales musicales cerca de casa.


domingo, 15 de octubre de 2017

Rosalía Y Raül Refree en Córdoba

Llegamos a Córdoba con el cielo completamente despejado. Esa noche teníamos concierto de Rosalía & Raül Refree en el patio de las columnas del Palacio de Viana. ¡Casi ná! Flamenco hecho desde las raíces: una guitarra y una voz. No hace falta más. Partiendo desde ahí puedes llegar donde quieras.

Salimos pronto del hotel directos al centro de Córdoba, para ir con tiempo más que suficiente. No me gusta andar con prisas. Pasamos por la misma puerta del Palacio donde rezaba un letrero indicando que las entradas estaban agotadas. Desde el otro lado del muro que separa el patio de la calle pudimos escuchar la prueba de sonido. Cada pocos minutos comprobaba que en mi bolsillo, cual tesoro, seguían las entradas.

Faltaba mucho para el concierto. Decidimos ir a picar algo antes del concierto. Se nos ocurrió ir a Bodegas Campos. Un restaurante con tablao flamenco nos pareció apropiado. Un par de cervezas y regresamos cruzando por la Plaza del Potro hacia el Palacio de Viana. Cuando llegamos ya había bastante gente. Cogimos una buena butaca en el centro del patio, ideal para atrapar la acústica. Era un concierto que llevaba tiempo esperando.

Comenzó. Rosalía vestía de rojo y Raül de negro. Dos sillas y dos micrófonos. Comenzó a sonar una grabación, una niña, la misma que comienza el disco en Si tú supieras compañero. En la segunda canción que interpretaron ya me acuchillaron de muerte. Aunque es de noche no está en el disco, pero es uno de los temas que más tocan en directo, un regalo que nos dejó en forma de poema San Juan de la Cruz y que Morante puso música. Rosalía la interpreta mejor que nadie. Ahí se me escapó la primera lagrimilla. Luego vinieron el resto del disco, La hija de Juan Simón y Por castigarme tan fuerte derrumban a cualquiera que tenga corazón. Disfruté enormemente del concierto aunque eché en falta dolorosamente algún tema. Me hubiera encantado escuchar I see a darkness, pero no pudo ser.

Al finalizar el concierto tuve la suerte de poder saludar a Raül y a Rosalía, y cruzar algunas palabras con ambos. Además, Rosalía, muy agradable me firmó el setlist y el cd. Desde ese día miro por si vienen a tocar cerca de Málaga, porque allí estaré.


domingo, 8 de octubre de 2017

El regalo tardío

Abro el buzón con desgana esperando encontrar los cansinos recibos de bancos o los inútiles folletos de publicidad  de siempre y de repente lo que encuentro es un paquete envuelto artesanalmente. Llevo tiempo esperándolo, pero aún así es una agradable sorpresa.

No lo abro, espero a llegar a casa. Tengo una especie de ritual para abrir paquetes. No me gusta la curiosidad voraz de los que necesitan abrirlos en el mismo ascensor. No, me encanta recibir paquetería. No hay que precipitarse, abrirlos es un momento de disfrute, y cuanta más historia venga con él, mejor. Éste paquete tiene un buen recorrido. Me explico:

Un buen día Mark Lanegan, exlíder de Screaming Trees da un concierto en Colonia, el mismo día de mi cumpleaños, pero me será imposible ir, sin embargo, un amigo al que todavía no he conocido personalmente, pero con el que coincido en un grupo de música en whatsapp, va a asistir al concierto. Se ofrece a comprarnos algo del merchandising si así lo deseamos y resulta que Lanegan vende en cd sus conciertos. Él mismo graba, publica y vende una selección de sus conciertos en sus propios conciertos. Ya tengo uno, y firmado además, y es maravilloso. Es un caramelo demasiado dulce para desaprovechar.
Le digo que si no es mucho problema a mí me interesarían un par de ellos. Autoregalo de cumpleaños. Sin problema, me dice. Al final no fuimos pocos los que le encargamos bastantes cds y algunos vinilos. Un atraco al merchandising del concierto. Compró sin fallo todo lo que le dijimos y nosotros le pagamos via transferencia bancaria. Un lujo.

Nos comentó que como el final del verano iba a venir a España, y que allí iba a coincidir con algunos de nosotros, que mejor lo entregaba desde allí y así ahorrábamos en envíos. Gran idea. Pasaron unos meses y finalmente fue a San Sebastian, y coincidió con unos amigos comunes que viven allí. Desde allí, con mucho cariño y buena letra me enviaron mi paquete con un caramelo de té y otro de café incluidos.

Las luces están apagadas mientras escribo este texto, tengo los auriculares puestos y a Lanegan sonando a buen volumen ahora mismo. Los cds son dos conciertos: uno en Glasgow 2016 y otro en Madrid 2012. La vida está preñada de casualidades maravillosas, no hace falta que lo recuerde.


viernes, 6 de octubre de 2017

Día 9. Cervatos - Frómista - Villalcázar de Sirga - Madrid

Para este día nuestra primera visita programada era ir a un bosque de secuoyas cerca de Cabezón de la Sal y seguidamente visitar uno de esos pueblos cántabros con encanto, Bárcena Mayor, y después parar en Poblado Cervatos, pero el tiempo daba lluvias, y no nos parecía una buena idea meternos en carretera de montaña cuando las predicciones meteorológicas daban agua, además eran visitas de exteriores y no creímos que fuera lo idóneo, de manera que cambiamos de ruta y nos dirigimos directamente hacia Poblado Cervatos donde se encuentra la Colegiata de San Pedro. De esa manera recortábamos una hora de carretera y dejábamos de lado un buen puñado de curvas.

Aparcamos en la misma puerta de la Colegiata, en una pequeña explanada de empedrado. No había nadie aparte de nosotros en los alrededores, ni que anduviera por allí, pero una mujer muy amable guardaba pacientemente la puerta de la Colegiata. Lo primero que llama la atención es lo accesible que está. No hay que desviarse casi de la autovía en cinco minutos te plantas allí.

La Colegiata de San Pedro es pequeña, muy pequeña, pero tiene un encanto especial. Ofreció sus primeros pasos como monasterio s.XII y después se convirtió en Colegiata. Respira románico por los cuatro costados. No tiene mucho de nada, pero tiene de todo: pequeñas y estrechas ventanas románicas de arco, una torre de planta cuadrada con su campanario, un ábside semicircular lateral, la cubierta a dos aguas, una portada con arcos concéntricos, un reducido coro, frisos de motivos vegetales, esculturas e incluso tumbas bajo las losas de piedra del piso han sido encontradas recientemente, porque por tener -según parece- también tenía un pozo. Pero de todo, por lo que es más conocida, es por sus canecillos de temática erótica. Hay muchos y en muy buen estado. La visita fue corta, pero interesante. Al salir nos cayeron unas gotas.

La siguiente parada estaba a apenas una hora en carretera, ya en Palencia, dejando Cantabria y entrando en Castilla y León, y no era nuestra primera visita a San Martín de Frómista, pero la vez anterior no pudimos visitar su interior porque no nos cuadró el horario. Nuestra intención en este segundo intento era conseguirlo, y lo hicimos. De San Martín de Frómista no voy a hablar mucho, pues ya lo hice en la visita anterior, pero solamente quisiera comentar que su interior no desmerece de ninguna manera su extraordinaria presencia exterior. Una visita muy recomendada.

Ahora llovía más y como era pronto aún para almorzar entramos en la Venta Boffard, a la que ya le habíamos echado el ojo la vez anterior y picamos un poco de queso con unos refrescos. ¡Nos encanta el queso! Fue un agradable descanso.

La siguiente parada estaba un poco hacia atrás, no mucho, pero era necesario, porque todos estábamos locos por volver al Mesón los Templarios en Villalcázar de Sirga. Por eso hicimos reserva de mesa un par de meses antes y si todo iba bien ese día tomaríamos lechazo al horno y morcilla palentina. Y así hicimos. Una buena pitanza nos regalamos. Es siempre un placer comer lechazo, y si lo haces en un sitio donde conocen todos los secretos de cocinarlo, no hay más que hablar. No habíamos salido del restaurante y ya estaba uno deseando volver.

Ya se acabaron las visitas. Por delante tres horas de carretera hasta Madrid. Aparcar el coche en el parking del hotel, y descansar, pero dio la casualidad que esa misma noche el Real Madrid jugaba en casa contra el Valencia, en el Bernabéu. Nuestro hotel estaba a pocos pasos del Bernabéu. Era partido grande y Miguelito estaba como loco por ver el partido.

Habíamos sufrido muchas caravanas de acceso a Madrid, el tráfico era exagerado y nos retrasó, pero llegamos a tiempo de soltar las maletas en la habitación y Miguelito y yo nos acercamos al estadio a ver si teníamos suerte y podíamos encontrar entradas. Encontramos un par de entradas de las buenas, un buen dinero nos costaron, aunque eso sí, estábamos bien cerca del césped. Más tarde nos dijo nuestro primo Dani y tito Chiqui que nos habían visto en la tele. Miguel tenía la cara iluminada, estaba emocionado. Casi no se lo creía. Fue un partido estupendo, con goles, ocasiones, buen juego y mejor ambiente (2-2).

Regresamos paseando al hotel. ¡Qué contento iba! Pepi y Sofía habían salido a comer por los alrededores del hotel, pero cuando regresamos a la habitación estaban esperándonos. Miguelito se durmió casi en un suspiro. Bueno, en realidad todos lo hicimos, estábamos exhaustos. Vaya día más intenso para todos.

El viaje acabó el día siguiente. La mañana despertó con lluvia abundante, daban tormenta en Madrid y un temporal se acercaba a Andalucía. Dudamos incluso aplazar nuestro regreso, pero al día siguiente el tiempo no mejoraba. Así que después de desayunar nos metimos en el coche y nos tragamos unos cientos de kilómetros lloviendo hasta regresar a casa. Paramos lo justo para almorzar, tomar un café y aliviar las vejigas. Se hizo larga la vuelta, la verdad, el cansancio se va a cumulando, pero lo cierto es que todos estábamos deseando llegar a casa. Afortunadamente todo fue bien y esa noche descansamos en casa, con un montón de vivencias que serán en el futuro recuerdos de nuestras vidas.





domingo, 1 de octubre de 2017

Día 8. Santander - Santillana del Mar

Para este día habíamos previsto visitar Santander. La idea era irnos pronto del hotel para aprovechar el día en Santander. Así que nos fuimos de Santillana del Mar sin desayunar, directos a la capital de Cantabria. La idea era realizar la media hora en coche que separa Santillana del Mar de Santander y desayunar ya en la ciudad.  Encontramos aparcamiento en el paseo de Pereda, a la altura de la Plaza Pombo y en un cafetería croisantería que hacía esquina desayunamos estupendamente.

El primer propósito era acercarnos a la península de la Magdalena y visitar el Palacio de la Magdalena, hoy día sede de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Tuvimos suerte y aparcamos en la zona de parking que hay frente a la Playa del Camello. No había mucha gente aún en la playa porque era temprano, pero sí había mucha gente jugando a las paletas. A los niños les sorprendió mucho ver a tanta gente jugando a las paletas a la vez.

Hicimos unos pocos minutos de colas para acceder a la visita guiada al Palacio de la Magdalena. La visita fue interesante y bastante completa, pero yo me quedo con las fachadas y el exterior del palacio, bueno, y con el vestíbulo principal y su gran escalera. La fachada del edificio es una heterogénea mezcla de estilo inglés y estilo francés. El conjunto me resultó muy llamativo y atractivo. La ubicación y lo perfectamente cuidado que está todo el entorno hacen que sea una visita muy agradable.

Rodeamos la península al completo dando un paseo agradable, y después de la visita incluso paramos en una amplia zona de parque de juegos donde los niños se lo pasaron en grande. Mientras nosotros tomamos un café en la terraza de un bar que hay en el mismo parque. Regresamos al coche y recorrimos todo el paseo de la playa del Sardinero e incluso aparcamos de nuevo para poder acercarnos a la playa. La playa del Sardinero tiene fama en el mundo entero.

Fuimos al centro de nuevo en coche y aparcamos en el parking de la Plaza Pombo de nuevo. La idea ahora era patear la ciudad, y eso hicimos. Miguel se ve que no entendió bien el mensaje y en una de sus célebres tonterías, al salar para tocar la rama de un árbol cayó de cabeza a un jardín a una altura de más de un metro. No lo vio y al intentar hacer pie se encontró el vacío. Vaya susto nos llevamos todos. Él se levantó de un salto diciendo que no le había pasado nada, pero tuvimos que echarle un vistazo por todos lados. Menos mal que cayó sobre zona ajardinada y el césped amortigüó la caída. Además se dio en la cabeza. Un susto y un golpe de suerte en un mismo salto. Aún así buscamos una farmacia cercana para echarle una crema en los rasguños que se hizo. Afortunadamente todo quedó en un susto.

Llegamos hasta la elegante Plaza Porticada y continuamos hasta la plaza del Ayuntamiento. Ya era la hora de almorzar, y nos habían recomendado un sitio para  picar. Buscamos por el google maps y en un paseo de 15 minutos nos plantamos allí. Otra cosa no, pero restaurantes en el centro de Santander hay a patadas. Todo lo que comimos estuvo estupendo, pero quisimos picar un poco e ir a otro sitio, para cambiar, y continuar picando. Yo tenía ganas de probar unas peregrinas en un local que había visto antes. Allí nos plantamos. Todo estupendo, y las peregrinas estupendas.

Después de almorzar, lo apropiado es tomar un postre y estando en agosto, nada como un helado. Buscamos por recomendación una heladería Regma, encontramos una que hay en el mismo Paseo de Pereda, muy cerca de la sede central del Banco Santander, que es un edificio extraordinario. Las vistas fabulosas.

Nos sentamos en un banco a disfrutar de los helados y empezaron a caer unas gotas de lluvia. Paradojas del norte. Poca cosa, pero decidimos encaminarnos hacia el coche y abandonar Santander y regresar a Santillana del Mar, pues aún teníamos alguna visita que hacer en la localidad que ni es Santa ni es llana ni tiene mar, como su ilustre nombre engaña.

Una vez de vuelta en Santillana del Mar la idea era realizar la visita de la Colegiata de Santa Juliana. Y eso hicimos. La visita era con audioguía, y lo cierto es que estaba muy bien explicada y de manera muy amena. La colegiata es tan bella en el exterior como en el interior. El claustro y sus capiteles son maravillosos, pero es el conjunto lo que enamora, los distintos elementos arquitectónicos que integra la hacen especialmente bella. Las ábsides semicirculares, la torre cilíndrica, el frontón triangular sobre la portada, el color de la piedra, todo de una belleza majestuosa y humilde, casi pobre. Una de las edificaciones románicas más bellas que he visitado. Una visita recomendadísima.

Nada más salir paramos a tomamos un vaso de leche fresca con unos sobaos pasiegos en la Casa de los Quevedo y Cossío, donde está el Obrador Casa Quevedo. Para chuparse los dedos. Paseamos toda la localidad de arriba a abajo y de cabo a rabo. La torre de Don Borja, la Plaza Mayor, el Ayuntamiento, la Torre de los Velarde, las distintas posadas, hospedajes y el parador, las sidrería, los artesanos y los restaurantes, todo, absolutamente todo, muy bien cuidado y decorado.

Aún no había comenzado a caer la noche, y aunque no teníamos mucho apetito decidimos picar poca cosa antes de regresar a la habitación del hotel para descansar el estupendo día que habíamos vivido. En el patio interior de la sidrería Casa Miguel, bajo un frondoso árbol nos sentamos a una mesa, y cuando ya terminábamos de cenar comenzaron a caer otras gotas sueltas. Parece que el tiempo nos metía prisa para irnos de los sitios. Y eso hicimos. Nos vendría bien descansar.

martes, 26 de septiembre de 2017

Día 7. Altamira - Cabárceno - Santillana del Mar

Una de las visitas que más ilusión me hacía de realizar en este viaje era la que nos esperaba ese día: la Cueva de Altamira. Habíamos leído que en verano, y especialmente en agosto, se creaban largas colas para acceder a la cueva, por lo que decidimos ir bien temprano. Desayunamos en el bar-cafetería que hay justo debajo del hotel, y sin demorarnos fuimos directos hacia la cueva.

Una de las razones por la que elegimos nuestro hotel en Santillana del Mar en parte fue por su cercanía a la Cueva de Altamira. En cinco minutos en coche nos plantamos en la entrada de la cueva. No habían abierto aún y ya había unas pocas personas haciendo cola en las taquillas. Accedimos a la exposición casi de los primeros. Apenas tuvimos que esperar.

Antes de acceder a la cueva disfrutamos de una exposición muy interesante sobre la historia alrededor de la Cueva de Altamira: ¿cómo la encontraron? ¿cómo era el entorno y estilo de vida en el paleolítico? ¿qué comián? ¿cómo se relacionaban? ¿practicaban la agricultura? Todas esas preguntas te las van contestando en paneles y vídeos explicativos antes de entrar a la Neocueva.

La Neocueva es una especie de copia de la cueva, respetando las dimensiones, de como era la cueva en el Paleolítico Superior, cuando aún estaba habitada antes del derrumbe que selló la entrada principal de la cueva, hace la friolera de 13.000 años. En la Neocueva realizas un recorrido por el interior acompañado de un guía que va poco a poco explicando distintos aspectos de la vida en el Paleolítico, y especialmente ayuda a identificar las pinturas al llegar a la Gran Sala de Policromos, también conocida como la Capilla Sixtina del arte rupestre. Bisontes, caballos, ciervos pintados sobre la piedra, y no pintados de cualquier manera, sino en perspectiva, con volumen y contornos definidos, y todo esto hace miles de años, con la escasa iluminación de una antorcha de tuétano, con cuatro palos y materia prima natural, tierra, carbón vegetal, grasa, sangre... Un artista autodidacta del paleolítico. ¿El primer artista? Sólo puedo decir que ese hombre sabía lo que se hacía. Ya fuera para ritos de fertilidad, o bien preparación para la caza o por significado religioso, sea para lo que fuese que pintase, sólo puedo rendirme a su talento y darle las gracias. Pocas cosas nos diferencian más a los humanos con el resto de seres vivos que la expresión artística.

Abandonas la cueva como empequeñecido, comprendiendo que somos la evolución de miles de  años, el resultado de cientos de generaciones evolucionando desde unos pocos que fueron poblando la tierra, luchando por la vida día a día, hasta convertirnos en la plaga que hoy somos.

Después de visitar la tienda de la cueva y comprar algunos recuerdos -había algunos realmente atractivos-, nos dirigimos al Parque de la Naturaleza de Cabárceno. ¡Espectacular! Visita recomendadísima especialmente si vas con niños.

Cabárceno es una especie de zoo en semilibertad, algo parececido al Selwo que visitamos en 2015, pero aquí la visita se realiza en coche, o al menos gran parte en coche, casi como un safari. El parque de Cabérceno es enorme, te puedes pasar todo el día allí viendo animales y no verlo todo. Solamente recordando los primeros animales que se me vienen a la cabeza puerdo recordar que vimos elefantes (con cría divertidísima incluida), avestruces curiosos, jirafas, gorilas y chimpancés (alguno tomando biberón), cebras, búfalos, linces, panteras, tigres, leones y sobre todo osos. Había una gran cantidad de osos en el mismo recinto. Unos treinta más o menos, los contamos pero ahora no recuerdo bien. No paran, siempre en movimiento. Es impresionante.

Además el parque del Cabárceno cuenta con un teleférico que une las distintas partes del parque y te permite pasar sobre las parcelas donde están los animales y verlos desde más cercanía. A Pepi le daba un poco de vértigo y  cuando apretó el viento aún más, pero fue divertido. Los niños lo pasaron en grande. Otro atractivo más del parque es la naturaleza del parque, un entorno precioso, altas montañas, las vistas, vegetación abundante y todo muy bien presentado. En mitad del parque había una zona de restauración donde almorzamos dignamente.

Poco antes de que cerraran las puertas del parque salimos y regresamos a Santillana del Mar. Llegamos con buen tiempo para pasear aún de día. Lo primero que encontrarmos junto a nuestro hotel fue el Convento de San Ildefonso, donde viven religiosas Clarisas que se ocupan de una repostería allí mismo y compramos algunas pastas típicas. Holgazaneamos a paso lento por calles empedradas, admirando las fachadas con sus balcones de madera abarrotados de flores, incluso con probamos algo típico cántabro: un vaso de leche acompañado con un sobao pasiego. En una de las muchas tiendas de productos regionales nos trajimos algunos sobaos pasiegos para la familia.

Un gran ambiente abarrotaba las calles, aunque se puede decir perfectamente que Santillana del Mar es casi una calle y media, no más. Preciosa, eso sí, pero una calle y media. Alrededor de la calle principal, que va desde la entrada del pueblo hasta la Colegiata de Santa Juliana. Todo lo que existe está ya alrededor de esa calle.

Una vez regresado del viaje creo que fue un acierto ubicar nuestro alojamiento en Santillana del Mar. Es un lugar precioso, cargado de historia, muy bien comunicado y con un sinfín de restaurantes y calles preciosas para pasear hasta el final del día. Casi plenamente peatonal por lo que el paseo es doblemente agradable.

Al oscurecer en la tarde de agosto, con los pies cansados, lo que apetecía era dejarse llevar por el olor que nos llegaba desde los fogones de la cocinas invitándonos a ocupar mesa en alguno de los acogedores salones de comidas que abundan en el pueblo.  Al final nos decidimos por una terraza, pues la noche es lo a que invitaba. Cenamos estupendamente, todo sea dicho. El descanso de ese día lo merecíamos todos.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Día 6. Fuente Dé - Santo Toribio - San Vicente de la Barquera - Comillas - Santillana del Mar

Despertamos bien temprano ese día y bajamos al bar del hostal a desayunar unas tostadas y sin perder un minuto fuimos directos a Fuente Dé, que estaba a unos 20 minutos en coche desde Camaleño. Ésta era una de las razones por las que habíamos elegido el hostal de Camaleño. Cuando llegamos a Fuente Dé apenas había nadie, éramos casi los primeros en llegar. Habíamos leído de las enormes colas que se forman para subir en el teleférico y por eso llegamos pronto. Compramos nuestros tickets y sin esperar a nadie ascendimos en el teleférico.

¡Es una experiencia única! Ascender unas veinte personas colgadas de un cable de acero, comprobando metro a metro como vas separándote del piso e ir ascendiendo hacia lo alto de la montaña, mientras los coches pasan de tener tamaño real a parecer de juguete, no es un experiencia para corazones sensibles. Sofía, Pepi y yo estábamos algo temerosos por el trayecto en teleférico y deseábamos que terminara cuanto antes, en cambio, Miguel disfrutó del viaje casi como lo que más. ¡Inconsciente!

Una vez arriba, en tierra firme, las vistas son espectaculares. Diría que merece la pena, pero hay que reconocer que el viaje no era barato. Mires hacia donde mires sólo ves montañas. Montañas y más montañas hasta donde te alcance la vista. Monumental. Inmensidad. Te faltan palabras, en realidad te quedas sin ellas.

Había por allí algunas cabras montesas paseando entre los turistas, casi posando. Miguel quería fotografiarse con cada una que veía, Sofía prefería verlas desde la distancia. Tiramos mil fotos y comenzamos el descenso en teleférico. El descenso se hizo más llevadero y una vez abajo, de vuelta a la estabilidad terrestre, el mundo parece que dejó de tambalearse y todo a mi alrededor paró de temblar. Visitamos la tienda de regalos porque los niños querían llevarse un recuerdo de allí, y como ellos traían un dinero ahorrado, cualquiera les decía que no. Ahora había gente por todos lados y la cola era para tenerla en cuenta. Había gente que al sacar el ticket y les comunicaban que hasta dentro de dos horas no les tocaba subir. ¡Un disparate! Una cordillera de montañas que también tiene un teleférico que es una mina de oro.

Nos montamos en el coche para iniciar nuestro camino hacia el Monasterio de Santo Toribio de Liébana. Había mucha gente allí. El monasterio es parte del Camino de Santiago y había alguna misa y accedimos a la iglesia gótica con dificultad, porque apenas se cabía. Contemplamos la puerta del perdón pero no pudimos ver ni las obras del beato santo Toribio, ni el Lignum Crucis, que es el trozo más grande conocido de cruz donde murió Jesucristo. No estaba abierto a visitas hasta por la tarde. No entraba en nuestro planes quedarnos allí hasta entonces. Otra vez será. Nos esperaba una hora de carretera hasta nuestra siguiente parada en San Vicente de la Barquera, y por medio, de nuevo, el desfiladero de la Hermida. Palabras mayores.

Llegamos a San Vicente de la Barquera con tiempo suficiente para dar un paseo antes de almorzar. Aparcamos en un parking que hay justo en el extremo norte del puente, al otro lado del Castillo del Rey. La vista desde este lado de la ciudad es imprescindible para los que visitan la ciudad. Cruzamos el puente a pie, ascendimos por la calle Padre Antonio por delante del Castillo del Rey hasta la Torre del Preboste y la Casa Consistorial, un poco más adelante estaba la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles. El conjunto es precioso. Descendimos callejeando, escalones abajo por la calle Arenal hasta la Avenida Miramar, también conocida como la Avenida de los Soportales. Toda la vida de la localidad está concentrada en los bares y las aceras de esa avenida. Vimos un hueco en uno de los que nos habían recomendado, restaurante La Folía, pedimos mesa, y mientras nos la preparaban en el soportal, picamos unos boquerones y unas anchoas estupendas en la barra. La comida fue fabulosa.

Dimos un paseo por los soportales. Bajamos por un lado de la avenida y de vuelta subimos por la otra. Contemplamos la Playa El Tostadero y la Playa La Maza.Y nos fuimos despidiendo porque aún teníamos varias visitas por hacer en el día.

Nuestro siguiente objetivo marcado para la jornada era Comillas, una localidad pequeña pero cargada de historia y muy monumental.

Comillas también estaba bastante animada, y encontrar aparcamiento nos llevó un buen rato. Finalmente tuvimos suerte y aparcamos a pocos metros de la Plaza de la Constitución, donde está situado el Ayuntamiento Antiguo de Comillas y la Iglesia de San Cristóbal. La Plaza es curiosa, es más bien un cruce de caminos, donde todo es carretera realizada de cantos de piedra, y prácticamente todos los edificios respetan la doble planta y balcones corridos. El conjunto es vistoso.

A pocos metros de allí, bajando por la derecha del Antiguo Ayuntamiento, llegas a un precioso rincón donde está la Fuente de los Tres Caños, la Torre de la Vega, y allí cerca la Oficina de Turismo. Allí nos recomendaron qué ver y también montarnos en el tren turístico. Eso hicimos.

El tren turístico hace un recorrido bastante completo. Comienza el trayecto dirigiéndose hacia la fabulosa playa de Comillas, pasa junto al cementerio y se puede admirar el Ángel Exterminador, contemplar desde la distancia la Universidad Pontificia de Comillas, que estaba en obras, y también el siniestro Palacio de los Duques de Almodóvar del Río de estilo victoriano, el Palacio de Sobrellano y la Capilla Panteón. Por supuesto recomienda la visita de El Capricho de Gaudí.

Lo primero que hicimos fue realizar la visita al Palacio de Sobrellano. La visita es fabulosa. Todo en conjunto: el edificio, el mobiliario, los cuadros, la historia, y todo muy bien explicado por la guía. Hasta los niños estaban boquiabiertos. La guía fue hilando la historia de la fortuna de Antonio López y López, Primer Marqués de Comillas, hasta su amistad con Alfonso XII y la visita del rey a la localidad. Todo muy ameno. Salimos muy contentos de la visita.

Dimos un rodeo y entramos a la visita de El Capricho de Gaudí. No sé si tuvimos mala suerte, si fuimos a la hora incorrecta pero estaba masificada. Los grupos de visitas eran demasiado numerosos. No se cabía en las salas para la explicación. Y había muchos grupos de visitas guiadas y a veces se solapaban unos con otros. No hicimos la visita completa. Nos desmarcamos del recorrido y lo realizamos por nuestra cuenta.

Cuando salimos de la visita comenzó a chispear, así que no nos demoramos y fuimos directamente a por el coche. Nuestra última parada del día era Santillana del Mar, allí nos esperaba nuestro hotel por varios días. Teníamos ya ganas de llegar.

Llegamos a Santillana del Mar bien entrada la noche, casi todo el mundo salía del pueblo, había una gran caravana de coche para salir y, sin embargo, el camino de entrada estaba totalmente despejado. Paré el coche en la puerta del hotel, sacamos las maletas y mientras ellos hacía el ingreso fui a aparcar el coche. No había ningún problema para aparcar el coche por la noche.

Salimos a dar una pequeña vuelta por el pueblo, pero estábamos cansados, la idea era encontrar un sitio cercano a hotel donde picar algo para cenar, y regresar al hotel a descansar. La temperatura era ideal y encontramos cerca del hotel un restaurante con terraza exterior y allí cenamos cachopo y patatas.No queríamos acostarnos tarde pues al día siguiente, otra vez, nos tocaría madrugar.

domingo, 17 de septiembre de 2017

Día 5. Lagos de Covadonga - Santuario Covadonga - Cabrales - Liébana - Potes

El hotel de Intriago, además de un jacuzzi, una zona amplia de aparcamiento y una pista de fútbol, también tenía el desayuno incluido, y muy completo, todo sea dicho. Fuimos pronto porque teníamos muchas cosas que hacer esa jornada, como venía siendo habitual.

Nuestra primera parada del día era subir a los Lagos de Covadonga, para ello lo inmediato era dirigirse a los pies de los Picos de Europa, aparcar el coche en uno de los parkings habilitados para ello, donde puedes sacar el billete de autobús que te lleva hasta la parada de arriba. Ese trayecto desde abajo hasta arriba en autobús no es apto para enfermos de corazón. Curvas cerradísimas, rampas de un desnivel enorme, precipicios increíbles. Por si fuese poco, te cruzas con autobuses, pasando uno al lado del otro a escasos centímetros. Añádanle que a mitad del camino nos introdujimos en una nube, una neblina espesa que impedía ver nada más allá de unos pocos metros. Y, por si fuese poco, a todo este disparate encima le añadimos el factor salvaje, que es que cada dos por tres había una vaca cruzando el camino, créanme si les digo que es casi mejor cerrar los ojos y y rezar todo lo que sepan. Llegas arriba con ganas de besar el suelo.

Una vez allí ya todo es caminar, subir y bajar escaleras, sin prisas, unas vistas desde el Mirador del Príncipe verdaderamente extraordinarias. Las minas de la Buferrera son también espectaculares, y cuando llegas al Lago de la Ercina, el descanso es obligatorio. A los niños les sorprendió verse rodeados de vacas en libertad.

Ascendimos al Mirador de Entrelagos desde donde se pueden contemplar los dos lagos, el Lago de la Ercina y el Lago de Enol. Las vistas allí son inigualables. Tuvimos la suerte porque el cielo estaba prácticamente despejado y miraras hacia donde miraras la atención se te perdía en la infinidad de la naturaleza. Qué preciosidad. Te quedarías allí horas, en silencio, simplemente contemplando, pero el tiempo es quizás lo más preciado y limitado que disponemos y hay que intentar aprovecharlo.

Bajamos justo por el otro extremo de por donde habíamos llegado, es decir, dimos la vuelta completa. A la bajada nos encontramos con que empezaba a subir una niebla que apenas permitía ver el Lago de Enol. En cuestión de minutos todo había cambiado. El chófer del autobús nos dijo que habíamos tenido mucha suerte y que no se suelen ver muchos días en esas condiciones por allí. Una temperatura perfecta.

Tomamos el autobús de vuelta y nos bajamos en la parada del Santuario de Covadonga. Había gente pero no era exagerado. El Santuario está construido en un sitio tan complicado, con una comunicación tan compleja que sólo imaginar las dificultades lo convierte en un lugar especial. El entorno en sí mismo, entre mágico y terrenal, con un marcado carácter montañés, que es un escondite tanto como un escenario junto al camino, hacen que te sientas fuera de lugar. Tanto un refugio como un lugar de paso.

El conjunto del santuario es precioso,  la capilla en el interior de la cueva, el detalle de la tumba de Don Pelayo, primer rey de Asturias, la basílica con la explanada delantera y la escultura a Don Pelayo. En general todo lo que allí encuentras es hermoso.

Cogimos de nuevo el autobús que nos llevó hasta donde teníamos aparcado el coche. Cambiamos de vehículo de locomoción y continuamos nuestro viaje, pero ante hicimos parada en el hotel de Intriago -nos pillaba de camino- a recoger las maletas. La siguiente parada era en Arenas de Cabrales, entrada a los picos de Europa, a tan solamente media hora en coche.

Sofía es una auténtica devota del queso de cabrales, y todo aquello que esté relacionado con el queso de cabrales. Planeamos pasar por Cabrales a la hora del almuerzo para que se llevara una grata sorpresa. Buscamos un sitio agradable donde almorzar y descansar y que tuviese productos asturianos. Lo encontramos y pedimos casi de todo lo que se puede pedir con cabrales: patatas al cabrales, croquetas al cabrales, carne al cabrales... bueno, además pedimos fabada y algún postre. Todo estupendo.

Nuestra siguiente planeada desde Arenas de Cabrales era visitar la Iglesia de Santa María de Lebeña, y para ello tendríamos que circular junto al río Deba por entre el desfiladero de La Hermida, que tiene más de una, de diez y de cien curvas, es tan estrecha que sientes que en cualquiera de las curvas la montaña se te va a tragar. Está literalmente echada encima de la carretera. Sofía se quedó tan a gusto después de tanto cabrales que se pasó todo el trayecto durmiendo. Pepi pasó nervios de verdad.

Pasado el susto llegamos a Santa María de Lebeña, donde pudimos realizar una visita guiada. Una locuaz señora nos resumió brevemente la historia de la Iglesia, así como sus características arquitectónicas, y nos puso al día de las vicisitudes de una serpiente que el párroco se encontró días antes en el interior de la capilla. Fue una visita muy interesante y divertida, la verdad. Nos contó la historia del robo de la Virgen de la Buena Leche, la del campanario, los arcos mozárabes, e incluso la leyenda del tejo y el olivo. Todo de manera muy amena.

Nuestra siguiente parada era un cruce de caminos, Potes. Aparcamos en el aparcamiento al aire libre que hay justo en el centro del pueblo, frente a la iglesia de San Vicente. El centro de Potes estaba animadísimo cuando llegamos.  Potes es un municipio precioso de calles empedradas, donde dos ríos se dan de la mano una vez han descendido desde los Picos de Europa. Presidiendo la localidad, robustamente alzada sobre sillares de piedra está la Torre del Infantado. No disponíamos de mucho tiempo, pero tuvimos suficiente para pasear por el centro y cruzar el puente de San Cayetano y contemplar ocas jugueteando en el cauce del río. Comenzó a nublarse y en un santiamén cayó un chaparrón de aúpa. Caía agua pero bien. Pudimos refugiarnos en unos amplios soportales y allí esperamos a que aflojara el aguacero. Dimos una carrera para meternos en el coche y ya con un leve chispeo abandonamos Potes en dirección a Camaleño, donde teníamos reservado nuestro hostal. En diez minutos estábamos allí.

Nuestro hostal en Camaleño estaba en la misma carretera y no tenía pérdida porque no había otro alojamiento. En realidad Camaleño es pequeñísimo. No sé cuantos habitantes tiene pero seguro que pocos. El alojamiento era como un caserón de montaña, de un par de plantas, con escaleras de madera que crujían al pisarlas. Además, en la parte trasera disfrutaba de un espacioso jardín donde estaba instalada una red para jugar al badminton. Y al fondo del jardín había una especie de granero, que se utiliza como almacén, donde había muchos juguetes y artículos de entretenimiento.
 
Cuando llegamos al jardín había un hombre jugando con una joven al badminton e invitaron a Miguel y a Sofía a unirse a jugar con ellos.  No se lo pensaron. Al rato ya le habían pillado el truco y se lo estaban pasando en grande todos juntos. Pepi y yo nos sentamos relajadamente a una mesa de madera, necesitábamos ese descanso. Los picos de Europa de fondo, toda la vegetación que nos rodeaba refulgía en verdes. Había manzanas y peras caídas en el césped debajo de cada manzano y peral.

Empezó a anochecer y bajarmos a tomar algo al restaurante del hostal. No teníamos mucho apetito. Pedimos un surtido de quesos y un cachopo para los cuatro. Aproveché la ocasión de que no tenía que conducir y pedí sidra -Pepi me acompañó-. Al llegar a la habitación todos caímos derrotados después de un día intensísimo. Al día siguiente nos esperaba una gran etapa de montaña.

lunes, 11 de septiembre de 2017

Día 4. Lastres - Arriondas - Cangas de Onís

Como la noche anterior nos recogimos a descansar algo más temprano, esa siguiente mañana despertamos más frescos. Preparamos las maletas, bajamos a desayunar a la cafetería del hotel y comenzamos una nueva etapa en el viaje. La de este día estaba marcada en mayúsculas.

Nuestra primera parada estaba escasamente a una hora de nuestro hotel en Oviedo. Lastres es un pequeño pueblo pesquero, conocido por ser el pueblo del Doctor Mateo  (una serie de televisión que yo no he visto), en la que pasa consulta un doctor que vive en el pueblo, que por lo que sé, el pueblo se hace llamar de otra manera en la serie.

Lastres tiene similitudes con Cudillero. Lastres es tal vez un pueblo menos turístico que Cudillero, ni posee un amplio aparcamiento ni disfruta de infinidad de restaurantes, pero goza de una playa estupenda a los pies del pueblo.

Como llegamos bien temprano, tuvimos la fortuna de aparcar en primerísima línea de playa, y créanme si les digo que no hay muchos aparcamientos. Pepi y los niños bajaron una espaciosa escalinata de piedra que descendía hacia la playa. Se quitaron el calzado y pasearon un buen rato por la orilla. Llegaron a mojar sus pies en el Cantábrico. Se les veía felices. Se enjuagaron los pies en una ducha y regresaron. Apenas visitamos el pueblo, estaba muy inclinado, todo lleno de cuestas y teníamos más visitas pendientes para esa jornada.

Nuestra segunda escala prevista para el día estaba en Arriondas. El pueblo está completamente volcado al piragüismo y al descenso en canoa del Sella. Nuestra idea era alquilar un par de canoas en una de las múltiples empresas de las que ofertan descensos del río Sella y eso hicimos.  Alquilamos un par de canoas, nos dieron unos remos, chalecos salvavidas, un bidón con un picnic y unas fugaces instrucciones de cómo se dirige una canoa y al agua patos.

Lo cierto es que el mayor inconveniente del descenso es que el río no llevaba mucha agua en algunos tramos y las canoas se encallaban. Además al ser agosto, por el río descendían cientos de canoas. En ocasiones estabas más preocupado en no chocar con otras canoas que en poder disfrutar del paisaje que nos rodeaba en el trayecto. Sofía y Pepi ocuparon una canoa, Miguel y yo la otra. Tuvimos más de un percance. La primera contrariedad es que cuando encallaba una canoa había que descender de ella y dar un pequeño empujón y luego casi en un salto montarse de nuevo rápido para así aprovechar el empuje, pero claro, esto es fácil decirlo, pero el río estaba abarrotado de canoas, el fondo del río lleno de cantos rodados y era difícil mantener la verticalidad y mucho más cuando no teníamos el vestuario apropiado, especialmente el calzado. No es lo mismo unas chanclas que unos escarpines. Pepi lo avisó antes de iniciar el viaje, pero no era seguro que hiciéramos el descenso en canoa (se tenían que dar las condiciones climatológicas) y los escarpines suponían un gasto añadido para una sola ocasión. Nos tomamos el descenso como algo ocasional y low cost

Ahora nos reímos y lo recordamos con diversión, pero Pepi se dio una buena zambullida al intentar descender de la canoa para desencallarla, y en el chapuzón además perdió las chanclas. Miguel no paraba de reírse, le hizo mucha gracia. Pepi y Sofía andaban todo el rato discutiendo y Miguel disfrutaba de la escena. Lo único que le preocupaba a él era que fuésemos por delante. Lo cierto es que era cansado. Imagino que cuando el río lleve más caudal todo será más sencillo, pero lo hecho hecho está. Una vez que le cogimos en tranquillo todo fue más sencillo y divertido. El entorno es verdaderamente espectacular y el tiempo fue fabuloso. 

Abandonamos el río en la primera salida, más o menos a la mitad del descenso. La idea era probar esto del descenso en canoa, no hacernos unos expertos y bien que estuvimos por lo menos 4 ó 5 horas en el río. Teníamos aún cosas pendientes por hacer en ese día y no queríamos demorarnos mucho.

En una furgoneta nos devolvieron al pueblo, allí entregamos los remos, las canoas, los chalecos y los bidones pero sin los picnics, que buena cuenta dimos de ellos en una de las paradas que realizamos en el río. Nos cambiamos en los vestuarios y montamos en el coche hacia la siguiente parada.

Nuestro hotel estaba en Intriago, una pequeña población a unos ocho kilómetros al este de Cangas de Onís. Llegamos molidos. El hotel contaba con una piscina, una pequeña pista de fútbol y un par de jacuzzis al aire libre. Ni que decir que el jacuzzi nos vino divino. ¡Qué descanso! A Miguel le dio tiempo incluso de jugar al fútbol con un niño del pueblo. Tras el reposo nos arreglamos y fuimos a visitar Cangas de Onís. ¡Qué bonita es Cangas de Onís! Y qué magnífico es el puente. Lo has visto mil veces en la televisión, en postales, revistas, pero no es lo mismo, tiene una presencia y una escala asombrosa.

La primera visita obligatoria en Cangas de Onís es su puente Romano, aunque realmente parece ser que no es romano, pero no importa, es igualmente bello. Paseamos por el centro, por las calles principales, muy animadas en verano, Cangas de Onís es una localidad muy turística también, llena de tiendas de regalos y de sidrerías, también volcada al descenso del Sella. Dimos un  lento paseo por la calle donde se encuentran todos los caserones Indianos, que no son pocos, y seguimos holgazaneando por las tiendas de regalos. Miguelito se había traído algo de sus ahorros y estaba loco por gastar, aunque no sé cómo se las apaña que al final le saca siempre alguna tontería a la madre y así no necesita rascarse el bolsillo. ¡No es listillo! Empezaba a anochecer y decidimos abandonar Cangas de Onís para cenar. Todo parecía estar abarrotado y no teníamos ganas de jaleo ni de andar esperando cola para una mesa. Nos fuimos.

En el trayecto desde Intriago (donde estaba nuestro hotel) hasta Cangas de Onís habíamos visto muchos restaurantes a pie de carretera con bastante buena pinta. Nos apetecía huir del bullicio del centro y de los menús para turistas y así hicimos. Creo que acertamos porque necesitábamos tranquilidad. Resultó que el restaurante que elegimos tenían una buena barbacoa encendida y una buena parrillada de carne cayó en un santiamén. Al terminar, después de recorrer los pocos kilómetros de vuelta a Intriago, caímos rendidos sin remedio. Había sido realmente un día agotador para todos.

martes, 5 de septiembre de 2017

Día 3. Oviedo - Cudillero - Gijón - Oviedo

Sonó el despertador y nos costó un poco más que de costumbre levantar anclas, el cansancio se va acumulando y se hacía notar. Salimos a desayunar en una cafetería junto al hotel y sin entretenernos fuimos a por el coche, que dejamos descansando en un parking cercano.

El Palacio de Santa María del Naranco y la Iglesia de San Miguel de Lillo son visita obligatoria si vas a Oviedo. Nosotros somos fieles obedientes de las obligaciones y no faltamos a la cita. Cada media hora los abren alternadamente. Una persona se dedica a cerrar cada uno, recorrer la distancia que los separa a pie, y nada más llegar, abrir la otra. Así toda la jornada.

Santa María del Naranco es un antiguo palacio construido en el siglo IX. Doce siglos de por medio y ahí sigue. Te paras a pensar la de historias y vidas que han recorrido alrededor de sus piedras y es imposible hacerse una mínima idea. Guerras, venganzas, sacrificios, suicidios, asesinatos...todo ocurriendo en la ladera del monte Naranco, el mundo en agitación y mientras el palacio ahí, inmóvil, como observador pétreo, y aún, erguido a pesar del paso del implacable tiempo. ¿Imaginarían tal hazaña los obreros que levantaron sus piedras? Seguro que no.

Eché de menos una explicación, una pequeña visita guiada, no necesariamente muy extensa porque lo que hay es simplemente piedra sobre piedra, pero ¿por qué esa orientación? ¿por qué esa altura? ¿cuál era su función inicial? En realidad todo está ahí en Internet, esperando que mi interés me arroje uno de estos días a buscarlo, información tan paciente como la piedras en la ladera del monte Naranco.

A cinco minutos a pie, o menos, ascendiendo una ligera pendiente, está la Iglesia de San Miguel de Lillo. Otra maravilla del siglo IX. Aquí además de piedra existen frescos, y relieves en las jambas de la puerta de entrada. Lo que vemos ahora es lo que queda, tendremos que abrir bien los ojos para comprender que falta mucho, que varias alas se derrumbaron y lo que observamos es un tercera parte de lo que inició su estático recorrido por los siglos. La historia de lo que no vemos.

Si te separas unos metros de la Iglesia, si tomas perspectiva, va creciendo en belleza. La simetría va ordenando todo. Las distintas alturas de las cubiertas a un agua juegan al equilibrio de las proporciones. El Prerrománico era rácano en luces, pero rico en robustez. Hay una belleza inexplicable en su simplicidad que le congratula con su alrededor. Está tan integrado en la naturaleza que le rodea que pareciera que el sitio estaba hecho para construirla ahí. Ni una piedra más ni una piedra menos.

A una hora en coche aproximadamente desde allí está el pequeño y bello pueblo pesquero de Cudillero. Bello como una postal. Tuvimos que atravesar el pueblo en coche para llegar al parking, que estaba al final del puerto. Entras en el pueblo sin llegar a darte cuenta de lo que te rodea, especialmente si vas conduciendo, pero conforme vas regresando a pie desde el aparcamiento, consigues poco a poco ir juntando los detalles. Es una montaña a pie de mar. Un bosque besando la dársena del puerto. Las fachadas de las viviendas de distintos colores rodeando como una herradura a la plaza. Y justo enfrente, abierta al mar, la plaza con su mercado y alrededor terrazas de restaurantes.

Las gaviotas descansando al sol en la rampa, resignadas a la constante molestia de los niños que suben y bajan la rampa para asustarlas. Es pronto y aún no apetece sentarse en una terraza. Decidimos pasear por el pueblo. Fue un paseo breve y empinado pero hicimos decenas de fotos. El pueblo empezaba a abarrotarse. Decidimos seguir nuestra hoja de ruta. Próxima parada Gijón.

En apenas tres cuartos de hora estábamos aparcados en un parking a una manzana del paseo marítimo, junto a la playa de San Lorenzo.

Hacía un día estupendo, el cielo estaba completamente despejado y disfrutábamos de una temperatura plenamente veraniega. Toda Asturias parecía estar en esa playa. ¡Y eso que era lunes! No he visto una playa tan abarrotada en mi vida. Me entró sofoco de sólo verla. Como no trajimos trajes de baño, ni falta que nos hacía, pues nuestra intención era hacer turismo, buscamos un lugar donde probar la fabada asturiana.

Entramos a uno de los sitios que habíamos visto recomendados por Internet, restaurante El Mirador de la Playa. ¡Qué gran acierto! Un sitio agradable, con un servicio estupendo y una comida maravillosa. No fui capaz de comerme todo lo que me pusieron y eso que yo soy de buen jalar. La fabada estaba para chuparse los dedos, y todo en realidad, y hasta los postres estaban soberbios y eso que llegamos a ellos ya sin muchas ganas. Restaurante tremendamente recomendable.

Para bajar semejante atracón reanudamos a pie nuestra visita por Gijón. Cerca de allí estaba la oficina de turismo. Allí nos facilitaron un plano y algunos buenos consejos. Nos dirigimos por el paseo marítimo hacia el Cerro de Santa Catalina. Por el camino nos encontramos con la Parroquia de San Pedro Apóstol y con el Club de Regatas. Las vistas desde allí hacia la costa son un recuerdo imprescindible de la ciudad.  Ascendimos al cerro hasta el Elogio del Horizonte, monumental obra de Chillida. A Miguelito le hizo ilusión llegar hasta allí. Iniciamos el descenso junto a las Baterías de Santa Catalina,  por el otro lado del que habíamos ascendido, con vistas hacia la Playa de Poniente, que estaba mucho menos abarrotada.

Llegamos de frente al Palacio de Revillagigedo y entramos a ver su patio y unas pocas obras expuestas en él. También curioseamos en el Pozo de la Barquera y nos acercamos a contemplar de cerca la estatua de Pelayo, que preside con grandeza la plaza. En la Plazuela del Marqués nos sentamos a tomar un café. A pocos pasos estaban la Plaza Mayor y el Ayuntamiento de Gijón, donde estaban montando un escenario para alguna celebración. Pasamos por la puerta del Museo de Gijón,  que está en la casa Natal de Jovellanos.

Nos fotografiamos con lo que se está volviendo una constante en todas las ciudades. El nombre de la ciudad en letras grandes, en un lugar donde te puedas fotografiar con ellas. En este viaje lo vimos en Cáceres, en Oviedo y ahora en Gijón. La por primera vez que nos encontramos con una cosa así fue en Amsterdam creo recordar, allá por agosto del 2009. Ya ha llovido.

Volvimos por todo el amplio y elegante paseo marítimo que me recordó un poco al de San Sebastián, comprobando cómo la marea sube de rápido en el Cantábrico. A los niños les hizo mucha gracia ver como la gente tenía que ir levantándose porque el agua les alcanzaba. Había además algo de oleaje y a Miguelito le gustaba acercarse a la barandilla y esperar a que las olas rompieran y le salpicaran. Se lo pasó en grande.

Regresamos en coche a Oviedo pero antes de despedirnos de Gijón pasamos por el estadio de El Molinón. Me hacía ilusión. Ni siquiera bajamos del coche, tan sólo paré un momento para verlo bajando la ventanilla.

Al llegar a Oviedo, paseamos un rato por el centro, nos acercamos a la concurrida Calle Gascona, el bulevar de la sidra, callejeamos por el centro histórico en los alrededores de la catedral y compramos algo de fruta para cenar porque no teníamos nada de apetito. La comida había sido copiosa y aunque habíamos paseado bastante, no teníamos ni pizca de hambre. Una pieza de fruta era más que suficiente.

Se nos hizo de noche paseando por Oviedo, prácticamente nos estábamos despidiendo de la ciudad. Llegamos agotados al final del día y los pies necesitaban un descanso inmediato, así que nos retiramos al hotel a descansar, que al día siguiente nos esperaba otro día cargado de actividades.

domingo, 3 de septiembre de 2017

Día 2. Salamanca - Oviedo

En nuestro segundo día en Salamanca también madrugamos (iba a ser tónica habitual en el viaje). Desayunamos en el bar de la estación de autobuses y bajamos andando al centro. Comenzamos la caminata cruzando por el parque Campo San Francisco hasta el cruce de calle Bordadores, frente al Convento de las Úrsulas, donde está la Casa del Regidor, donde vivió y murió Miguel de Unamuno, frente a la que han colocado una estatua muy acertada de la figura de Unamuno.

Continuamos por delante del Palacio de Monterrey, giramos a la izquierda y entramos en la Plaza Mayor por la Calle Prior. A esas horas, con la luz del día todos los detalles de las fachadas de la plaza se podían ver con claridad. Localizamos el medallón dedicado a Miguel de Cervantes que no encontramos la noche anterior y los niños consiguieron la foto con el elefante haciendo el pino con la trompa que de noche no salía bien por la falta de luz. Les hacía ilusión.

Seguimos hasta la Catedral y esta vez entramos a visitarla. El precio de la entrada incluía audioguía, que siempre es muy útil, en especial para entretener a los niños. La Catedral de Salamanca no necesita ningún tipo de presentación, pues es mundialmente conocida. Sólo decir que disfruté mucho de la visita. La parte de la Catedral vieja es lo que más me gustó, con las pinturas murales en la piedra, con el atractivo dorado en los escudos, los sepulcros en alabastro, la gran cúpula, el retablo mayor... sólo con esa parte bien vale la visita. Dentro de la catedral también había una exposición de pintura. Algunos de los cuadros eran verdaderamente magníficos. Sofía y yo la visitamos completamente solos.

Nada más salir de la visita nos pusimos en cola para montarnos en el tren turístico que visita el centro histórico de la ciudad vieja. Para ser domingo por la mañana había bastante gente en la calle. El cielo permanecía completamente despejado y la temperatura agradabilísima animaba a salir de casa. En el recorrido del tren turístico iban explicando brevemente la historia de los edificios más relevantes de los lugares por los que pasábamos: el Puente Romano sobre el Río Tormes y el Berraco, el Museo Art Déco y Nouveau, el huerto de Calixto y Melibea, también nos llevó a los Conventos de las Dueñas y San Esteban, que ya habíamos visitado el día anterior. Fue una visita muy completa por el centro.

Nuestra siguiente visita para la mañana era la Casa de las Conchas. Es un edificio muy curioso porque es un edificio gótico, pero también renacentista y tiene elementos mudéjares. Es una edificación especialmente llamativa porque la fachada está decorada con conchas. En el centro de la  está el patio de dos plantas. La parte inferior está realizada con el típico arco salmantino, y la planta alta está rodeada con balaustradas en piedra con decoraciones vegetales de influencia mozárabe. En el centro del patio existe un pozo, que en su momento abastecía de agua potable al palacio. Frente por frente de la Casa de las Conchas está la Universidad Pontificia de Salamanca, que no visitamos.

Compramos algunos artículos de recuerdo de la ciudad y nos despedimos de ella deshaciendo nuestros pasos de vuelta al hotel. Teníamos que abandonar la habitación y también teníamos mesa reservada a dos horas de carretera en un restaurante en Arcahueja, muy cerca de León, Restaurante El Pradillo, mi amigo Mario me lo había recomendado. Un acierto rotundo. El chuletón fue maravilloso, y las croquetas también, y el pulpo y bueno, en realidad todo estuvo estupendo. Lástima que no nos pille cerca de casa porque es para repetir.

El almuerzo fue sólo un alto en el camino, porque aún teníamos por delante hora y media de camino en carretera para llegar a nuestro hotel en Oviedo, el Hotel Vetusta, que resultó estar ubicado en el centro de todo.

La primera impresión que te llevas al pasear por Oviedo es que es una ciudad muy elegante. Y también que es posiblemente la ciudad de todas las que he visitado en mi vida que tiene más y mejores esculturas por sus calles.

La primera escultura con la que nos encontramos en nuestra visita por el centro fue Culis Monumentalibus, es decir la escultura de un culo con sus piernas. A los niños les hizo mucha gracia la escultura. Justo al lado del Teatro Campoamor está la estatua Esperanza caminando, una joven caminando mientras lee un libro, muy bonita. Un buen número de ellas están en el Campo de San Francisco, quizás la más famosa de las que allí se encuentran es la de Mafalda, con la que todos quieren hacerse una foto, pero mis favoritas son La Regenta en la Plaza de la Catedral, Woody Allen en calle Milicia, y La Bella Lola en la Plaza del Fontán. En la Plaza de la Escandalera están las estatuas de los Esturcones o La Maternidad de Botero, y así, repartidas por toda la ciudad, un sinfín de estatuas.

En dicha plaza del Fontán tomamos asiento en Casa Ramón, en una estupenda mesa con vistas a la plaza, otra recomendación de un amigo. Cenamos magníficamente. Bebimos sidra, comimos un pastel de centollo riquísimo, una tabla de quesos y un cachopo que no fuimos capaces de comernos entre los cuatro. Todo muy bueno, pero habíamos almorzado abundantemente y lo que no se puede, no se puede.

Abandonamos la plaza de vuelta al hotel paseando por calles vacías iluminadas por las farolas. Apenas ningún coche ya rodaba por la ciudad, el silencio era llamativo. Cómo cambian las ciudades de día y de noche. Parecen otras. No mejores ni peores, distintas.

Llegamos al hotel. Pepi y Sofía subieron a la habitación, Miguel y yo nos quedamos en el bar del hotel a ver un partido de fútbol. Había comenzado la Liga, pero en el descanso subimos a la habitación. Había sido un día largo.