En nuestro segundo día en Salamanca también madrugamos (iba a ser tónica habitual en el viaje). Desayunamos en el bar de la estación de autobuses y bajamos andando al centro. Comenzamos la caminata cruzando por el parque Campo San Francisco hasta el cruce de calle Bordadores, frente al Convento de las Úrsulas, donde está la Casa del Regidor, donde vivió y murió Miguel de Unamuno, frente a la que han colocado una estatua muy acertada de la figura de Unamuno.
Continuamos por delante del Palacio de Monterrey, giramos a la izquierda y entramos en la Plaza Mayor por la Calle Prior. A esas horas, con la luz del día todos los detalles de las fachadas de la plaza se podían ver con claridad. Localizamos el medallón dedicado a Miguel de Cervantes que no encontramos la noche anterior y los niños consiguieron la foto con el elefante haciendo el pino con la trompa que de noche no salía bien por la falta de luz. Les hacía ilusión.
Continuamos por delante del Palacio de Monterrey, giramos a la izquierda y entramos en la Plaza Mayor por la Calle Prior. A esas horas, con la luz del día todos los detalles de las fachadas de la plaza se podían ver con claridad. Localizamos el medallón dedicado a Miguel de Cervantes que no encontramos la noche anterior y los niños consiguieron la foto con el elefante haciendo el pino con la trompa que de noche no salía bien por la falta de luz. Les hacía ilusión.
Seguimos hasta la Catedral y esta vez entramos a visitarla. El precio de la entrada incluía audioguía, que siempre es muy útil, en especial para entretener a los niños. La Catedral de Salamanca no necesita ningún tipo de presentación, pues es mundialmente conocida. Sólo decir que disfruté mucho de la visita. La parte de la Catedral vieja es lo que más me gustó, con las pinturas murales en la piedra, con el atractivo dorado en los escudos, los sepulcros en alabastro, la gran cúpula, el retablo mayor... sólo con esa parte bien vale la visita. Dentro de la catedral también había una exposición de pintura. Algunos de los cuadros eran verdaderamente magníficos. Sofía y yo la visitamos completamente solos.
Nada más salir de la visita nos pusimos en cola para montarnos en el tren turístico que visita el centro histórico de la ciudad vieja. Para ser domingo por la mañana había bastante gente en la calle. El cielo permanecía completamente despejado y la temperatura agradabilísima animaba a salir de casa. En el recorrido del tren turístico iban explicando brevemente la historia de los edificios más relevantes de los lugares por los que pasábamos: el Puente Romano sobre el Río Tormes y el Berraco, el Museo Art Déco y Nouveau, el huerto de Calixto y Melibea, también nos llevó a los Conventos de las Dueñas y San Esteban, que ya habíamos visitado el día anterior. Fue una visita muy completa por el centro.
Nuestra siguiente visita para la mañana era la Casa de las Conchas. Es un edificio muy curioso porque es un edificio gótico, pero también renacentista y tiene elementos mudéjares. Es una edificación especialmente llamativa porque la fachada está decorada con conchas. En el centro de la está el patio de dos plantas. La parte inferior está realizada con el típico arco salmantino, y la planta alta está rodeada con balaustradas en piedra con decoraciones vegetales de influencia mozárabe. En el centro del patio existe un pozo, que en su momento abastecía de agua potable al palacio. Frente por frente de la Casa de las Conchas está la Universidad Pontificia de Salamanca, que no visitamos.
Compramos algunos artículos de recuerdo de la ciudad y nos despedimos de ella deshaciendo nuestros pasos de vuelta al hotel. Teníamos que abandonar la habitación y también teníamos mesa reservada a dos horas de carretera en un restaurante en Arcahueja, muy cerca de León, Restaurante El Pradillo, mi amigo Mario me lo había recomendado. Un acierto rotundo. El chuletón fue maravilloso, y las croquetas también, y el pulpo y bueno, en realidad todo estuvo estupendo. Lástima que no nos pille cerca de casa porque es para repetir.
El almuerzo fue sólo un alto en el camino, porque aún teníamos por delante hora y media de camino en carretera para llegar a nuestro hotel en Oviedo, el Hotel Vetusta, que resultó estar ubicado en el centro de todo.
La primera impresión que te llevas al pasear por Oviedo es que es una ciudad muy elegante. Y también que es posiblemente la ciudad de todas las que he visitado en mi vida que tiene más y mejores esculturas por sus calles.
La primera escultura con la que nos encontramos en nuestra visita por el centro fue Culis Monumentalibus, es decir la escultura de un culo con sus piernas. A los niños les hizo mucha gracia la escultura. Justo al lado del Teatro Campoamor está la estatua Esperanza caminando, una joven caminando mientras lee un libro, muy bonita. Un buen número de ellas están en el Campo de San Francisco, quizás la más famosa de las que allí se encuentran es la de Mafalda, con la que todos quieren hacerse una foto, pero mis favoritas son La Regenta en la Plaza de la Catedral, Woody Allen en calle Milicia, y La Bella Lola en la Plaza del Fontán. En la Plaza de la Escandalera están las estatuas de los Esturcones o La Maternidad de Botero, y así, repartidas por toda la ciudad, un sinfín de estatuas.
En dicha plaza del Fontán tomamos asiento en Casa Ramón, en una estupenda mesa con vistas a la plaza, otra recomendación de un amigo. Cenamos magníficamente. Bebimos sidra, comimos un pastel de centollo riquísimo, una tabla de quesos y un cachopo que no fuimos capaces de comernos entre los cuatro. Todo muy bueno, pero habíamos almorzado abundantemente y lo que no se puede, no se puede.
Abandonamos la plaza de vuelta al hotel paseando por calles vacías iluminadas por las farolas. Apenas ningún coche ya rodaba por la ciudad, el silencio era llamativo. Cómo cambian las ciudades de día y de noche. Parecen otras. No mejores ni peores, distintas.
Llegamos al hotel. Pepi y Sofía subieron a la habitación, Miguel y yo nos quedamos en el bar del hotel a ver un partido de fútbol. Había comenzado la Liga, pero en el descanso subimos a la habitación. Había sido un día largo.
Nada más salir de la visita nos pusimos en cola para montarnos en el tren turístico que visita el centro histórico de la ciudad vieja. Para ser domingo por la mañana había bastante gente en la calle. El cielo permanecía completamente despejado y la temperatura agradabilísima animaba a salir de casa. En el recorrido del tren turístico iban explicando brevemente la historia de los edificios más relevantes de los lugares por los que pasábamos: el Puente Romano sobre el Río Tormes y el Berraco, el Museo Art Déco y Nouveau, el huerto de Calixto y Melibea, también nos llevó a los Conventos de las Dueñas y San Esteban, que ya habíamos visitado el día anterior. Fue una visita muy completa por el centro.
Nuestra siguiente visita para la mañana era la Casa de las Conchas. Es un edificio muy curioso porque es un edificio gótico, pero también renacentista y tiene elementos mudéjares. Es una edificación especialmente llamativa porque la fachada está decorada con conchas. En el centro de la está el patio de dos plantas. La parte inferior está realizada con el típico arco salmantino, y la planta alta está rodeada con balaustradas en piedra con decoraciones vegetales de influencia mozárabe. En el centro del patio existe un pozo, que en su momento abastecía de agua potable al palacio. Frente por frente de la Casa de las Conchas está la Universidad Pontificia de Salamanca, que no visitamos.
Compramos algunos artículos de recuerdo de la ciudad y nos despedimos de ella deshaciendo nuestros pasos de vuelta al hotel. Teníamos que abandonar la habitación y también teníamos mesa reservada a dos horas de carretera en un restaurante en Arcahueja, muy cerca de León, Restaurante El Pradillo, mi amigo Mario me lo había recomendado. Un acierto rotundo. El chuletón fue maravilloso, y las croquetas también, y el pulpo y bueno, en realidad todo estuvo estupendo. Lástima que no nos pille cerca de casa porque es para repetir.
El almuerzo fue sólo un alto en el camino, porque aún teníamos por delante hora y media de camino en carretera para llegar a nuestro hotel en Oviedo, el Hotel Vetusta, que resultó estar ubicado en el centro de todo.
La primera impresión que te llevas al pasear por Oviedo es que es una ciudad muy elegante. Y también que es posiblemente la ciudad de todas las que he visitado en mi vida que tiene más y mejores esculturas por sus calles.
La primera escultura con la que nos encontramos en nuestra visita por el centro fue Culis Monumentalibus, es decir la escultura de un culo con sus piernas. A los niños les hizo mucha gracia la escultura. Justo al lado del Teatro Campoamor está la estatua Esperanza caminando, una joven caminando mientras lee un libro, muy bonita. Un buen número de ellas están en el Campo de San Francisco, quizás la más famosa de las que allí se encuentran es la de Mafalda, con la que todos quieren hacerse una foto, pero mis favoritas son La Regenta en la Plaza de la Catedral, Woody Allen en calle Milicia, y La Bella Lola en la Plaza del Fontán. En la Plaza de la Escandalera están las estatuas de los Esturcones o La Maternidad de Botero, y así, repartidas por toda la ciudad, un sinfín de estatuas.
En dicha plaza del Fontán tomamos asiento en Casa Ramón, en una estupenda mesa con vistas a la plaza, otra recomendación de un amigo. Cenamos magníficamente. Bebimos sidra, comimos un pastel de centollo riquísimo, una tabla de quesos y un cachopo que no fuimos capaces de comernos entre los cuatro. Todo muy bueno, pero habíamos almorzado abundantemente y lo que no se puede, no se puede.
Abandonamos la plaza de vuelta al hotel paseando por calles vacías iluminadas por las farolas. Apenas ningún coche ya rodaba por la ciudad, el silencio era llamativo. Cómo cambian las ciudades de día y de noche. Parecen otras. No mejores ni peores, distintas.
Llegamos al hotel. Pepi y Sofía subieron a la habitación, Miguel y yo nos quedamos en el bar del hotel a ver un partido de fútbol. Había comenzado la Liga, pero en el descanso subimos a la habitación. Había sido un día largo.
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