Despertamos bien temprano ese día y bajamos al bar del hostal a desayunar unas tostadas y sin perder un minuto fuimos directos a Fuente Dé, que estaba a unos 20 minutos en coche desde Camaleño. Ésta era una de las razones por las que habíamos elegido el hostal de Camaleño. Cuando llegamos a Fuente Dé apenas había nadie, éramos casi los primeros en llegar. Habíamos leído de las enormes colas que se forman para subir en el teleférico y por eso llegamos pronto. Compramos nuestros tickets y sin esperar a nadie ascendimos en el teleférico.
¡Es una experiencia única! Ascender unas veinte personas colgadas de un cable de acero, comprobando metro a metro como vas separándote del piso e ir ascendiendo hacia lo alto de la montaña, mientras los coches pasan de tener tamaño real a parecer de juguete, no es un experiencia para corazones sensibles. Sofía, Pepi y yo estábamos algo temerosos por el trayecto en teleférico y deseábamos que terminara cuanto antes, en cambio, Miguel disfrutó del viaje casi como lo que más. ¡Inconsciente!
Una vez arriba, en tierra firme, las vistas son espectaculares. Diría que merece la pena, pero hay que reconocer que el viaje no era barato. Mires hacia donde mires sólo ves montañas. Montañas y más montañas hasta donde te alcance la vista. Monumental. Inmensidad. Te faltan palabras, en realidad te quedas sin ellas.
Había por allí algunas cabras montesas paseando entre los turistas, casi posando. Miguel quería fotografiarse con cada una que veía, Sofía prefería verlas desde la distancia. Tiramos mil fotos y comenzamos el descenso en teleférico. El descenso se hizo más llevadero y una vez abajo, de vuelta a la estabilidad terrestre, el mundo parece que dejó de tambalearse y todo a mi alrededor paró de temblar. Visitamos la tienda de regalos porque los niños querían llevarse un recuerdo de allí, y como ellos traían un dinero ahorrado, cualquiera les decía que no. Ahora había gente por todos lados y la cola era para tenerla en cuenta. Había gente que al sacar el ticket y les comunicaban que hasta dentro de dos horas no les tocaba subir. ¡Un disparate! Una cordillera de montañas que también tiene un teleférico que es una mina de oro.
Nos montamos en el coche para iniciar nuestro camino hacia el Monasterio de Santo Toribio de Liébana. Había mucha gente allí. El monasterio es parte del Camino de Santiago y había alguna misa y accedimos a la iglesia gótica con dificultad, porque apenas se cabía. Contemplamos la puerta del perdón pero no pudimos ver ni las obras del beato santo Toribio, ni el Lignum Crucis, que es el trozo más grande conocido de cruz donde murió Jesucristo. No estaba abierto a visitas hasta por la tarde. No entraba en nuestro planes quedarnos allí hasta entonces. Otra vez será. Nos esperaba una hora de carretera hasta nuestra siguiente parada en San Vicente de la Barquera, y por medio, de nuevo, el desfiladero de la Hermida. Palabras mayores.
Llegamos a San Vicente de la Barquera con tiempo suficiente para dar un paseo antes de almorzar. Aparcamos en un parking que hay justo en el extremo norte del puente, al otro lado del Castillo del Rey. La vista desde este lado de la ciudad es imprescindible para los que visitan la ciudad. Cruzamos el puente a pie, ascendimos por la calle Padre Antonio por delante del Castillo del Rey hasta la Torre del Preboste y la Casa Consistorial, un poco más adelante estaba la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles. El conjunto es precioso. Descendimos callejeando, escalones abajo por la calle Arenal hasta la Avenida Miramar, también conocida como la Avenida de los Soportales. Toda la vida de la localidad está concentrada en los bares y las aceras de esa avenida. Vimos un hueco en uno de los que nos habían recomendado, restaurante La Folía, pedimos mesa, y mientras nos la preparaban en el soportal, picamos unos boquerones y unas anchoas estupendas en la barra. La comida fue fabulosa.
Dimos un paseo por los soportales. Bajamos por un lado de la avenida y de vuelta subimos por la otra. Contemplamos la Playa El Tostadero y la Playa La Maza.Y nos fuimos despidiendo porque aún teníamos varias visitas por hacer en el día.
Nuestro siguiente objetivo marcado para la jornada era Comillas, una localidad pequeña pero cargada de historia y muy monumental.
Comillas también estaba bastante animada, y encontrar aparcamiento nos llevó un buen rato. Finalmente tuvimos suerte y aparcamos a pocos metros de la Plaza de la Constitución, donde está situado el Ayuntamiento Antiguo de Comillas y la Iglesia de San Cristóbal. La Plaza es curiosa, es más bien un cruce de caminos, donde todo es carretera realizada de cantos de piedra, y prácticamente todos los edificios respetan la doble planta y balcones corridos. El conjunto es vistoso.
A pocos metros de allí, bajando por la derecha del Antiguo Ayuntamiento, llegas a un precioso rincón donde está la Fuente de los Tres Caños, la Torre de la Vega, y allí cerca la Oficina de Turismo. Allí nos recomendaron qué ver y también montarnos en el tren turístico. Eso hicimos.
El tren turístico hace un recorrido bastante completo. Comienza el trayecto dirigiéndose hacia la fabulosa playa de Comillas, pasa junto al cementerio y se puede admirar el Ángel Exterminador, contemplar desde la distancia la Universidad Pontificia de Comillas, que estaba en obras, y también el siniestro Palacio de los Duques de Almodóvar del Río de estilo victoriano, el Palacio de Sobrellano y la Capilla Panteón. Por supuesto recomienda la visita de El Capricho de Gaudí.
Lo primero que hicimos fue realizar la visita al Palacio de Sobrellano. La visita es fabulosa. Todo en conjunto: el edificio, el mobiliario, los cuadros, la historia, y todo muy bien explicado por la guía. Hasta los niños estaban boquiabiertos. La guía fue hilando la historia de la fortuna de Antonio López y López, Primer Marqués de Comillas, hasta su amistad con Alfonso XII y la visita del rey a la localidad. Todo muy ameno. Salimos muy contentos de la visita.
Dimos un rodeo y entramos a la visita de El Capricho de Gaudí. No sé si tuvimos mala suerte, si fuimos a la hora incorrecta pero estaba masificada. Los grupos de visitas eran demasiado numerosos. No se cabía en las salas para la explicación. Y había muchos grupos de visitas guiadas y a veces se solapaban unos con otros. No hicimos la visita completa. Nos desmarcamos del recorrido y lo realizamos por nuestra cuenta.
Cuando salimos de la visita comenzó a chispear, así que no nos demoramos y fuimos directamente a por el coche. Nuestra última parada del día era Santillana del Mar, allí nos esperaba nuestro hotel por varios días. Teníamos ya ganas de llegar.
Llegamos a Santillana del Mar bien entrada la noche, casi todo el mundo salía del pueblo, había una gran caravana de coche para salir y, sin embargo, el camino de entrada estaba totalmente despejado. Paré el coche en la puerta del hotel, sacamos las maletas y mientras ellos hacía el ingreso fui a aparcar el coche. No había ningún problema para aparcar el coche por la noche.
Salimos a dar una pequeña vuelta por el pueblo, pero estábamos cansados, la idea era encontrar un sitio cercano a hotel donde picar algo para cenar, y regresar al hotel a descansar. La temperatura era ideal y encontramos cerca del hotel un restaurante con terraza exterior y allí cenamos cachopo y patatas.No queríamos acostarnos tarde pues al día siguiente, otra vez, nos tocaría madrugar.
Llegamos a San Vicente de la Barquera con tiempo suficiente para dar un paseo antes de almorzar. Aparcamos en un parking que hay justo en el extremo norte del puente, al otro lado del Castillo del Rey. La vista desde este lado de la ciudad es imprescindible para los que visitan la ciudad. Cruzamos el puente a pie, ascendimos por la calle Padre Antonio por delante del Castillo del Rey hasta la Torre del Preboste y la Casa Consistorial, un poco más adelante estaba la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles. El conjunto es precioso. Descendimos callejeando, escalones abajo por la calle Arenal hasta la Avenida Miramar, también conocida como la Avenida de los Soportales. Toda la vida de la localidad está concentrada en los bares y las aceras de esa avenida. Vimos un hueco en uno de los que nos habían recomendado, restaurante La Folía, pedimos mesa, y mientras nos la preparaban en el soportal, picamos unos boquerones y unas anchoas estupendas en la barra. La comida fue fabulosa.
Dimos un paseo por los soportales. Bajamos por un lado de la avenida y de vuelta subimos por la otra. Contemplamos la Playa El Tostadero y la Playa La Maza.Y nos fuimos despidiendo porque aún teníamos varias visitas por hacer en el día.
Nuestro siguiente objetivo marcado para la jornada era Comillas, una localidad pequeña pero cargada de historia y muy monumental.
Comillas también estaba bastante animada, y encontrar aparcamiento nos llevó un buen rato. Finalmente tuvimos suerte y aparcamos a pocos metros de la Plaza de la Constitución, donde está situado el Ayuntamiento Antiguo de Comillas y la Iglesia de San Cristóbal. La Plaza es curiosa, es más bien un cruce de caminos, donde todo es carretera realizada de cantos de piedra, y prácticamente todos los edificios respetan la doble planta y balcones corridos. El conjunto es vistoso.
A pocos metros de allí, bajando por la derecha del Antiguo Ayuntamiento, llegas a un precioso rincón donde está la Fuente de los Tres Caños, la Torre de la Vega, y allí cerca la Oficina de Turismo. Allí nos recomendaron qué ver y también montarnos en el tren turístico. Eso hicimos.
El tren turístico hace un recorrido bastante completo. Comienza el trayecto dirigiéndose hacia la fabulosa playa de Comillas, pasa junto al cementerio y se puede admirar el Ángel Exterminador, contemplar desde la distancia la Universidad Pontificia de Comillas, que estaba en obras, y también el siniestro Palacio de los Duques de Almodóvar del Río de estilo victoriano, el Palacio de Sobrellano y la Capilla Panteón. Por supuesto recomienda la visita de El Capricho de Gaudí.
Lo primero que hicimos fue realizar la visita al Palacio de Sobrellano. La visita es fabulosa. Todo en conjunto: el edificio, el mobiliario, los cuadros, la historia, y todo muy bien explicado por la guía. Hasta los niños estaban boquiabiertos. La guía fue hilando la historia de la fortuna de Antonio López y López, Primer Marqués de Comillas, hasta su amistad con Alfonso XII y la visita del rey a la localidad. Todo muy ameno. Salimos muy contentos de la visita.
Dimos un rodeo y entramos a la visita de El Capricho de Gaudí. No sé si tuvimos mala suerte, si fuimos a la hora incorrecta pero estaba masificada. Los grupos de visitas eran demasiado numerosos. No se cabía en las salas para la explicación. Y había muchos grupos de visitas guiadas y a veces se solapaban unos con otros. No hicimos la visita completa. Nos desmarcamos del recorrido y lo realizamos por nuestra cuenta.
Cuando salimos de la visita comenzó a chispear, así que no nos demoramos y fuimos directamente a por el coche. Nuestra última parada del día era Santillana del Mar, allí nos esperaba nuestro hotel por varios días. Teníamos ya ganas de llegar.
Llegamos a Santillana del Mar bien entrada la noche, casi todo el mundo salía del pueblo, había una gran caravana de coche para salir y, sin embargo, el camino de entrada estaba totalmente despejado. Paré el coche en la puerta del hotel, sacamos las maletas y mientras ellos hacía el ingreso fui a aparcar el coche. No había ningún problema para aparcar el coche por la noche.
Salimos a dar una pequeña vuelta por el pueblo, pero estábamos cansados, la idea era encontrar un sitio cercano a hotel donde picar algo para cenar, y regresar al hotel a descansar. La temperatura era ideal y encontramos cerca del hotel un restaurante con terraza exterior y allí cenamos cachopo y patatas.No queríamos acostarnos tarde pues al día siguiente, otra vez, nos tocaría madrugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario