Andaba perezosamente zapeando por la inmensidad de la guía de Canal + cuando vi que tenían programado un documental sobre Ana Frank, titulado Ana Frank: La historia jamás contada. Supuse que el título era algo exagerado y fuera de lugar, porque no es solamente una historia que no haya sido contada jamás, sino que, al contrario, ha sido contada muchísimas veces. Lo estrenaban en National Geographic Channel, y sin pensarlo mucho presioné sobre la tecla de grabar.
Poco después, en unos de esos tiempos muertos que la vida te regala, me desparramé en el sofá a ver qué me encontraba por Mi Canal, cuando comprobé que ya se hallaba allí alojado el documental de la desafortunada Ana Frank. Sin pensarlo mucho me puse a verlo.
El documental no contaba, ni mucho menos, una historia jamás contada, pero sí mostraba la historia de una manera muy didáctica, con documentos serios y bien tratados. Se acercaba a la historia alrededor de Ana Frank y su familia sin olvidar los desastrosos días que le tocó vivir, dando un enfoque global a la vez que particular, con entrevistas a personas que conocieron a Ana antes de su infructuoso encierro y con algunas que coincidieron con ella después en los campos de exterminio. Además, durante el documental superponían fotografías actuales con las que tenían de la II Guerra Mundial, solapando los dos momentos, el actual y el de los primeros cuarenta. Sorprendentemente, se apreciaban menos diferencias de las esperadas después de tanta destrucción.
He tenido la fortuna de visitar en dos ocasiones Amsterdam, y en ambas visité la famosa casa de Ana Frank, y también leí no hace mucho su diario, y aún así la historia no ha dejado de sobrecogerme.
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