Hoy es el día del padre, además del santo de mi señora, mi hermano, mi suegra y mi madre.
Mi madre. Qué difícil se me hace pensar en ella en pasado. No lo consigo. Supongo que es pronto para asimilar algo así. Supongo que sí, que es sólo cuestión de tiempo, pero no puedo aún. No lo consigo. No quiero.
Mi madre. Qué difícil se me hace pensar en ella en pasado. No lo consigo. Supongo que es pronto para asimilar algo así. Supongo que sí, que es sólo cuestión de tiempo, pero no puedo aún. No lo consigo. No quiero.
La fecha de hoy era supuestamente una fecha alegre, de celebración, pero yo sabía que esta vez no era para mí. Lo sabía desde hace tiempo pero no quería admitirlo. Quería esquivarla, apartarla, dejarla pasar, encerrarla en el cajón de los malos recuerdos, pero no he sido capaz. No lo he conseguido. Lo admito.
A pesar de que me he visto obligado a salir madrugando de la cama, a pesar de que tenía que mantener mi cabeza en otros textos, a pesar de que he estado todo el rato rodeado de bonitas palabras, de que he reído, de que he compartido unas cervezas con unos amigos -más de dos y de tres-, a pesar de que un chaparrón ha enjuagado mis pasos, de que el cielo no se dejaba alcanzar, de que mi mirada andaba cabizbaja, a pesar de todo, me acordaba y varias veces he mirado mi móvil deseando hacer una llamada. Todo el día lo ocupé de un lugar para otro, de aquí para allá, rellenándolo, intentando así conseguir un imposible: olvidar.
Qué difícil, qué duro, que increíblemente complicado es querer llamar a alguien y no poder, porque sabes que no te va a coger el teléfono, alguien que no va a contestar porque no puede, porque no está, no está para hoy, ni para mañana, ni para ti, ni para nadie. No es.
Qué difícil se me hace pensar, asimilar, que no está, que no podré felicitarla, que no podré darle su regalo, o simplemente estrecharla entre mis brazos. Qué difícil es comprender que no, que no y que no.
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