jueves, 20 de diciembre de 2012

Sobre mi espalda

Abandoné el hospital con las manos en los bolsillos y la bolsa colgada del hombro, caminando en silencio en dirección al aparcamiento, sintiendo la fría y pesada luz de las farolas inclinándose sobre mi espalda. Localicé el coche accionando el mando a distancia, entré en el reducido habitáculo del conductor e introduje la llave para arrancar el motor, respiré hondo, y me ajusté el cinturón. Antes de arrancar abrí la puerta y saqué la cabeza al exterior porque sentí náuseas, unas terribles ganas de vomitar.

Tras varios intentos no vomité, pero me quedé con su mal cuerpo. Volví a cerrar la puerta del coche, eché la cabeza hacia atrás, sobre el respaldo. Cerré los ojos intentando devolverme la calma,  volví a respirar hondo y sentí que necesitaba salir de allí, de huir, arranqué el motor, como intentando escapar de aquella amarga situación, callejeé buscando la salida, esquivando otros coches, poniendo intermitentes, cambiando de carril, todo de manera casi autómata, rutinaria.

Ya en la autovía, minutos más tarde, conduciendo con las lágrimas derramándose por las mejillas comprendí que lo que me daba fatiga, lo que me producía un asco terrible era esta puta etapa de la vida que me está tocando vivir. Esta maldición de mierda que me ha caído encima. Bueno, no exactamente a mí.

3 comentarios:

David dijo...

Ánimo! Estas cosas son las que os deben unir más, momentos malos en la vida que se deben combatir con fuerza, entereza, unión, amor y calma... Triste situación, mucho ánimo y nuestro mayor abrazo de cariño!!!!

Os queremos!!!

David dijo...

Amigo y cuñado:

Me impresionó tanto tu texto que se lo enseñé a Cris... y claro, ella también se puso a llorar... sólo quería que supieras el gran cariño que os tenemos, que estamos con vosotros y que ojala por fuerzas desconocidas en la vida, todo pudiera cambiar de pronto y que hubiera un final feliz... es el deseo que albergamos en nuestros corazones.

Todo nuestro cariño!!

Salva dijo...

Muchas gracias por el apoyo.