Desde el martes a media mañana, cuando comencé a sentir frío, o más bien escalofríos, acompañados con algo de mareo y un intenso y persistente dolor de cabeza, he malgastado mi tiempo metido en la cama, abrigado hasta las orejas, a ratos con dos pijamas, uno encima del otro, al igual que con los cuatro calcetines más gordos que tenía en el cajón. Tan sólo levantándome ocasionalmente para ir al baño, o para picar algo sin ganas.
Tanto tiempo en la cama te deja el cuerpo apaleado, pero lo peor no han sido los mocos, o la tos, sino la imposibilidad de conciliar el sueño, malsufriendo cuatro noches completas en un duermevela insoportable. Cuatro noches y sus cuatro días completos en los que no dormí más de ocho horas en total y en ningún caso más de dos horas seguidas. Esa incapacidad de cerrar los ojos con provecho ha sido, sin duda, lo peor, porque han producido en mí un efecto de transitar por el presente como en un mal sueño.
Pero ya pasó lo peor y ya anoche dormí como un bebé, toda la noche de un tirón, algo poco habitual en mí incluso en mis mejores noches, y aunque todavía arrastro una tos tontorrona, así como mocos colapsando mis vías respiratorias, lo que ha desaparecido casi totalmente es el dolor de cabeza. Y ahora, justo antes de publicar este post, me doy cuenta y maldigo el momento en el que decidí colgar el post anterior, porque precisamente ahora sería el momento perfecto para incluirlo como aderezo de este post.
Tanto tiempo en la cama te deja el cuerpo apaleado, pero lo peor no han sido los mocos, o la tos, sino la imposibilidad de conciliar el sueño, malsufriendo cuatro noches completas en un duermevela insoportable. Cuatro noches y sus cuatro días completos en los que no dormí más de ocho horas en total y en ningún caso más de dos horas seguidas. Esa incapacidad de cerrar los ojos con provecho ha sido, sin duda, lo peor, porque han producido en mí un efecto de transitar por el presente como en un mal sueño.
Pero ya pasó lo peor y ya anoche dormí como un bebé, toda la noche de un tirón, algo poco habitual en mí incluso en mis mejores noches, y aunque todavía arrastro una tos tontorrona, así como mocos colapsando mis vías respiratorias, lo que ha desaparecido casi totalmente es el dolor de cabeza. Y ahora, justo antes de publicar este post, me doy cuenta y maldigo el momento en el que decidí colgar el post anterior, porque precisamente ahora sería el momento perfecto para incluirlo como aderezo de este post.
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