Una vez superadas las fiestas navideñas y metidos de lleno en los consecuentes regímenes para intentar perder algo de lo involuntariamente y de mala manera acumulado en los sucesivos atracones navideños, comilona tras comilona, por fin llega la hora del sacrificio, del ahorro de calorías y de intentar recuperar mi antigua curva de la felicidad en lugar de la rotonda que me rodea.
Es curioso cómo días antes de acabar la Navidad está uno deseando que termine para poder poner un poco de orden, no sólo en la alimentación, sino en su estilo de vida, ya sabéis: mejorar hábitos, ser más ordenado, dejar de ser tan trasto, etc... sin embargo, este período de buen rollito, buenas intenciones y demás, se hace más largo que la infancia de Heidi y termina, como cada año, a la primera oportunidad. ¿Qué le vamos a hacer? Así soy yo.
Es curioso cómo días antes de acabar la Navidad está uno deseando que termine para poder poner un poco de orden, no sólo en la alimentación, sino en su estilo de vida, ya sabéis: mejorar hábitos, ser más ordenado, dejar de ser tan trasto, etc... sin embargo, este período de buen rollito, buenas intenciones y demás, se hace más largo que la infancia de Heidi y termina, como cada año, a la primera oportunidad. ¿Qué le vamos a hacer? Así soy yo.
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