martes, 27 de enero de 2009

22 pulgadas

Lo normal cuando se rompe algo en casa, especialmente un aparato electrónico, es que resulte ser un enorme fastidio, sin embargo, cuando el sábado se rompió el monitor del ordenador, dentro de mí, y no muy en el fondo, me alegré. La verdad es que llevaba bastante tiempo con ganas de cambiarlo, y no es que no funcionara bien, porque no había dado ningún problema hasta entonces. Funcionaba y bien. Pero a veces las cosas ocurren cuando menos te lo esperas.

Como digo ya tenía ganas de cambiarlo, principalmente porque era un monitor antiguo, con una enorme joroba que robaba la mitad del espacio de la mesa. Tenía el teclado acojonado al borde del precipicio, los altavoces quedaban escondidos detrás de los lados del mamotreto, sin voz ni voto y cada vez que había que limpiar la mesa necesitaba la ayuda de media docena de obreros y una grúa para levantarlo.

Ahora, una vez sustituido por uno nuevo de 22 pulgadas, panorámico, de líneas esbeltas, delgadito como el novio de la Pataky. Frente a él, quiero decir a mi nuevo monitor, me siento como un niño con zapatos nuevos y puedo decir que nunca fue más acertado aquel refrán que dice que no hay mal que por bien no venga y así estoy en este momento, disfrutando mientras navego por estiradas páginas webs.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno, pues enhorabuena por la nueva compra... tal y como cuentas, tienes una maravilla de pantalla que ya me enseñarás...

Que os dé muchos ratos buenos!!!