sábado, 16 de octubre de 2021

Zaanse Schans

Desde el Castillo de Hooge Vuursche, como a unos cuarenta minutos en furgoneta, en una carretera sin cuestas, junto al río Zaan, se encuentra el famoso barrio de Zaanse Schans, con sus típicos molinos del siglo XVIII. La visita es muy recomendable, yo diría que obligatoria. El conjunto de los molinos, con los canales, el pueblo al otro lado de la rivera, el puente, el verde intenso de hierva húmeda, el sol presidiendo un cielo cristalino, el dulce olor a waffels y a chocolate caliente consigue que todo en conjunto sea una postal típica y encantadoramente holandesa.

Justo al inicio del recorrido, en el interior de una amplia edificación con hechuras de establo establecieron el punto de información. Allí te aconsejaban sobre la mejor de forma de realizar la visita. Delante de la fachada, en la cubierta, combinando los colores de las tejas se puede leer escrito en mayúsculas, la palabra Vrede, que según nos informamos significa Paz. ¡Qué palabra tan distinta para decir lo mismo!

Paseamos un buen rato muy apaciblemente, pues no teníamos ninguna prisa, la idea era disfrutar de un entorno tan hermoso. Visitamos una granja donde podíamos degustar distintos tipos de quesos típicos de la región. También pudimos ver a un operario realizar el proceso completo para crear un sueco de madera. Accedimos a viviendas y tiendas que se suponían que estaban decoradas tal y como lo estaban siglos atrás. Como si el tiempo se hubiera detenido o si nosotros hubiéramos tenido la posibilidad de viajar en el tiempo. 

Desde allí fuimos hacia Purmerend, que es una localidad cercana a Ámsterdam donde unos amigos nuestros tiene su casa y nos habían invitado a esa especie de cena temprana que practican los holandeses. Es una almuerzo tardío o una cena adelantada. Algo intermedio. Me agradó mucho visitar una vivienda holandesa y poder disfrutar de su hospitalidad. En la parte de atrás de la casa tienen un jardín que es la envidia de las revistas de jardinería. Desde el jardín  tienen acceso a un canal. No pude evitar imaginarme sentado leyendo en un día nublado junto al canal. Un lugar idílico. Todas las comidas que nos ofrecieron estaban deliciosas y las cervezas artesanales con las que me mimó el anfitrión, las disfruté de buen grado.

Desde allí regresamos a Almere, al mismo hotel en el que habíamos descansado la primera noche. Realizamos el check in nuevamente, volviendo a mostrar todos nuestros recientes certificados de vacunación. Todo en orden. Un esperado descanso en habitaciones comunicadas nos esperaba a nosotros cuatro.


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