Llegó a Fuengirola enmarcado en los conciertos de verano que se llevan a cabo en el Marenostrum un pequeño festival de jazz, Sohail Jazz. Fueron cuatro días de festival aunque sólo pude asistir a dos. El jazz me gusta, aunque reconozco que soy un párvulo en conocimiento de jazz, y si me sacan de los grandes nombres de la historia del jazz, ando más perdido que el ojo del maniquí.
El primer concierto al que asistí fue a cargo de Enrique Oliver (saxo) & Jaume Llombart (guitarra). Resultó muy íntimo aunque el entorno todavía con luz diurna no ayudaba. Tocaron temas que no conocía pero que me dejaron un muy buen sabor de boca. Ahora los estoy descubriendo por Spotify y la verdad es que los estoy disfrutando mucho. Tocaron con una sencillez y una delicadeza tan natural que parecía fácil. ¡Qué complicado conlleva hacer que las cosas parezcan sencillas!
Cuando ya había oscurecido llegó el turno de Zenet, que aunque yo no le hubiera colgado la etiqueta de cantante de jazz, lo cierto es que maridaba perfectamente. Se presentó con un trompetista, un ocasional violín y un guitarrista e hicieron maravillas yendo y viniendo de un estilo a otro. Interpretaron temas propios y temas clásicos en formato jazz y el concierto fue cogiendo un camino por el que todos entramos de forma magnífica. La noche acabó más redonda que la Luna que presidía sobre el Mediterráneo.
Dos días después, en la última noche del festival actuaba Diego Guerrero que es uno de los más destacados nombres de la fusión entre el flamenco y el jazz, que son en cierta parte, y a mi juicio, la raíz de lo mismo. Traía una banda maravillosa: al piano José María Pedraza Petaca, un catedrático de las teclas; en el bajo Iván Ruiz Machado, un cubano que casi presidía el escenario para rellenar cada hueco; a la percusión una bella israelí llamada Nasrine Rahmani, maravillosa. A la voz y la guitarra el elegante Diego Guerrero, que como él mismo afirmaba era un liante bueno, y lio a todo el que pudo y entre ellos a Dan Ben Lior a la guitarra que había participado en días anteriores en el festival y como andaba por allí, se apuntó al sarao, también a Sergio Albacete al saxo y a la flauta a Alejandro Escalera, que vivía cerca, y de entre el público a Juan José Suárez Paquete. ¡Imaginad! El final del concierto fue un recital de improvisación. Vamos a ver qué sale, decía. Y salió lo que sale cuando músicos estupendos tocan juntos. Tocaron Mambo influenciado de Chucho Valdés y aquello era... ¿saben el regusto que les queda cuando prueban su postre favorito? ¡Todos en pie a aplaudir!
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