Tenía ganas de comenzar un libro, algo breve y facilón para leer en una tarde solitaria que se me cruzó inesperadamente un sábado. No quise perder mucho tiempo en elegirla y, sin pensarlo mucho, comencé las primeras páginas de Sin noticias de Gurb de Eduardo Mendoza. El libro llevaba por casa sin que le prestara atención desde el mismo día en que me lo compré por una miseria en el rastro. Su anterior propietario había pintado en bolígrafo de color rojo y con letras voluminosas su nombre, apellidos y curso. 2º C. Exteriormente la edición estaba bastante bien cuidada, el interior era otra cosa. Si me hubiese fijado mejor cuando lo compré, no lo hubiera comprado. En fin.
El asunto es que comencé a leerlo. Sabía de qué iba porque en alguna ocasión había leído un párrafo que explicaba más de la cuenta. Me acomodé en la butaca del salón, de espaldas al balcón para aprovechar la luminosidad de la tarde. Uno de esos momentos anhelados. Prescindí de leer el prólogo -hay prólogos que quitan las ganas de leer-. Las páginas avanzaban rápido -letra gorda y párrafos cortos- pero sin embargo yo no paraba de retorcerme en la butaca. Cincuenta páginas después y seguía sin encontrar al escritor que yo esperaba. Nada. Unos personajes estrambóticos, una historia sin pies ni cabeza, absurda e irregular. Surrealista e infantil. No le cogí el punto en ningún momento.
No soy yo nadie para tirarle de la oreja al escritor catalán porque ya me ha ganado varias veces con otras de sus novelas, pero ésta le ha añadido un tanto de desconcierto a su bibliografía, y suma algo de desconfianza en mis siguientes lecturas suyas, de hecho, ahora mismo no me atrevería a empezar su última novela publicada, que creo recordar la describieron como la más alocada de sus novelas, así que mientras tenga presente el sinsentido de Gurb, creo que paso.
Por cierto en el prólogo, que leí a posteriori, compruebo que -según el autor- en realidad no iba a ser una novela, y que incluso no estaba seguro de querer publicarla, pero lo convencieron (error). Paradójicamente ésta puede que sea su novela más vendida.
No soy yo nadie para tirarle de la oreja al escritor catalán porque ya me ha ganado varias veces con otras de sus novelas, pero ésta le ha añadido un tanto de desconcierto a su bibliografía, y suma algo de desconfianza en mis siguientes lecturas suyas, de hecho, ahora mismo no me atrevería a empezar su última novela publicada, que creo recordar la describieron como la más alocada de sus novelas, así que mientras tenga presente el sinsentido de Gurb, creo que paso.
Por cierto en el prólogo, que leí a posteriori, compruebo que -según el autor- en realidad no iba a ser una novela, y que incluso no estaba seguro de querer publicarla, pero lo convencieron (error). Paradójicamente ésta puede que sea su novela más vendida.
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