martes, 23 de febrero de 2016

Ser mejor

Una vez leí que aprendemos a ser competitivos antes que a ser exigentes. Y no hay que pararse mucho a meditar para comprender que es una afirmación muy cierta, desafortunadamente cierta. Vivimos en una sociedad competitiva, en una nación competitiva porque somos una raza competitiva, pero, en cambio, somos exigentes como individuos pero no como sociedad. Es así. En general, con ser mejor que el de al lado nos conformamos. Estamos felices y contentos si conseguimos superar al que tenemos cerca, que es bastante más sencillo que superar al que tenemos más cerca, porque nadie está más cerca de nosotros que nosotros mismos.

La clave de esto ocurra así -a mi juicio- es la satisfacción. Estamos satisfechos con ser mejores que nuestro vecino, nuestro compañero, o nuestra competencia y no es nada malo conseguirlo siempre y cuando los métodos sean éticos, pero, en realidad, lo  verdaderamente deseable sería que intentásemos ser mejor que nosotros mismos, mejorar como personas, superarnos, ser exigentes con nosotros mismos, independientemente de que seamos mejor que nuestro vecino o no. Esa superación personal es a mi parecer, en parte, una de las claves de la felicidad. El orgullo de saber que se hacen las cosas bien.

Saber priorizar la exigencia personal sobre la competencia social es el secreto encubierto para alcanzar la felicidad.
 

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