Desde el pasado siete de julio hasta hoy me he levantado todos los días 10 minutos antes de los normal. Como cada año por estas idénticas fechas no quiero perderme el encierro diario de los Sanfermines, así que programo el despertador un poco antes y me deslizo aletargadamente desde la cama hasta el sofá del salón para disfrutar del encierro.
Los tres primeros días los vi solo, el cuarto se apuntó mi santa, que en el quinto se desapuntó, pero en cambio se apuntó mi pequeña Sofía, de nueve años, y el día siguiente Miguelito, de seis, y desde ese día todos -incluida mi señora- me pedían que los despertase para ver los encierros. Los tres últimos días la familia al completo nos sentamos cinco minutos antes de las ocho en punto de la mañana para ver los Sanfermines. Hoy ha sido el último encierro de las fiestas de 2015.
No se me ocurrió mejor manera de despertarlos que cantarles el clásico cántico de los mozos a San Fermín:
¡Viva San Fermín! ¡Viva!
Ahora todos se los saben y hasta lo cantamos a coro. ¡Hasta el año que viene!
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