martes, 7 de julio de 2015

El dormilón

Soy un hombre de dormir poco. Quiero decir que no soy de perezosas mañanas de domingo en la cama, al contrario, soy más de apagar el despertador y saltar de la cama. Es más, la mayoría de las veces estoy despierto bastante antes de que suene el despertador.

Sea por lo que sea no suelo dormir mucho más allá de seis horas, tal vez siete pero casi nunca ocho y jamás nueve.  La siesta la echo, como mucho, un par de veces al mes, porque con el horario partido del trabajo me es imposible y los fines de semana están tan cargados de actividades que en la mayoría de las ocasiones ni contemplo la posibilidad de echar una cabezada en el sofá. Con todo, no suelo ir bostezando por la vida. Al contrario, desde el minuto uno que he puesto el pie junto a la cama ya me siento cien por cien despierto.

Mi momento más perezoso y aletargado del día es después de la comida. Me levanto de la mesa a recoger los platos y mi cuerpo me está pidiendo un descanso y mi mente aún más, pero poco a poco, con más esfuerzo que voluntad voy ganándole terreno al sueño. 

Sin embargo, este último fin de semana algo ha pasado. Les cuento: Llevo como tres semanas que sufro unos intensos picores por los dos brazos, que en principio intenté ignorar, hasta que ya era tanto lo que me rascaba que pareciera que tuviera pulgas por los brazos, de manera que comencé a tomarme un antihistamínico cada noche antes de acostarme y los picores comenzaron a remitir, pero tan pronto dejé de tomármelos los picores regresaron con inquina. Así que decidí ir al médico.

El jueves pasado el médico me duplicó la dosis y me aconsejó combinar los dos antihistamínicos, los que yo me automediqué primeramente y el que él me acababa de prescribir, y me advirtió que entre los efectos secundarios estaba la somnolencia, y que si tenía que conducir que lo tuviera en cuenta. Yo ya había escuchado todo eso de que los fármacos producen somnolencia y hasta la fecha, me afectaba tanto como la subida en bolsa del Yen -que puede que me afecte pero no soy consciente-, aún así, como no tenía que conducir, no problem.

El caso es que este fin de semana he dormido como nunca. He ido a la playa el viernes y el domingo, en ambos días me eché una tremenda siesta en primera línea de playa, el sábado -no podía ser menos- la disfruté en la cama con el aire acondicionado refrescando mis sueños.  Desperté tarde los tres días y además me acosté pronto. El sábado, a media mañana, mientras todos en casa habían ido a la piscina y yo me quedé en casa leyendo, y en realidad no avancé mucho más de tres páginas, mientras que el domingo, al regresar de la playa, después de la ducha, me quedé dormido esperando la hora de la cena. ¡Increíble!

Mi niño cansado de que yo durmiera tanto me preguntó: ¿qué te pasa papá? ¿estás malito?

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