Pasé a última hora del día antes de que se pusiera a la venta la esperada novela de Javier Marías por mi librería habitual, y ya la tenían a la venta, y como quiera que yo mantenía unos euros apartados para la novela desde el día de mi cumpleaños, allá por el mes de junio, me la llevé para casa. No era mi intención adentrarme en lo malo por empezar hasta pasados unos días, porque estaba en otras lecturas y llega un momento en el que si simultaneo más de la cuenta, al final, voy dispersándome en las lecturas y, según qué casos, se me terminan atrancando unas y tomando ventaja otras. Y me da la impresión de que soy injusto y bastante desequilibrado a la hora de leer.
No era mi intención, decía, pero llegué a casa y no había nadie aún. Mi santa estaba fuera con los niños y yo me tiré en el sofá desgajado y machacado después de un día bastante ajetreado. Como estoy a régimen, antes de tenderme en el sofá agarré una hermosa y sonrojada manzana y me la llevé conmigo junto con la novela al salón. Comencé a leerla y cuando llegaron los niños y la santa, ya había leído unas cincuenta páginas. La manzana, sin embargo, estaba aún casi entera sobre la mesa. Apenas le había dado tres o cuatro mordiscos. La había olvidado por completo. Fue mi mujer la que me advirtió sobre la manzana abandonada sobre la mesa junto al sofá.
No era mi intención, decía, pero llegué a casa y no había nadie aún. Mi santa estaba fuera con los niños y yo me tiré en el sofá desgajado y machacado después de un día bastante ajetreado. Como estoy a régimen, antes de tenderme en el sofá agarré una hermosa y sonrojada manzana y me la llevé conmigo junto con la novela al salón. Comencé a leerla y cuando llegaron los niños y la santa, ya había leído unas cincuenta páginas. La manzana, sin embargo, estaba aún casi entera sobre la mesa. Apenas le había dado tres o cuatro mordiscos. La había olvidado por completo. Fue mi mujer la que me advirtió sobre la manzana abandonada sobre la mesa junto al sofá.
A la hora de dormir, después de acostar a los niños, tranquilos en la cama (mi lugar de lectura más habitual), seguí leyendo y adentrándome en el mundo del escritor madrileño, el cual, creo, ha utilizado en mayor medida que en otras de sus novelas parte de sus recuerdos y de su biografía. Pero esto es una apreciación muy personal. La novela fue enganchándome página a página.
La novela tiene episodios de verdadero deleite, y Marías mueve la pluma, o debería decir: pulsa las teclas de su máquina de escribir, con una intención medida en cada uno de sus párrafos. Es una novela bastante redonda, quizás de las más redonda de las novelas de Javier Marías, con muchos temas principales que vienen a cuento con las idas y vueltas en la vida del protagonista. No es la novela de Marías que más me ha gustado pero sí es una buena novela. La recomiendo.
Pd: Siguen apareciendo algunos de los personajes habituales en sus novelas, lo que a mí, la verdad, me divierte bastante.
Pd: Siguen apareciendo algunos de los personajes habituales en sus novelas, lo que a mí, la verdad, me divierte bastante.
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