Shakespeare escribió, creo que fue en Julio César: ¡Qué poca música en sus almas! Esta frase sintetiza en gran parte uno de mis pensamientos principales. Aquellas personas que aman la música, aquellas que son capaces de dedicar parte del preciado y escaso tiempo que disponemos a lo largo de nuestras vidas, simplemente a escuchar y disfrutar de la música, no pueden ser otra cosa que distintos que aquellos otros que no son capaces de sentir la sensación de disfrutar de la música, que no llevan música en sus almas. Una persona sin música en su alma se me antoja una persona agria, seca, sin vida.
Cuando una persona me habla con entusiasmo sobre una canción o sobre un concierto, o sobre cualquier gusto musical que tenga, inmediatamente entre esa persona y yo nace un vínculo especial, invisible, sí, pero que une más que muchas palabras huecas. Amo inmensamente la música y escuchar a una persona afirmar que no puede vivir sin música o que escucha música a todas horas, es para mí, un aviso importante de mi afinidad con ella.
Nietzsche dijo: "la vida sin música es un error" y estoy de acuerdo con él.
Cinema Paradiso me hizo llorar la primera vez que la vi, y la segunda, y la tercera y casi cada vez que escucho el tema principal, como ahora mismo; y es que la música arrastra sentimientos que van más allá de la razón. Si no la han visto nunca, créanme si les digo que están cometiendo un grave delito.
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