Hoy me apetece contarles una anécdota que la semana pasada mi mujer y yo rememorábamos. Ocurrió hace ya unos cuatro o cinco años. Sitúense:
Ciudad costera mediterránea, verano, alrededor de las dos de la tarde, el sol dando pellizcos. Mi señora y yo decidimos hacer un alto a la sombra de una terraza para descansar y humedecer el gaznate y, de paso, echar algo de alpiste al estómago. Para abrir boca. Nos sentamos uno enfrente del otro, colocamos la carta plastificada que había sobre la mesa, de manera que los dos pudiésemos leerla y se nos acercó el camarero con una libretilla de comanda en una mano y en la otra un bolígrafo apuntando -imagino- el número de mesa.
Un tubo y una Coca-Cola light le dije. Seguidamente pregunté, ¿tienen rusa?
El camarero, sin pensar mucho, contestó: No, creo que es ucraniana.
¿? Momento de silencio, miradas de estupefacción entre mi señora y yo.
- Quiero decir que si tienen ensaladilla rusa, añadí.
- Ah, sí sí. Creí que me preguntaban por la mujer de la cocina.
Ahora sí, momento irrepetible de carcajadas y lágrimas por la mejilla. Sin poder articular palabra. El camarero viendo que no íbamos a ser capaces de pedir nada durante un rato, se dio la vuelta y fue mientras a por las bebidas.
Desde entonces, cada vez que paso por la puerta del bar se me tuerce una sonrisa en la cara. Y también, desde ese día, suelo pedir ensaladilla rusa anteponiendo siempre la palabra ensaladilla.
Espero que les haya gustado nuestra verídica historia.
Ciudad costera mediterránea, verano, alrededor de las dos de la tarde, el sol dando pellizcos. Mi señora y yo decidimos hacer un alto a la sombra de una terraza para descansar y humedecer el gaznate y, de paso, echar algo de alpiste al estómago. Para abrir boca. Nos sentamos uno enfrente del otro, colocamos la carta plastificada que había sobre la mesa, de manera que los dos pudiésemos leerla y se nos acercó el camarero con una libretilla de comanda en una mano y en la otra un bolígrafo apuntando -imagino- el número de mesa.
Un tubo y una Coca-Cola light le dije. Seguidamente pregunté, ¿tienen rusa?
El camarero, sin pensar mucho, contestó: No, creo que es ucraniana.
¿? Momento de silencio, miradas de estupefacción entre mi señora y yo.
- Quiero decir que si tienen ensaladilla rusa, añadí.
- Ah, sí sí. Creí que me preguntaban por la mujer de la cocina.
Ahora sí, momento irrepetible de carcajadas y lágrimas por la mejilla. Sin poder articular palabra. El camarero viendo que no íbamos a ser capaces de pedir nada durante un rato, se dio la vuelta y fue mientras a por las bebidas.
Desde entonces, cada vez que paso por la puerta del bar se me tuerce una sonrisa en la cara. Y también, desde ese día, suelo pedir ensaladilla rusa anteponiendo siempre la palabra ensaladilla.
Espero que les haya gustado nuestra verídica historia.
1 comentario:
jajajajaja... que buena la anécdota!!! Pues sí, me ha encantado... si llego yo a estar allí, también me habría puesto a llorar...
En fin, tomo nota de la anécdota para evitar situaciones así...
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