domingo, 21 de agosto de 2022

Londres día 3

Una vez más despertamos pronto, había muchas cosas que ver y muchas actividades previstas. Bajamos al semisótano del hotel donde servían el desayuno y seguidamente fuimos a un supermercado de la cadena Tesco cercano al hotel para comprar botellas de agua que llevar en la mochila. Ya que estábamos tan cerca del Hospital Saint Mary nos acercamos a ver la entrada por la que todos los días entraba Alexander Fleming a su laboratorio, donde descubrió la penicilina, gracias a la cual se han salvado y se siguen salvando millones de vidas en el mundo, entre ellas la de mi madre. Así que, consecuentemente, me acerqué a dar las gracias en memoria de Fleming frente a la placa que está a la entrada del laboratorio.

Nuestro primer destino turístico del día era ir a Notting Hill, y para ellos cogimos un autobús, que aunque es algo más lento que el metro, te permite disfrutar de las vistas de la ciudad. Notting Hill es un lugar pintoresco. Era domingo y no estaba montado el mercadillo y éramos muy pocas personas caminando por la calle, por lo que se perdía parte del atractivo del bullicio pero nos permitía verlo todo limpio y más rápido.

Semanas antes de este viaje, preparando nuestra visita en casa, vimos la película de Notting Hill, protagonizada por Julia Roberts y Hugh Grant, con la intención de venir a visitar parte de los lugares de la película. El primer sitio que visitamos fue la famosa puerta azul de la casa de Hugh Grant, fue un poco decepcionante porque aunque la puerta azul está allí, estaba garabateada con spray. Una pena que afea mucho las fotos.  Paseamos por Portobello y fuimos a la librería de la película que si no sigue la misma sí se mantiene el interior y la fachada principal.

Notting Hill es un barrio pintoresco, muy fotogénico y es fácil perderse callejeando. De hecho es uno de los atractivos principales, pasear y ver las casas adosadas de colores, lo que ellos conocen como mews. Recuerdo en una de mis anteriores visitas a Londres que Pepi y yo paseamos un sábado con todo abarrotado de gente, entre tiendas de antigüedades y ropa, y que terminamos comiendo unos típicos pasteles de carne (meat pie) acompañados de una buena pinta de cerveza. ¡Qué recuerdos!

Salimos de Notting Hill por la línea circular del metro hacia South Kensington, pues queríamos visitar el Museo de Historia Natural. Un museo que me encanta. El edificio de por sí ya es maravilloso, pero es que además, soy un amante de la naturaleza. Siempre que visito el museo -y ya van unas cuantas- aprendo algo. El museo es gratuito y era domingo, así que pueden imaginar que no estábamos solos.

Ahora y desde hace unos pocos años, en la entrada del museo hay colgando el esqueleto de una colosal ballena azul "Hope", que sustituye al anterior no menos impresionante diplodocus. Cualquiera de los dos es una asombrosa bienvenida para el visitante. La zona de animales extintos te da mucha pena visitarla y la parte de los minerales es increíble. El museo estaba a rebosar y hacía bastante calor dentro de él, si bien en la zona de los volcanes tenía su lógica, en la zona polar, daba la impresión de que aquello se derretía, de manera que salimos buscando un lugar donde avituallar rápido y tirar para nuestro siguiente objetivo en el día. 

Hicimos la parada de refresco en Zetland Arms, un pub cerca de la estación de South Kensinton  que estaba abarrotado de aficionados con la camiseta del Chelsea, que esa misma tarde disputaba su partido de Premier frente al Tottenham. Miguel me miraba como dispuesto a irse a ver otro partido de Premier, pero ni teníamos entradas ni todo iba a ser fútbol. Charlamos con unos pocos aficionados del Chelsea, brindé con ellos con una pinta, les deseamos suerte y salimos en el metro en dirección a Camden Town.

Camden Town siempre es divertido de visitar, siempre está vivo pero los domingos más. A los niños se le salía las pupilas de las órbitas de los ojos. Pocos barrios he visto en mi vida que atrapen tanto la atención como Camden Town. Todo está hecho para llamar la atención. Es un barrio multicultural por excelencia. Fuimos hacia el muelle, Camden Lock, y giramos antes al Mercado y curioseamos dejándonos llevar por el olor a especias que nos llegaba desde sus múltiples pasajes, porque Camden es un laberinto de tiendas.

Picamos cosas de aquí y de allí. Miguel se pidió una especie de kebab de relleno de carne pero con forma de rollito de primavera, Sofía una comida que básicamente era queso y Pepi y yo compartimos un par de platos de comida oriental. Ya ven que hay comida para todos los gustos y, en mi caso, una buena pinta no podía faltar. Nos acercamos a la estatua de Amy Winehouse, que pusieron recientemente tras su muerte en este barrio. También visitamos una tienda que últimamente ha ganado en popularidad, Cyberdog. Sofía tenía ganas de entrar.

Antes de abandonar Camden, aún pillamos una especie de donuts caseros que ya tomamos Pepi y yo en nuestra última visita al barrio en 2009, y también, ¿Cómo no? Miguel nos sacó una camiseta de la selección inglesa. Una imitación, claro. Nos dirigimos al metro y salimos en la estación de Leicester por Charing Cross Road (¡Qué libro tan bonito!) y giramos en Little Newport St y nos adentramos a algo similar a China Town en el Soho. Vistamos Leicester Square, y desde allí callejeando por King St hasta Covent Garden. Nos sentamos juntos en un banco y vimos al mundo pasar. 

Decidimos buscar un Pub con terraza y sentarnos a tomar algo. Londres está llena de Pubs. Siempre que he ido a Londres he visitado los Pubs, son historia de Reino Unido. Tienen pintas de cervezas de muchas marcas, comida típica, buen servicio y precios populares, aunque cada vez menos populares. Fuimos a uno que se llama The Nags Head. Y ahí dejamos que la noche se echara sobre nosotros. Desde allí ya todo fue montar en metro, llegar al hotel, ducharnos y dormir.

Al día siguiente todavía nos dio tiempo a un par de aventuras por Londres. Primero nos acercamos a Norfolk Square, justo frente al hotel, para hacernos una foto con Paddington, el famoso oso de la literatura infantil británica y seguidamente nos dirigimos en metro hacia Tower Hill.

Fuimos a visitar la Torre de Londres. Hicimos el tour completo por el castillo. Vimos la torre blanca del siglo XI, mandada a construir por Guillermo el Conquistador, con su escalera de caracol y su capilla interior, también pudimos contemplar a los famosos cuervos, "auténticos" protectores de la corona y a los Beefeaters, la puerta de los traidores, o puerta a la prisión medieval de la torre, y por supuesto las joyas de la corona.

Regresamos a Paddington y fuimos directos a The Pride of Paddington, un pub típico del barrio donde me tomé el mejor fish & chips de estos tres días por Londres y de esta jugosa manera dijimos adiós a esta hipnótica ciudad. Ya sólo quedaba una larga vuelta a casa: cogimos nuestro equipaje y nos dirigimos primero en metro y después en tres hasta el aeropuerto de Luton, que iba a suponer mi estreno allí. A eso de las seis de la tarde dijimos bye bye en un avión de Wizzair.

Detrás quedaron tres días en Venecia y otros tres días en Londres. En lo que empezó como una idea algo disparatada, enlazando dos ciudades que poco tenían que ver entre ellas, nos sirvió para ver muchísimas cosas y vivir otras muchas. Sofía tras ser preguntada qué le había parecido el viaje lo resumió de una forma sobresaliente: Venecia ha sido música clásica y Londres, Rock n' Roll. Poco más que añadir.

 

Pd: El Chelsea vs Tottenham acabó 2-2.

sábado, 20 de agosto de 2022

Londres día 2

Desde la ventana del hotel se veían los patios interiores del barrio. Un despertar brumoso y perezoso. Por delante un intenso sábado en Londres. Teníamos muchas actividades previstas por vivir. Iba a ser un día largo pero se nos iba a pasar volando. ¿A quién no le gustan esos días?

Desayunamos en el hotel y fuimos andando hacia Hyde Park. Pasamos por delante de St John's Church, que es una iglesia anglicana y como la encontramos abierta, entramos. No tiene tanta historia ni tanta solera como otras iglesias londinenses, es una iglesia gótica del s. XIX pintada de blanco con una vidriera clásica y sobria. Daban ganas de sentarse en uno de sus aparentemente incómodos bancos a leer. Luego, caí en la cuenta de que llevaba puesta una camiseta que llevaba impreso en grande Bad Religion. Decidí que era mejor salir.

Nuestra visita en Londres coincidía con una de las olas más calurosas y secas de su historia. Hyde Park estaba desconocido. El césped había desteñido su verde vivo por un amarillo apagado. Parecíamos estar viendo una estampa apocalíptica. Nos acercamos a fotografiarnos en el Marble Arch y les expliqué a los niños que está inspirado en el Arco de Constantino de Roma y el Arco de Triunfo de París y, a mi juicio, puede que de los tres, éste sea el más elegante, tal vez por aquello de estar revestido con mármol de Carrara.

El paseo por Hyde Park, aunque algo marchito, siempre es un paseo agradable. Entre las fuentes, las estatuas, el Speaker's Corner, los árboles monumentales, las ardillas correteando de un árbol a otro. Siempre hay gente haciendo deporte en Hyde Park. Siempre hay gente paseando en Hyde Park. Y aunque pareciera un secarral da gusto encontrar una amplísima zona verde dentro de una ciudad.
 
Salimos de Hyde Park junto a la estatua de Aquiles de camino al Arco de Wellington para llegar a Buckingham Palace, y desde allí con algo de prisa nos encaminamos hacia Trafalgar Square donde comenzaría nuestra visita guiada por Londres. Aunque habíamos salido con tiempo para entretenernos por el camino, o espabilábamos o llegábamos tarde, y a mí no me gusta llegar tarde a nada.

El guía comenzó explicando Trafalgar Square, su historia, sus edificios principales, sus monumentos y sus curiosidades, desde allí continuamos por Pall Mall y se detuvo delante del Athenaeum Club, contándonos que es uno de los clubs de caballeros más exclusivos de Londres entre cuyos miembros han estado personalidades tan ilustres como Churchill, Conan Doyle, Conrad, Darwin, Dickens Michael Faraday o Yeats. Me hubiera encantado poder echar un vistazo por dentro, pero sigue siendo un club exclusivo a miembros, aunque según nos contó, ya se permite el acceso a mujeres. Ya ven que el paseo por Pall Mall es uno de los más elitistas que existen.

Al final de la calle está el Palacio Real de estilo Tudor con su ladrillo rojo, con sus torres octogonales y el reloj central. Construido por encargo de Enrique VIII, y finalizado el mismo año en el que Ana Bolena perdió la cabeza, no sé si me explico adecuadamente. Que le dieron matarile, vamos. Lo que sí parece documentado es que en el Palacio de St James residió Isabel I, hija de ambos, también conocida como la Reina Virgen, y que allí esperó las noticias de cómo la Armada Invencible no fue tan invencible. No cabe duda de que es un sitio bien cargado de historia.

Nos acercamos a Buckingham Palace, donde en ese momento se suponía que estaba Isabel II y tras hacernos unas fotos y el guía explicarnos un poco de su dilatada historia cruzamos por St James's Park, -posiblemente el parque más bello de Londres- en dirección a la Abadía de Westminster. Otro de mis lugares favoritos de Londres. No entramos, no disponíamos de tanto tiempo en la visita pero es un lugar que recomiendo encarecidamente visitar.

La visita guiada continuaba, pero Miguel y yo teníamos algo pendiente por hacer. Eran más de la una y media del medio día y teníamos que irnos en dirección al Emirates Stadium. Un partido de la premier nos estaba esperando allí. Nos despedimos del guía, de Pepi y Sofía que sí continuaron la visita, y Miguel y yo nos encaminamos hacia la primera bocana de metro que vimos accedimos buscando una conexión en dirección a Arsenal, la estación más cercana al estadio.

Ya en el mismo metro había un gran ambiente futbolístico in crescendo. Conforme más nos acercábamos a la estación el metro se fue llenando de camisetas blanquirrojas. Nada más salir de la estación de metro le compré a Miguel una camiseta del Arsenal en un puesto callejero, que eligió con el nombre de Gabriel Jesus, y a pocos metros de allí nos tomamos unas hamburguesas de esas que se miden en cuartos de libra, que estuvo muy rica por cierto.

Miguel estaba algo emocionado por vivir la experiencia, y yo -he de confesarlo- también lo estaba un poco. Fue un estupendo partido de fútbol. Segunda jornada de la Premier League. Sesenta mil personas en el estadio. Todo vendido. Unas localidades estupendas, un día soleado y los jugadores estaban con ganas. Arsenal 4 - Leicester 2 (Gabriel Jesús 2, Xhaka y Martinelli; Saliba p.p. y Maddison). Además, pudimos ver a Odegaard, Zinchenko, Thomas Partney, Saka o Vardy entre otros. Fue una fiesta absoluta.

Salimos del estadio muy contentos. Cogimos el metro para reencontrarnos con Pepi y Sofía, que estaban esperándonos en un Starbucks junto a Cavendish Square Garden, cerca de Oxford Street, con María del Mar, una prima de Pepi que vive en Londres. Así que allí nos encontramos, tomamos un café y seguidamente fuimos todos juntos a montarnos en un bus de esos de dos plantas. Ella continuó en el autobús de camino a su casa mientras que nosotros nos bajamos una vez cruzado el Westminster Bridge.
 
Todavía hacía un día limpio y luminoso, había gente por todas partes y decidimos acercarnos a ver el London Eye desde cerca, aunque no nos montamos, pensamos que sería mejor idea pasear por el South Bank, que es un paseo muy agradable y a esas horas estaba muy animado. Había gente hasta en la minúscula playa que da al Thames. Continuamos nuestro paseo por delante de la icónica torre del Tate Modern, el Shakespeare's Globe y desde el centro del London Bridge tuvimos unas estupendas vistas del atardecer sobre Tower Bridge con el rascacielos The Shard a nuestra derecha. Fue un paseo estupendo para ir diciendo adiós a un día tan completo y, además, ya veníamos arrastrando un buen tute en nuestros pies, de manera que nos pareció que lo más conveniente iba a ser coger un metro a los pies del puente, en la estación de London Bridge y desde allí ir directos hasta Paddington, donde nos esperaba, aunque aún no lo sabíamos pero lo imaginábamos, un buen plato de fish & chips antes de regresar al hotel. 

viernes, 19 de agosto de 2022

Londres día 1

El día comenzó con un chaparrón de agua. Justo cuando salíamos del hotel en busca de un taxi que nos llevara al Aeropuerto Marco Polo es cuando más apretaba la lluvia. Fue un visto y no visto, pero suficiente para que tuviéramos que darnos unas carreras con las maletas.

Al llegar al aeropuerto nos enteramos que nuestro vuelo a Londres iba con retraso. Al final el retraso no fue tanto y poco después de las doce del medio día aterrizamos en Gatwick. Un tren, varios metros y un paseo más tarde llegamos al hotel que habíamos reservado por Paddington.

Nada más entrar al hotel nos llevamos una grata sorpresa porque uno de los mayores atractivos para Miguel en Londres era ir a ver un partido de la Premier y en la misma recepción nos facilitaron la posibilidad de acceder a un par de entradas. No desperdiciamos la oportunidad. Miguel se puso contentísimo.

Pepi no estaba tan contenta al ver que nuestra habitación cuádruple estaba en una segunda planta sin ascensor, ascendiendo por una empinada y estrecha escalera enmoquetada, y que además no había aire acondicionado (algo que ya sabíamos desde que hicimos la reserva porque en Londres normalmente no es necesario), pero las predicciones eran que iba a hacer bastante calor y para colmo el baño era minúsculo. 

Eran casi las cuatro de la tarde cuando salimos del hotel. El navegador me decía que estábamos a 1,3 millas hasta la hamburguesería en Marylebone, Honest Burguer, cerca de Oxford St, que es el lugar que yo había mirado desde casa para comer ese día, algo cercano y rápido. Así que ligeritos fuimos hacia allí. Londres nos esperaba y había mucho que ver.

Oxford un viernes por la tarde no podría estar más que abarrotada. Así fue. Los ojos de los niños estaban como platos. Autobuses rojos de dos plantas circulando con el sentido cambiado. Las bocanas de las estaciones de metro por las que  fuimos pasando se tragaban y escupían a la muchedumbre. Las singulares cabinas de teléfono. Con el día soleado Bond Street y Oxford Street era un hervidero. Cruzamos por el SoHo que estaba animadísimo. Carnaby street parecía una feria. Yo quise acercarme a la llamativa tienda de Jack White, Third Man Records, en Marshall street, pero estaba cerrada. En Londres tienen unos horarios muy raros. Puedes comer a cualquier hora pero sólo comprar discos hasta las seis.

Fuimos por la curvilínea Regents Street en dirección a Piccadilly Circus. Creo que es una de las mejores formas de llegar al centro de Londres. Habíamos pasado de los canales de la piccola Venezia a las transitadas calles de la Big City en cuestión de pocas horas. 

Siempre hay gente delante de la escultura de Eros. Piccadilly un punto de reunión muy común en Londres. Supongo que la inmensa pantalla en la esquina es un buen reclamo. A una sociedad arrodillada delante de la televisión, la espera frente a la publicidad puede suponer un alivio. Que sea un cruce de caminos y que tenga estación de metro seguro que también ayuda.

Bajamos  por la teatral Haymarket y giramos en Pall Mall hacia The National Gallery y Trafalgar Square. Allí le conté mi batallita a los niños de que o me había subido sobre el león del monumento al almirante  Nelson. La torre georgiana de St Martin in the Fields puede servir de ejemplo diferencial entre la arquitectura italiana y la británica. 

Continuamos nuestro recorrido junto a la estatua Ecuestre del Charles I hacia los edificios gubernamentales de Whitehall: Scotland Yard, el edificio del Ministerio de Defensa y por supuesto Downing Street donde pudimos ver a la guardia real. Los niños estaban pendientes de la inmovilidad de los guardas custodiando el acceso, en cambio, yo recordaba la de veces que vi a Margaret Thatcher, la mujer de hierro, o la icónica foto de Winston Churchill abandonando la número 10 de Downing Street con la mano levantada haciendo el símbolo de la victoria.

Al final de la calle, en el Parliament Square Garden está la imponente escultura de Winston Churchill, y a pocos metros la de Mahatma Gandhi, dos grandes personajes de la historia, ambos luchadores por la paz. Descansamos brevemente sentados en la plaza, con un ojo en la Abadía de Westminster y el otro en el Big Ben, que estaba recientemente remozado y como disfrutábamos de un día soleado el Big Ben estaba resplandeciente como un totem azteca, y como si un embrujo o magnetismo divino nos atrajese nos dirigimos hacia él. Las vistas desde Westminster Bridge sobre el Támesis o el Thames, hacia el Palacio de Westminster es impresionante, una de las más icónicas vistas de Londres.

Decidimos volver junto al Támesis en dirección a la National Gallery que, como era viernes, tenía sus puertas abiertas hasta las 21:00. La mayoría de los museos de Londres son de acceso gratuito, lo que es una costumbre y una apuesta por la cultura muy a elogiar. Así que aprovechamos que era gratis y que cerraba tarde para hacer una visita rápida. Aún así, tuvimos tiempo para disfrutar de obras de Turner, Veronese, Degas, Cezanne, Gauguin, Rembrandt, Vermeer, Van Gogh, Picasso o algún paisaje veneciano de Canaletto, que al menos yo, una vez que ya has estado en Venecia, contemplé de otra forma.

Estábamos cansados, el día había comenzado muy temprano cargando con el equipaje bajo la lluvia en Venecia, y ahora acabábamos de salir de la National Gallery, Así que cogimos el metro en Charing Cross y salimos en la estación de Paddington, junto al hotel. Quisimos ir a un pub, pero nos dijeron que por la noche no se puede acceder con niños, así que fuimos a un local típico donde sirven Fish & Chips y eso me pedí. Un final muy british para acabar el día.

jueves, 18 de agosto de 2022

Venecia día 3

El tercer día nos dimos algo de descanso, nos permitimos despertar media hora más tarde y desayunamos con más tranquilidad que los días anteriores. El desayuno era maravilloso, la verdad. Cerca del hotel había un mercado de abastos y nos acercamos a curiosear los productos y los precios. Uno comprende que realmente uno no ha abandonado el Mediterráneo cuando ve las mesas de pescados expuestos.

En el autobús y en los transportes públicos italianos aún había que ponerse mascarillas. Nos resultaba raro ir todo el día sin ellas y luego ponérselo para los transportes. Ese día teníamos previsto visitar Basílica de San Marcos y, para llegar pronto, decidimos coger el vaporetto frente a la estación de tren. Llegamos a eso de las 10:30 y por la larga cola que encontramos comprobamos que no fuimos los únicos con la misma idea. 

Estuvimos casi cuarenta minutos de cola para acceder, y Sofía estaba indignada, no tanto por la cola sino porque le hicieron comprarse un pañuelo para taparse antes de acceder a la Basílica. No querían que nadie eclipsara en belleza el interior del edificio y por eso a ella y a su madre le "aconsejaron" que se tapara.

La palabra que define la basílica es impresionante. Una obra maestra la mires por donde la mires. Distinta a todas. Bizantina y veneciana, occidental y oriental, los mosaicos dorados, los retablos esmaltados, sus mármoles orientales, los capiteles góticos, el oro como símbolo de poderío. Hay cabida para todo en la basílica. Nada queda fuera de ella, es historia viva del arte, pero también es parte de nuestra historia. Alejandría, Constantinopla, Grecia, Roma, el cristianismo, las cruzadas, los saqueos, Napoleón, el medievo, el antiguo testamento, el gótico florido, el románico, todo, pero sobre todo: Venecia.

Pudimos acceder a las terrazas, sí, la basílica tiene terrazas, una principal hacia la plaza y otra hacia el Palacio Ducal y el Adriático. En medio, omnipresente, los casi cien metros del Campanile. Allí Galileo Galilei (siempre me gustó este nombre) le enseñó al dux en el 1609 su telescopio. Bertini hizo un fresco de ello. La historia se ha detenido mucho entre estos canales.

Abandonamos la basílica con Stendhal siguiéndonos los pasos, y decidimos coger un vaporetto que nos llevara a otra basílica, en este caso a una mucho menos abarcadora, San Giorgio Maggiore, aunque para no sentirse envidiosa también tiene su campanile.

Un pequeño trayecto de pocos minutos es lo que hay desde San Marcos a San Giorgio Maggiore. Del continuo rumor turístico al remanso de paz apartado. Ni que decir que también tiene como mínimo sus cinco siglos de historia y sus obras maestras, aunque Napoleón se llevó desde su refectorio a París el óleo de Las Bodas de Caná, obra de El Veronés, que afortunadamente pude ver en su momento en el Louvre. Las vistas desde San Giorgio a San Marcos las podrían cobrar de lo bellas que son.

Regresamos en vaporetto, pero esta vez nos bajamos en la parada frente a la estación de ferrocarril, rodeando así Venecia. Subimos al Ponte degli Scalzi, donde es inevitable no parar a mirar el canal. La fachada de la Chiesa di Santa Maria di Nazareth estaba recién restaurada y aún mantenía andamiaje en su fachada lateral hacia la estación, que aunque le afeaba un poco no le restaba belleza para como admirar su belleza.

Eran casi las tres y ya iba tocando la hora de llenar el depósito. Observé a un par de gondoleros entrar en un bacaro que estaba abarrotado. Pregunté en un rústico italiano de principiantes si había mesa libre y nos dijeron que si esperábamos unos pocos minutos no habría problema.

Bacaro significa algo así como tasca, bar y suelen ser sitios donde es fácil encontrar lo que aquí llamamos pinchos o tapas y ellos llama cicchetti. Así que en el Bacaro de Cip & Ciop hicimos nuestra parada y posta. Como era de esperar comimos estupendamente y a un precio nada disparatado. Ya lo dijo Cervantes en boca de su hidalgo Don Quijote: allá donde fueres, haz lo que vieres.

Aún nos quedaban cosas por hacer esa tarde y fuimos a la Scuola Grande di San Rocco, no hacía falta ir corriendo pero tampoco entreteniéndonos porque había que estar antes de que cerraran. Llegamos justo a tiempo porque el último acceso era a las cinco. La fachada ya es imponente, el edificio es espectacular, la escalinata admirable pero la Sala Grande es directamente asombrosa. Comenzando por el suelo con mármoles de distintos colores formando representaciones geométricas, pasando por la iluminación de la sala con enormes candelabros y terminando por toda la decoración general con obras de Tintoretto. Si eres un amante de Tintoretto éste es el lugar. Yo me saturé, no podía pararme en los detalles, ir obra a obra, imposible, estaba preso del conjunto, cautivado por la visión general de la sala. No tenía tiempo ni ganas de saltar a las obras. Estaba detenido en la totalidad y con eso me sobraba. 

Dejamos el resto del día para pasear, perderse, dejarse llevar. Un jardín en Ca' Dolfiin, una plaza con su pozo, un puente sobre las góndolas, una fachada de ladrillo visto, la piedra enmarcando las ventanas, los cierres venecianos de madera pintada. Qué divertido tendría que haber sido ser niño en Venecia y jugar al escondite, al pilla pilla entre canales. ¿Se puede sentir nostalgia de algo no vivido?

Pasamos junto al campanile di San Polo y fuimos a despedirnos de Rialto, pasear junto al Gran Canal, estaban desmontaban los puestos de pescados del mercado junto al Campo Bella Vienna. Nos sentamos en un muelle a contemplar la elegante fachada de la Ca'd'Oro. Nos llegaban los olores a las especias del mercado. ¿Sería muy distinto el olor del mercado de cuando Marco Polo recorría la ruta de la Seda?

Nos quedaba poco tiempo por Venecia. Era nuestro último día. No me había ido aún y ya quería volver. Hay tantas cosas que ver, hay tanto por descubrir. Nos fuimos yendo entre satisfechos y tristes hacia la estación de autobuses en Piazzale Roma. Desde el Ponte della Costituzione nos despedimos con los pies destrozados de Venecia, aunque en mi caso, algo de ella se vino conmigo.

Todavía el día nos tenía reservada otra sorpresa. Llegamos al hotel en Mestre, y fuimos a cenar a la pizzería da Pino, que nos recomendó la recepcionista del hotel. Quizás la mejor pizza que me tomé en mi vida la tomé allí esa noche, que se dice pronto. Dimos un pequeño paseo y nos tomamos un gelato de despedida antes de regresar al hotel, recordando entre todos muchos de los recuerdos que nos llevábamos como recompensa en la mochila de nuestra memoria. Dándonos cuenta lo mucho que habíamos caminado, pero también lo mucho que habíamos vivido.

Nos despedimos de Venecia desde Mestre, pues teníamos que hacer las maletas que mañana cogíamos el vuelo de vuelta. Oh, espera, de vuelta no, que el viaje continuaba.

Ciao Venezia.


miércoles, 17 de agosto de 2022

Venecia día 2

Cuando uno viaja y tiene la ilusión por ver cosas nuevas, de almacenar recuerdos y descubrir una ciudad, la pereza no es buena compañera. De manera que, para ser consecuentes con nuestra forma de pensar,  despertamos pronto, desayunamos en el hotel y nos dispusimos a patear las calle de Venecia. La idea era hacer cosas distintas al día anterior, y trazar itinerarios distintos, que si bien se cruzaría con el de la jornada anterior, intentamos no solaparlo.

La salida desde Mestre en autobús hasta Piazzale Roma era siempre idéntica, una vez en Venecia, cuando ponías el pie fuera del autobús, ahí es donde comenzábamos a evitar itinerarios repetidos.

Como la primera parada que teníamos prevista era ir a la Basílica di Santa Maria della Salute, y la Chiesa di San Gregorio, bajamos directos en dirección el Grand Canal, pero buscamos pasar por la Chiesa dell'Angelo Raffaele y la Chiesa di San Sebastiano antes de llegar al Grand Canal.

El paseo por la dársena pasando por delante de la Chiesa Santa Maria del Rosario, iglesia del siglo XVIII a la cual pudimos acceder, fue una estupenda manera de comenzar el día. Llegamos a la Basílica di Santa Maria della Salute y disfrutamos de uno de los paseos más bellos de Venecia. Todas las pequeñas calles de los alrededores de la Basílica está llena de hoteles, restaurantes y galerías de arte de esas que tienen precios a los que todos no podemos llegar.  No muy lejos de allí está el Museo de Arte de la Galería Peggy Guggenheim. Me hubiera encantado visitarla pero no disponíamos de tanto tiempo a pesar de que aún no habían dado las diez de la mañana.

Durante la preparación del viaje, semanas antes de ir a Venecia, tenía previsto pasar por el Campiello Barbaro, donde se rodó una escena de la película de Woody Allen, Todos dicen I love you, en la que el personaje que interpreta Allen tropieza con Julia Roberts y caminan juntos. Nos hicimos unas fotos en el mismo sitio, intentando reproducir la escena. Fue divertido.

Justo en el Campo de la Caritá, en la fachada de la Accademia di Belle Arti, comenzaba una visita guiada que teníamos reservada desde meses atrás. Desde allí comenzó el tour. Cruzamos el Puente de la Academia donde es inevitable no detenerse a admirar las vistas, aunque no pudimos entretenernos mucho porque teníamos que avanzar con el guía, que nos llevó al Conservatorio de Música de Venecia. Comentó orgulloso, porque era actualmente estudiante del conservatorio, muchos de los aspectos significativos del edificio, especialmente aquellos que ocurrieron en los años en los que los bailes de carnaval se realizaban en los salones del edificio histórico del conservatorio. Existe una amplia rumorología histórica sobre ajustes de cuentas por dinero, poder y ataques de cuernos en las salidas y entradas de los bailes de máscaras. El ser humano no ha cambiado tanto con el paso de los siglos, las maneras tal vez sí.

Ese mismo mes comenzaba la 79 Biennale di Venezia, una muestra internacional de cine, y la visita se orientó mucho hacia las artes escénicas, y el recorrido continuó hasta el Teatro La Fenice, famoso mundialmente por haber estrenado muchas de las más famosas óperas italianas como Rigoletto o La Traviata, además de que ahí da comienzo la serie policiaca del inspector Guido Brunetti, de Donna Leon.

La visita guiada terminó en la Piazza San Marco, que es un lugar estupendo para acabar o comenzar lo que quiera que haya sucedido o esté por venir. Pocas puertas temporales puedo imaginar mejores que ésta.

En la Calle de la Canonica, es decir, en la izquierda de la fachada principal de la Basílica de San Marcos, nos sentamos a descansar y a tomar un refresco que extinguiera nuestra sed en un local que se llama Ai Do Leoni. Una birra para mí, un típico Spritz para Pepi, refrescos para los niños y unas tapas, que allí se conocen como cicchetti, que son aperitivos o tentempiés. Todo muy necesario para el calor que estaba cayendo sobre nosotros.

Una vez repuestos y cargadas parcialmente las baterías de nuestros pies, continuamos descubriendo Venecia. La siguiente parada era la vista del Puente de los Suspiros desde el Puente della Paglia. La historia nos cuenta que el puente unía el lugar desde donde estaban presos los condenados hasta el lugar donde iba a ser ajusticiados. En mitad del puente una pequeña ventana les permitía disfrutar de la última panorámica del Adriático y de San Giorgio Maggiore y su Campanile y así despedirse de Venecia. La leyenda nos cuenta que los condenados suspiraban por la belleza de lo que dejaban atrás, y también, imaginamos, por sentirse sabedores del negro futuro que seguidamente les esperaba.

No muy lejos de allí está la Chiesa di San Zaccaria, una iglesia gótica con un fabuloso retablo de Bellini. Una iglesia muy colorida. Regresamos al paseo junto al Grand Canal donde a pocos metros está la Chiesa della Pietà, en el sestiere di Castello, donde, según leímos, Vivaldi -nacido en Venecia- estrenó Las Cuatro Estaciones, que compuso para el conjunto musical femenino de dicha iglesia, donde era maestro de violín. Muy cerca de allí, pocos metros avanzando junto al Adriático, y en la misma acera, vivió Francesco Petrarca, considerado como el precursor del humanismo, donde además acogió a Giovanni Boccaccio. Pensar que a pocos pasos vivieron tres figuras tan importantes, te hace comprender la importancia de la Ciudad Ducal.


Dejamos el Gran Canal y nos acercamos a ver la fachada de la Chiesa di San Giorgio dei Greci desde uno de los puentes, porque la fachada da a un canal en lugar de a una plaza, como viene siendo lo habitual. Yo tenía apuntado como una fachada interesante, la de la Chiesa de San Francesco della Vigna y aunque Sofía y Miguel ya iban teniendo más ganas de sentarse que de andar, los convencí para acercarnos prometiéndoles que seguidamente íbamos a ir a un restaurante a comer.

De camino en busca del restaurante tropezamos con la Chiesa di San Lorenzo, que tiene un toque extraño al ser de ladrillo visto. En Venecia si te pierdes, ganas, y aunque no nos perdimos, sí que dimos algún rodeo innecesario, y en esos rodeos siempre nos valió la pena. Finalmente encontramos un restaurante en el Campo Santi Filippo e Giacomo. Ristorante Convivio. Comimos estupendamente, allí me tomé una birra Castello y unos espaguettis al nero, riquísimos. Todos salimos contentos. El servicio fue estupendo. Ni caro ni barato para ser Venecia.

Salimos de almorzar y a todos nos entró ganas de coger un sofá y echar una cabezadita. Bueno, a todos no, Pepi quería entrar en tiendas, porque en Venecia hay muchísimas iglesias, muchísimas, pero tiendas no faltan, créanme. Miguel y yo nos apoyamos en un una pared frente una bella fachada y esperamos pacientemente mientras Sofía y Pepi olisqueaban buscando algo que llevarse de recuerdo.

Nuestra siguiente parada perseguida era el Puente Rialto, pero de camino pasamos a ver la Chiesa di San Zulian, que encontramos abierta. Cualquier Iglesia tiene cinco siglos en sus cúpulas y diez en sus cimientos. Cualquier Iglesia tiene magníficas pinturas en su interior, esculturas fabulosas y está decorada con belleza. Necesitaría una vida para poder disfrutar de los detalles de las iglesias venecianas. 

Pero como todo no puede ser arte, paramos en una Pasticceria Storica junto a la Chiesa San Salvador y probamos unos cannoli di crema. Estaban riquísimos o como dicen los venecianos: questo è delizioso!.

Il ponte di Rialto es uno de los cuatro puentes que cruzan el Gran Canal de Venecia. El puente de Rialto es el más famoso de la ciudad. Como todo en Venecia, también tiene cinco siglos encima. No es posible imaginar la cantidad de historias que debe haber bajo sus arcos de medio punto.  La curiosidad del puente es que es casi un mercadillo en sí, pues tiene tiendas en toda su longitud. Nos tiramos un buen rato en el puente. Mirando hacia un lado, luego hacia el otro, las fotos, las fotos laterales, pero una de las fotos que yo más ganas tenía de hacer estaba todavía por hacerse.

Sofía decidió pintar un cuadro de Venecia antes de venir, eligió una foto de Internet que le gustó y lo pintó. No sabía dónde estaba situado ni cómo se llamaba ni nada. Ningún dato. Una vista de los cientos de puentes de Venecia. Así que con cuatro pistas que podía sacar de la foto, pude encontrarlo por Google maps. No se lo dije. Como yo sabía que estaba muy cerca del puente de Rialto, esperé a pasar por él para decirle Sofía, mira para allá, y claro, ella inmediatamente se dio cuenta. Uno de los cientos de puente de Venecia, pero para ella el puente que había pintado, la vista hacia el otro lado del Gran Canal desde el Ponte de L'Ogio. Nos hicimos una foto y ella pudo hacerse una foto dentro de su cuadro. Lo que no sabía es que aún le aguardaba una sorpresa más, pues todavía pasaría en góndola por el canal que pintó en su cuadro. Además todo cuadró, porque la góndola que pasaba bajo el puente salía desde la Plaza de Santa Sofía -vaya casualidad-. Cogimos una góndola los cuatro que nos llevó hacia Rialto por el Gran Canal, pero giró justo antes para pasar por el canal bajo el puente. Fue una manera de cerrar el círculo.

El paseo en góndola es algo único. No sé, puedes irte de Venecia sin pasear en góndola, no pasa nada, pero te quedará eso, habrás estado en Venecia y no habrás paseado en góndola. Nuestro gondolero nos regaló una canción silbada. 

Estábamos en el sestiere de Cannaregio, y recorrimos la Strada Nova y en una heladería junto a la Chiesa della Maddalena pedimos unos helados de cucuruchos para refrescarnos el camino. Cruzamos el Ponte delle Guglie y llegamos hasta el Ponte degli Scalzi frente a la Chiesa di San Simeon Piccolo. Había sido un día largo, o longo, depende del estado de ánimo. Una aplicación en el teléfono móvil me informaba de que habíamos caminado más de 15 km, canales arriba canales abajo. Quizás ya estaba bien por ese día. Así que cruzamos el minimalista Ponte della Constituzione y tomamos el autobús que nos llevara de vuelta a Mestre.

Tras una ducha y arreglarnos un poco, salimos a cenar algo por Mestre. Nuestro hotel estaba perfectamente situado en la Piazza Erminio Ferretto y alrededor había muchos sitios de restauración. Elegimos una mesa en la terraza de la Osteria del Lupo Nero y la verdad es que comimos estupendamente y más económico de lo que nos hubiera supuesto cenar en Venecia. Todo sea dicho. La cerveza fría, las piernas estiradas, la noche fresca y el día aprovechado. Un placer.


martes, 16 de agosto de 2022

Venecia día 1

Siempre que comienzo un viaje lo hago ilusionado. Amo viajar, adoro conocer ciudades, amo hasta los aeropuertos, los veo como la antesala de un futuro maravilloso, lo habré dicho antes porque he escrito mucho en este blog y sé que a veces me repito, pero así lo siento. Montarme en un avión es el preámbulo de vivir en mayúsculas.

Uno de los viajes que he cogido con más ganas ha sido el viaje a Venecia. Siempre quise ir a Venecia, siempre me atrajo Venecia, la vi en cientos de películas, la recorrí en decenas de novelas, escuché mil personas hablar de ella, y la tenía pendiente. Siempre fuimos colando viajes por medio y ya últimamente el maldito covid lo retrasó todo, pero llegó mi momento de ajustar cuentas con Venecia, y créanme si les digo que me encantó. Por algo es uno de los destinos más populares del mundo.

Volamos la familia al completo en un vuelo directo desde Málaga -contemplar Venecia desde la ventanilla del avión ya es un placer-, en la salida del aeropuerto cogimos un taxi que nos llevó al hotel situado en Mestre, donde los hoteles son bastante más económicos que en la propia Venecia, y una vez hecho el registro de entrada, sin perder tiempo, cogimos un autobús que va directo desde Mestre hasta Piazzale Roma por el Puente de la Libertad, que cruza en una rigurosa línea recta sobre el Mar Adriático.

El centro histórico de Venecia está declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Y como todos sabrán, no hay un solo coche circulando por Venecia, que es una ciudad totalmente peatonal y aparte de a pie, solamente se puede uno desplazar por vaporettos a motor o en góndolas a remo.

La idea era patear Venecia todo lo que pudiésemos. Los niños son jóvenes y tienen buenas piernas. Y nosotros estábamos ilusionados con ver el máximo posible. El recorrido lo teníamos marcado desde hace semanas, pero también nos gusta dejarnos llevar. Y así lo hicimos. Del punto A al punto B sin necesidad de la línea recta -cosa imposible en Venecia-.

El primer canal que cruzamos fue el Ponte di Papadopoli y tardamos tres calles en tomarnos nuestro primer gelato italiano, en la esquina de la calle Tintoretto con Castel forte San Rocco. Riquísimo. A los niños les impactó ver que en la heladería tenían un helado llamado Málaga. Eran más de las siete de la tarde y a esas horas en Venecia en agosto están casi todas la visitas cerradas, pero pudimos pasear agradablemente contemplando maravillas casi a cada paso.

Continuamos nuestro recorrido hacia el Campo dei Frari dejando atrás la fabulosa fachada de la Scuola Grande di San Rocco y la torre de la Basílica de Santa María Gloriosa dei Frari, donde está la tumba de Tiziano, que no pudimos ver. Nos acercamos a ver la fachada de la Chiesa di San Tomà y justo en frente la Scoletta dei Calegheri. ¡Qué encanto tiene la plaza!

Desde allí fuimos a la Chiesa de San Pantaleón, en el Dorsoduro, uno de los sestieri de Venecia, donde pudimos acceder y disfrutar de sus fabulosos techos. Verdaderamente impresionantes. No muy lejos de allí, cruzando un canal está el Campo Santa Margherita, o Plaza de Santa Margherita, le echamos un ojo a un Ristorante que previamente habíamos investigado por Internet y llegamos a reservar mesa para más tarde. Continuamos nuestro recorrido de descubrimiento por el Ponte dei Pugni, hasta el Campo San Barnaba , donde hay una iglesia que ahora es el Museo de Leonardo da Vinci en Venezia. Cada esquina posee un encanto nuevo, un placer por descubrir, y en cuanto giras a la siguiente esquina te encuentras con deleite otra hermosa sorpresa. Es una explosión de belleza.

El Puente de la Academia, o el Ponte dell'Accademia es un precioso puente de madera y metal, pero las vistas desde él sobre el Gran Canal son de una hermosura sobrecogedora. Es imposible cruzarlo sin detenerse a admirar las vistas. Las Cúpulas de la Basílica di Santa María della Salute al fondo a la derecha, las fastuosas fachadas de los palazzos a la izquierda, con el interminable ir y venir de las embarcaciones por el canal, es una estampa que permanecerá en mi recuerdo toda mi vida.

A pocos pasos al otro lado del puente, está el Campo Santo Stefano, con el monumento a Tommaseo. Las fachadas con balconadas de ventanales venecianas son maravillosas. Continuamos hacia la Calle Larga XXII Marzo, atravesando el Campiello Santa María Zobenigo, donde está la iglesia de magnífica fachada barroca Santa Maria del Giglio. Nos acercamos al Hotel Bel Sito, frente a la fachada barroca, donde Cees Nooteboom se hospedó años atrás y en su libro sobre Venecia aseguró que desde la cama de su habitación disfrutaba de una vista parcial de la fachada.

Desde que cruzas el canal del l'Alboro, por el ponte de la Ostreghe hasta la Piazza San Marco los protagonistas son los efímeros y ostentosos escaparates y sus artículos de lujo. Si tienes una gran marca tienes que estar allí.

Una vez que pones un pie en la plaza, con el Campanile a la derecha, y la Basílica a fondo, la atención la atrapa la belleza de la Piazza, no se puede hacer nada. Estás atrapado. En mi opinión, La Piazza San Marco es posiblemente la plaza más bonita del mundo. Una maravilla. 

Se han escrito miles de páginas sobre la Piazza San Marco, sobre el Campanile, el Palazzo Ducale y la Basílica, incluso del Caffé Florian, de manera que poco puedo yo aportar que no se haya dicho ya salvo exponer mi deseo de que cada piedra, cada teja, cada marco de ventana se mantenga tal y como está miles de años.

Se nos hizo de noche en la Piazza. La idea desde el principio era poder ver el atardecer allí. Contemplar como la tarde se ocultaba tras la silueta de San Giorgio Maggiore. Ver el lento declinar de nuestro primer día en Venecia y así lo hicimos. Nunca tienes ganas de salir de San Marcos, uno quisiera quedarse allí siempre, pero habíamos reservado mesa a las 22:00 para cenar y nuestros pies también pedían algo de descanso.

Regresamos deshaciendo nuestros pasos hasta el Ristorante en el Campo Santa Margherita. Allí pedí unas de las cervezas que me bebí con más ganas. La lasaña estaba deliciosa. Todo lo que tomamos estaba exquisito. Así acabó nuestro primer día en Venecia, con buen sabor de boca. Regresamos despacio, sin prisa, recordando todo lo que había dado de sí nuestra primera jornada. En Piazzale Roma cogimos el autobús hacia Mestre donde nos esperaba una buena ducha y un merecido descanso.