Cuando uno viaja y tiene la ilusión por ver cosas nuevas, de almacenar recuerdos y descubrir una ciudad, la pereza no es buena compañera. De manera que, para ser consecuentes con nuestra forma de pensar, despertamos pronto, desayunamos en el hotel y nos dispusimos a patear las calle de Venecia. La idea era hacer cosas distintas al día anterior, y trazar itinerarios distintos, que si bien se cruzaría con el de la jornada anterior, intentamos no solaparlo.
La salida desde Mestre en autobús hasta Piazzale Roma era siempre idéntica, una vez en Venecia, cuando ponías el pie fuera del autobús, ahí es donde comenzábamos a evitar itinerarios repetidos.
Como la primera parada que teníamos prevista era ir a la Basílica di Santa Maria della Salute, y la Chiesa di San Gregorio, bajamos directos en dirección el Grand Canal, pero buscamos pasar por la Chiesa dell'Angelo Raffaele y la Chiesa di San Sebastiano antes de llegar al Grand Canal.
El paseo por la dársena pasando por delante de la Chiesa Santa Maria del Rosario, iglesia del siglo XVIII a la cual pudimos acceder, fue una estupenda manera de comenzar el día. Llegamos a la Basílica di Santa Maria della Salute y disfrutamos de uno de los paseos más bellos de Venecia. Todas las pequeñas calles de los alrededores de la Basílica está llena de hoteles, restaurantes y galerías de arte de esas que tienen precios a los que todos no podemos llegar. No muy lejos de allí está el Museo de Arte de la Galería Peggy Guggenheim. Me hubiera encantado visitarla pero no disponíamos de tanto tiempo a pesar de que aún no habían dado las diez de la mañana.
Durante la preparación del viaje, semanas antes de ir a Venecia, tenía previsto pasar por el Campiello Barbaro, donde se rodó una escena de la película de Woody Allen, Todos dicen I love you, en la que el personaje que interpreta Allen tropieza con Julia Roberts y caminan juntos. Nos hicimos unas fotos en el mismo sitio, intentando reproducir la escena. Fue divertido.
Justo en el Campo de la Caritá, en la fachada de la Accademia di Belle Arti, comenzaba una visita guiada que teníamos reservada desde meses atrás. Desde allí comenzó el tour. Cruzamos el Puente de la Academia donde es inevitable no detenerse a admirar las vistas, aunque no pudimos entretenernos mucho porque teníamos que avanzar con el guía, que nos llevó al Conservatorio de Música de Venecia. Comentó orgulloso, porque era actualmente estudiante del conservatorio, muchos de los aspectos significativos del edificio, especialmente aquellos que ocurrieron en los años en los que los bailes de carnaval se realizaban en los salones del edificio histórico del conservatorio. Existe una amplia rumorología histórica sobre ajustes de cuentas por dinero, poder y ataques de cuernos en las salidas y entradas de los bailes de máscaras. El ser humano no ha cambiado tanto con el paso de los siglos, las maneras tal vez sí.
Ese mismo mes comenzaba la 79 Biennale di Venezia, una muestra internacional de cine, y la visita se orientó mucho hacia las artes escénicas, y el recorrido continuó hasta el Teatro La Fenice, famoso mundialmente por haber estrenado muchas de las más famosas óperas italianas como Rigoletto o La Traviata, además de que ahí da comienzo la serie policiaca del inspector Guido Brunetti, de Donna Leon.
La visita guiada terminó en la Piazza San Marco, que es un lugar estupendo para acabar o comenzar lo que quiera que haya sucedido o esté por venir. Pocas puertas temporales puedo imaginar mejores que ésta.
En la Calle de la Canonica, es decir, en la izquierda de la fachada principal de la Basílica de San Marcos, nos sentamos a descansar y a tomar un refresco que extinguiera nuestra sed en un local que se llama Ai Do Leoni. Una birra para mí, un típico Spritz para Pepi, refrescos para los niños y unas tapas, que allí se conocen como cicchetti, que son aperitivos o tentempiés. Todo muy necesario para el calor que estaba cayendo sobre nosotros.
Una vez repuestos y cargadas parcialmente las baterías de nuestros pies, continuamos descubriendo Venecia. La siguiente parada era la vista del Puente de los Suspiros desde el Puente della Paglia. La historia nos cuenta que el puente unía el lugar desde donde estaban presos los condenados hasta el lugar donde iba a ser ajusticiados. En mitad del puente una pequeña ventana les permitía disfrutar de la última panorámica del Adriático y de San Giorgio Maggiore y su Campanile y así despedirse de Venecia. La leyenda nos cuenta que los condenados suspiraban por la belleza de lo que dejaban atrás, y también, imaginamos, por sentirse sabedores del negro futuro que seguidamente les esperaba.
No muy lejos de allí está la Chiesa di San Zaccaria, una iglesia gótica con un fabuloso retablo de Bellini. Una iglesia muy colorida. Regresamos al paseo junto al Grand Canal donde a pocos metros está la Chiesa della Pietà, en el sestiere di Castello, donde, según leímos, Vivaldi -nacido en Venecia- estrenó Las Cuatro Estaciones, que compuso para el conjunto musical femenino de dicha iglesia, donde era maestro de violín. Muy cerca de allí, pocos metros avanzando junto al Adriático, y en la misma acera, vivió Francesco Petrarca, considerado como el precursor del humanismo, donde además acogió a Giovanni Boccaccio. Pensar que a pocos pasos vivieron tres figuras tan importantes, te hace comprender la importancia de la Ciudad Ducal.
Dejamos el Gran Canal y nos acercamos a ver la fachada de la Chiesa di San Giorgio dei Greci desde uno de los puentes, porque la fachada da a un canal en lugar de a una plaza, como viene siendo lo habitual. Yo tenía apuntado como una fachada interesante, la de la Chiesa de San Francesco della Vigna y aunque Sofía y Miguel ya iban teniendo más ganas de sentarse que de andar, los convencí para acercarnos prometiéndoles que seguidamente íbamos a ir a un restaurante a comer.
De camino en busca del restaurante tropezamos con la Chiesa di San Lorenzo, que tiene un toque extraño al ser de ladrillo visto. En Venecia si te pierdes, ganas, y aunque no nos perdimos, sí que dimos algún rodeo innecesario, y en esos rodeos siempre nos valió la pena. Finalmente encontramos un restaurante en el Campo Santi Filippo e Giacomo. Ristorante Convivio. Comimos estupendamente, allí me tomé una birra Castello y unos espaguettis al nero, riquísimos. Todos salimos contentos. El servicio fue estupendo. Ni caro ni barato para ser Venecia.
Salimos de almorzar y a todos nos entró ganas de coger un sofá y echar una cabezadita. Bueno, a todos no, Pepi quería entrar en tiendas, porque en Venecia hay muchísimas iglesias, muchísimas, pero tiendas no faltan, créanme. Miguel y yo nos apoyamos en un una pared frente una bella fachada y esperamos pacientemente mientras Sofía y Pepi olisqueaban buscando algo que llevarse de recuerdo.
Nuestra siguiente parada perseguida era el Puente Rialto, pero de camino pasamos a ver la Chiesa di San Zulian, que encontramos abierta. Cualquier Iglesia tiene cinco siglos en sus cúpulas y diez en sus cimientos. Cualquier Iglesia tiene magníficas pinturas en su interior, esculturas fabulosas y está decorada con belleza. Necesitaría una vida para poder disfrutar de los detalles de las iglesias venecianas.
Pero como todo no puede ser arte, paramos en una Pasticceria Storica junto a la Chiesa San Salvador y probamos unos cannoli di crema. Estaban riquísimos o como dicen los venecianos: questo è delizioso!.
Il ponte di Rialto es uno de los cuatro puentes que cruzan el Gran Canal de Venecia. El puente de Rialto es el más famoso de la ciudad. Como todo en Venecia, también tiene cinco siglos encima. No es posible imaginar la cantidad de historias que debe haber bajo sus arcos de medio punto. La curiosidad del puente es que es casi un mercadillo en sí, pues tiene tiendas en toda su longitud. Nos tiramos un buen rato en el puente. Mirando hacia un lado, luego hacia el otro, las fotos, las fotos laterales, pero una de las fotos que yo más ganas tenía de hacer estaba todavía por hacerse.
Sofía decidió pintar un cuadro de Venecia antes de venir, eligió una foto de Internet que le gustó y lo pintó. No sabía dónde estaba situado ni cómo se llamaba ni nada. Ningún dato. Una vista de los cientos de puentes de Venecia. Así que con cuatro pistas que podía sacar de la foto, pude encontrarlo por Google maps. No se lo dije. Como yo sabía que estaba muy cerca del puente de Rialto, esperé a pasar por él para decirle Sofía, mira para allá, y claro, ella inmediatamente se dio cuenta. Uno de los cientos de puente de Venecia, pero para ella el puente que había pintado, la vista hacia el otro lado del Gran Canal desde el Ponte de L'Ogio. Nos hicimos una foto y ella pudo hacerse una foto dentro de su cuadro. Lo que no sabía es que aún le aguardaba una sorpresa más, pues todavía pasaría en góndola por el canal que pintó en su cuadro. Además todo cuadró, porque la góndola que pasaba bajo el puente salía desde la Plaza de Santa Sofía -vaya casualidad-. Cogimos una góndola los cuatro que nos llevó hacia Rialto por el Gran Canal, pero giró justo antes para pasar por el canal bajo el puente. Fue una manera de cerrar el círculo.
El paseo en góndola es algo único. No sé, puedes irte de Venecia sin pasear en góndola, no pasa nada, pero te quedará eso, habrás estado en Venecia y no habrás paseado en góndola. Nuestro gondolero nos regaló una canción silbada.
Estábamos en el sestiere de Cannaregio, y recorrimos la Strada Nova y en una heladería junto a la Chiesa della Maddalena pedimos unos helados de cucuruchos para refrescarnos el camino. Cruzamos el Ponte delle Guglie y llegamos hasta el Ponte degli Scalzi frente a la Chiesa di San Simeon Piccolo. Había sido un día largo, o longo, depende del estado de ánimo. Una aplicación en el teléfono móvil me informaba de que habíamos caminado más de 15 km, canales arriba canales abajo. Quizás ya estaba bien por ese día. Así que cruzamos el minimalista Ponte della Constituzione y tomamos el autobús que nos llevara de vuelta a Mestre.
Tras una ducha y arreglarnos un poco, salimos a cenar algo por Mestre. Nuestro hotel estaba perfectamente situado en la Piazza Erminio Ferretto y alrededor había muchos sitios de restauración. Elegimos una mesa en la terraza de la Osteria del Lupo Nero y la verdad es que comimos estupendamente y más económico de lo que nos hubiera supuesto cenar en Venecia. Todo sea dicho. La cerveza fría, las piernas estiradas, la noche fresca y el día aprovechado. Un placer.