miércoles, 4 de mayo de 2022

Romancero gitano y Poeta en Nueva York

Hacía muchos años que venía con ganas de leer el Romancero gitano de Federico García Lorca, pero siempre he ido aplazando la lectura hacia otros libros, hasta que por fin un buen día decidí que ya era hora de dejar de aplazar su lectura. Además, ya casi no recordaba nada de Poeta en Nueva York que debí leer en una calurosa tarde de verano cuando todavía pateaba el Instituto.  No recuerdo mucho más, salvo que me gustó y me sorprendió y que hacía mucho calor, que la leí tumbado en la cama en una tarde veraniega.

Años más tardes, o más bien décadas más tarde, releí Poeta en Nueva York, aunque en esta ocasión en una butaca del salón de un piso equipado con aire acondicionado. Los tiempos cambian. No soy muy dado a relecturas, pero la edición que tenemos por casa incluye las dos obras. Así que ya puestos decidí que lo mejor era aprovechar la edición.

No sé si a todo el mundo le pasa, pero cuando leo a Federico lo hago, por un lado, sorprendido por su alegría y su originalidad, pero también por su delicada melancolía y especialmente triste por recordar su deplorable final. Es doloroso figurarse todo lo que nos perdimos de él. Da rabia pensarlo. 

Personalmente, en ocasiones, puedo ir leyendo un poema de Lorca y sentirme alejado, como que el poema no me llena, no siento que vaya bien, pero en el siguiente verso, en un adjetivo inesperado, en una rima, todo da un giro y lo que iba encaminado a ser un poema sin brillo, pasa a ser una resplandeciente composición. Quizás ahí reside su genialidad, en pillarte desprevenido aún esperándolo.

 

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