Hacía tiempo que teníamos pendiente visitar el CAC de Málaga y poder contemplar con tranquilidad un par de exposiciones que teníamos ganas de ver. Una de ellas era After the Gold Rush, del artista francés instalado en Brooklyn, New York, Jules de Balincourt.
A cualquiera que tenga un aceptable nivel de conocimiento musical el título de la exposición le trae al recuerdo el fabuloso disco y canción de mismo nombre publicado por Neil Young en 1970. Y, en mi caso, desde el mismo comienzo del recorrido ya llevaba metida en la cabeza las primeras notas de la canción. El recuerdo de mi primer concierto de Neil Young en Madrid 2016, que comenzó con tan maravillosa canción me acompañaba durante el recorrido. Si uno recuerda la portada del disco del autor de origen canadiense, puede fácilmente asociar que la portada del disco, que es una foto en una especie de negativo, tiene algo que ver con el juego de colores que respira la obra allí expuesta. ¿Influencia tal vez?
Lo primero que llama la atención de la obra de Balincourt es su particular uso de los colores. Es sorprendente la saturada viveza de sus cuadros. Las atmósferas entre fantasiosas e irreales son su predilección. Los exteriores humanizados por edificaciones que se ven envueltas por la salvaje fuerza de una naturaleza arrolladora. El juego de contrastes entre los colores naturales de la realidad y como Jules lo muestran son el plato principal de su luminosa obra. Hay una especie de búsqueda utópica en su pintura. Una lucha, o más bien, un enfrentamiento entre lo idílico y lo inquietante, entre el caos y la armonía. Algunas de las escenas propuestas en sus cuadros parecían vivir disfrutando de un mundo post apocalíptico, y todo envuelto en una luz crepuscular o abrasadora.
Las personas representadas parecen ser figurantes de una comunidad frente a la naturaleza. Hay una especie de comunión espiritual en su obra. Nadie está haciendo nada más allá de ocio. Sentados alrededor de un fuego, paseando a pie o en barca, yendo y viniendo sin prisas, sosegados, pero el uso que Jules hace de los colores transmiten un desasosiego y una intranquilidad que es justamente el encuentro entre los extremos que el artista andaba buscando.
Una exposición diferente, que te va llevando a su terreno en cuanto uno permite que su desacostumbrada luz entre en nosotros.
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