Van pasando los años y las ciudades se van resistiendo. Varias veces he estado a punto de visitar Cartagena pero la ocasión por una razón u otra no se pudo cristalizar. Esta vez sí que se pudo hacer posible.
Era domingo y nuevamente el día había decidido despertar despejado de nubes. La idea era ir a Cartagena justo después del desayuno para poder disfrutar de las excepcionales vistas de la Bahía de Cartagena desde lo alto del Castillo de la Concepción. Y así lo hicimos. Subimos dando un esforzado paseo y pudimos contemplar con un corto giro de cuello a un lado el Teatro Romano junto a los restos de la Catedral de Santa María la Mayor y al otro el Puerto Deportivo y toda la bahía. El tiempo reposaba como el Mediterráneo reposaba frente a nuestros ojos. Podríamos habernos quedado toda la mañana viendo el perezoso navegar de pequeñas embarcaciones abandonando el puerto quién sabe a qué incierto destino. Mi pensamientos quedaron ensimismados en divagaciones novelescas como cuántas embarcaciones pudieron partir desde aquí y cuántas alcanzaron el puerto como refugio natural o fin de sus días. ¿Cuántas vidas se quebraron partiendo desde aquí? ¿Cuántas desaparecieron teniendo Cartagena como designio final de sus destinos?
Bajamos a contemplar el Palacio Consistorial y bajamos junto a la Plaza Héroes de Cavite hasta el Paseo Alfonso XII, paseamos hasta la Plaza de la Isla y regresamos esta vez por la otra acera. Se estaba realizando una carrera urbana y el paseo estaba muy animado. Cruzamos delante del Museo Nacional de Arqueología Subacuática, yo hubiera accedido pero ni los niños ni Pepi estaban muy por la labor, en cambio tomamos un refresco sentados a la terraza del Restaurante Mare Nostrum. Desde la terraza se podía ver todo el perfil de la Muralla de Cartagena. Preguntamos dónde podíamos encontrar el famoso submarino de Isaac Peral, porque yo tenía entendido que estaba en la Plaza del Puerto de Cartagena, pero nos dijeron que eso era antes, desde que hace unos años ya que ahora está en el Museo Naval. Nos acercamos a verlo pero estaba cerrado sin embargo pudimos contemplarlo desde el exterior a través de una amplia cristalera desde donde se puede ver completamente.
Continuamos nuestro descubrimiento de Cartagena subiendo desde la Plaza del Ayuntamiento por toda la Calle Mayor, donde conviven una gran cantidad de edificios modernistas de finales del siglo XIX. La Casa Cervantes el Gran Hotel o el Casino son una bella muestra de ellos. Ya iba siendo hora de dejar atrás la cuidad a la que Cartago dio su nombre. Regresamos al coche e iniciamos nuestro regreso a casa. Había más de cuatro horas de carretera hasta llegar a casa pero antes había que parar a almorzar algo. Paramos en una venta a comer y ya no paramos más hasta llegar a casa.
Ésta fue una escapada imprevista, que no teníamos ni siquiera en mente a realizar en un futuro cercano ni lejano, pero mi pasión por la música de Mark Lanegan -cuyo concierto bien puede entrar entre mi Top 10 de siempre, que se dice pronto- los amigos que tengo por Elche y Murcia y mis ganas por descubrir horizontes se unieron y lo hicieron posible.