Terminamos la quinta temporada de Homeland, y se puede decir que por primera vez en mucho tiempo estamos al día con una serie. En realidad esto es algo que incluso me desagrada. No me gusta estar al día en las series por no verme supeditado a los horarios, ni a los anuncios, ni a las fechas de estreno de las cadenas, pero sobre todo porque no tengo ahora mismo ningún capítulo nuevo al que echarle el lazo.
Si como parece la sexta temporada no la estrenan hasta el próximo otoño, me temo que me queda una larga espera por delante. Y más teniendo en cuenta que estas cosas suelen ir retrasándose.
Lo cierto es que esta quinta temporada la he disfrutado especialmente, y eso que el tema no es para disfrutarlo. No sabría decir si es la mejor de todas, pero sí es seguro una de las mejores. En realidad ya no me atrevería ha afirmar cuál me ha gustado más pues estoy comenzando a mezclar los recuerdos de los inicios y finales de cada una de las temporadas. ¡Qué memoria tan juguetona tengo!
Me ha sorprendido mucho lo conectada que ha estado la serie con los lamentables acontecimientos que estamos viviendo. Otros alicientes a añadir de esta temporada es que se desarrolla principalmente en dos nuevos y atractivos escenarios, Berlín y Líbano. Se presentan en ella, como era de esperar, nuevos personajes y nuevas circunstancias: Otto During y su política integradora, la alargada sombra de Dar Adal, el nuevo trabajo de Carrie, las sospechas de Saul Berenson, los "encargos" que Quinn recibe, un pirata informático, una periodista sin escrúpulos, y un buen número más de personajes que van complicando y enriqueciendo la trama. Un aplauso a los guionistas.
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