Los aniversarios se acercan de un año a otro con la misma puntual certeza con la que se alejan del anterior. Avanzan hacia el objetivo de la meta, con la misma precisión con la que se alejan. Nadie puede sentirse perjudicado por un cambio de planes, ni agraciado por un inesperado golpe de suerte. La medida es precisa, una vuelta completa de nuestro planeta alrededor del sol. Cuatro estaciones una detrás de otra. 365 días en un año corriente.
Sin embargo, a pesar de que es ciencia exacta, y de que pocos cambios han existido en tan longevo recorrido, llegado el momento, siempre nos pilla con cara de incrédulos. Casi sin comprenderlo pareciera que las manecillas del reloj han avanzado bastante más rápido de lo deseado. O al menos eso me parece a mí. Y ya no me sorprende tanto lo rápido que pasa un año, sino lo veloz que se van sumando.
Hoy es mi aniversario de boda, catorce años compartiendo una vida juntos. El vértigo de los años pasados. Lo que se ha vivido y lo que queda por vivir. Las vivencias vividas y las vivencias por llegar. Lo imaginable y esperado y lo fortuito e imprevisto. Lo que se espera y lo que vendrá. Nadie puede saber lo que pasará, sólo se puede conocer, y con muchas reservas, lo que ya ha pasado. Poco se puede hacer, poco se puede pedir, ni soñar. Sólo dar las gracias a la vida por los años vividos y pedir otros catorce años por delante. Yo firmo donde haya que firmar.
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