Enciendes la televisión con la intención de ver un partido de fútbol amistoso y así poder relajarte y descansar al final del día. Entonces comienzan a poner teletipos en la parte baja de la pantalla. Un atentado en París. Las primeras informaciones son confusas. Se confirma que hay más de un atentado en París. Comienzan las primeras estimaciones de fallecidos. Decides saltar a otros canales y te quedas congelado, con el mando en la mano, sin mover un dedo, nada. No lo puedes creer. ¿Qué clase de barbaridad estás viendo? No comprendes nada, estoy a años luz de comprender lo que está pasando. Lo que ya ha pasado, o quizás no, porque esto sigue pasando, lleva pasando desde el inicio de los tiempos. Desde que el hombre es hombre, o incluso desde antes y todavía no ha acabado. Sigue ocurriendo.
Piensas que no puede ser simplemente una diferencia de creencias, no puede ser sólo yo tengo mis ideas y las tuyas y las mías se estorban. No. No puede ser mi Dios es más fuerte que el tuyo. No comprendo nada. Empiezo a hacerme preguntas, una cascada de preguntas me saltan a la mente: ¿por qué?, ¿cómo es posible?, ¿como hemos llegado a esto?, ¿cómo se arregla esto?, ¿cómo se evita?, ¿qué se ha hecho tan mal? No encuentro respuestas a las preguntas que todos nos hacemos. Las preguntas son múltiples las respuestas nulas. Sólo sabes que muchas cosas se deben estar haciendo mal desde hace mucho. Tienes ganas de llorar por las víctimas, por los tiempos, por nuestros hijos que heredarán esta barbarie...
Han pasado cuatro horas y no te has movido del sofá. Aturdido apagas la televisión pero permaneces sentado frente a ella. Con la luz apagada la oscuridad te envuelve. El silencio es absoluto. Estás sobrecogido. Sé que dormir va a ser complicado. Me asomo al cuarto de los niños y están dormidos. Plácidamente dormidos. Ahora no tengo tan claro que sean unos niños afortunados. En ese momento no me siento tan a años luz de lo sucedido esa noche.
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