sábado, 1 de marzo de 2025

Pisa y Florencia. Día 2

Realmente nuestro viaje comenzaba en este día. El día previo fue, en práctica, para llegar al punto de salida. Así que comenzamos despertando poco antes de las siete de la mañana y tras dejar todo preparado, bajamos al comedor del hotel donde teníamos incluido el desayuno. El salón era precioso y con clase y lo más importante: el desayuno fue estupendo. Muy completo. Si vuelvo a Pisa, volvería al mismo hotel con seguridad.

Regresamos a la Piazza dei Miracoli, que estaba a pocos metros del hotel, pero en esta ocasión con luz de día. Aún estaba nublado, pero nada que ver a lo cerrado de la noche anterior. Como aún era temprano, todavía no habían aparecido ni las excursiones ni el resto de turistas. Pudimos hacer unas fotos magníficas a esa primera hora y tuvimos tiempo de sobra para recorrer el recinto admirando con detenimiento la fascinante belleza de las fachadas románicas. 

Lo primero que visitamos fue el Camposanto monumentale. Este precioso cementerio es en realidad el que ha dado nombre a todos los camposantos en los países católicos, ya que, según cuenta la tradición, la tierra que en él se encuentra la trajeron desde el Gólgota, en Tierra Santa, para enterrar en Pisa como si fuera en tierra santa. Es un cementerio muy particular. Casi no lo parece. Es un edificio de planta rectangular, de una altura y posee un claustro en el centro, de estilo gótico. Hay multitud de sarcófagos y lápidas, muchas de ellas con clara influencia griega y los frescos realizados entre el s. XIV y el s. XV son verdaderamente admirables. Podría haber pasado horas observándolos, pero no disponíamos de tanto tiempo. Había unos cuantos restauradores trabajando en el interior. Sentí envidia de ellos. Entre las maravillosas esculturas que allí se encuentran estaba la de Leonardo Fibonacci, famoso por la sucesión de Fibonacci, o también por la conocida espiral áurea.

Nuestra siguiente visita fue el Battisterio di San Giovanni. Un baptisterio inmenso y al mismo tiempo sencillo. Este inigualable edificio redondo comenzó a construirse en 1152 en estilo románico para acabar en 1363 en estilo gótico. Es un edificio especialmente llamativo por varias razones. Es un edificio alto, más de 50 metros de altura, que para cumplir más de siete siglos no está nada mal. Posee tejas a un lado de la cubierta del lado occidental, y placas de plomo en el lado oriental, supuestamente por falta de presupuesto. Lo que le da un aspecto llamativo. El baptisterio -como la torre campanario- también está inclinado, pero no con tanta inclinación y no es tan evidente a simple vista. En su interior curiosamente encontramos columnas de estilo bizantino. Lo cierto que su belleza parte de ser una mezcla armónica y equilibrada de estilos.

Una de las joyas que ostenta el baptisterio, como es normal, es una pila bautismal del siglo XIII y más valiosa aún es el púlpito pentagonal, con escenas de la vida de Cristo en distintos paneles. Esta obra está considerada por los expertos como el punto de partida del Renacimiento. Es algo casi intimidante encontrarte delante de una obra que ha sido contemplada por muchos de los grandes artistas de la historia. Puedes sentir que estás en el interior de un lugar que ha sido, con seguridad, recorrido por Miguel Angel, Leonardo Da Vinci o Galileo Galilei. Millones de personas han visitado este lugar y estar ahí te convierte en parte de la historia menor de una multitud de paso. Para la historia no serás nada, pero el conjunto de millones de visitantes durante siglos de visitas, en parte, es lo que provoca que ese lugar sea historia.

Cuando estábamos justo en el interior un par de jóvenes que deben estar trabajando para el conjunto monumental cantaron una especie de aria que sonó de maravilla. Habíamos oído hablar de la estupenda acústica del lugar, pero fue una experiencia inolvidable. El sonido se expandía y ampliaba por momentos. Había como un eco apagado, que resonaba sin distorsionar.

Ascendimos al segundo piso desde donde había unas estupenda vistas a la fachada de la catedral, que iba a ser nuestra siguiente visita. La Catedral Santa María Assunta de Pisa, Duomo di Pisa, fue el primer monumento de la Plaza de los Milagros que fue construido. Según parece se costeó con el botín recibido en la victoria contra los musulmanes en Sicilia en 1063. Es tremendamente bella, los mármoles de distintos colores, la geometría simétrica en general, con planta en cruz latina, producen una sensación casi de rendición. Su fachada es tan sumamente bella que uno queda paralizado.

El interior es algo inesperado. Las columnas en primera planta son de mármol gris, en la parte superior parecen de estilo bizantino con reminiscencias islámicas y el techo realizado mediante un artesonado de madera. El púlpito es obra de Giovanni Pisano, y es análogo al del baptisterio vecino, donde hay que destacar que, en este caso, posee la presencia de cariátides. Algunas de las bases de las columnas están apoyadas sobre leones de piedra. Una obra de arte sin duda, pero a mi juicio un poco abuso del collage también.

Salimos con la intención de visitar la torre campanario, más conocida como la torre inclinada de Pisa. No hay mucho que contar sobre ella que no esté a un golpe de clic en nuestros navegadores. A mí me pareció -como ya he contado- mucho más grande e inclinada de lo que la esperaba. Decidimos no ascender, porque teníamos que esperar un buen rato, y bueno, porque no nos apetecía. Tampoco pensamos que nos aportaría mucho, aparte de cansancio.

Abandonamos la piazza dei miracoli en dirección a la Piazza dei Cavalieri, pero antes nos cruzamos con la sencilla y sobria Chiesa di San Sisto. Pepi dijo que era un sitio muy especial y que le parecía ideal para una boda. Sí que lo era. 

La Piazza dei Cavalieri es una de las plazas más importantes de Pisa, durante mucho tiempo ha simbolizado el poder civil, frente al poder religioso de la Piazza dei Miracoli. Es una plaza algo deslavazada e irregular, de estilo renacentista y dominando la plaza está la estatua de Cosimo I de Médici. En la plaza se encuentra la torre de la Muda, en el palacio del reloj, donde se desarrolla un episodio del Inferno de Dante. Ya ven que es una plaza muy literaria. La abandonamos pasando por delante de la fachada de la Chiesa di Santo Stefano dei Cavalieri.

Continuamos nuestra visita por Pisa intentando perdernos por sus calles. Cada pocos pasos encontramos algún detalle que nos llamaba la atención. Encontramos la Torre del Campano, una torre del siglo XIII, famosa por la campana que indicaba las horas a los universitarios. En la Piazza delle Vettovaglie había montado una especie de rastro. La cruzamos y desembocamos en el río Arno por la Piazza Garibaldi, donde está, algo descentrada, la escultura de Giuseppe Garibaldi, frente al Ponte di Mezzo. No lo cruzamos en ese momento, decidimos continuar por la ribera del Arno, hacia el Ponte Solferino, desde donde habíamos leído que estaban las mejores panorámicas del río a su paso por Pisa. 

También al cruzar ese puente pudimos admirar la Chiesa di Santa Maria della Spina, que a simple vista parecía el un sarcófago de un ser gigante. No se podía visitar, ni siquiera se podía adivinar su interior, pero el exterior era suficiente para que la caminata valiera la pena. Continuamos hasta la Piazza XX Settembre, al otro lado del Ponte di Mezzo, y ascendimos por Corso Italia,  que es una arteria vertebral de la ciudad de Pisa. Cualquier cosa que busques comprar en esta ciudad, está en esta calle. Desembocamos en Piazza Vittorio Emanuele II, donde justo al lado está el mural de Keith Haring, Tuttomondo. Al otro lado de la piazza está la estación de trenes, desde en un rato partiríamos hacia Florencia. No muy lejos de allí, aunque al otro lado del Arno, en la Piazza della Repubblica, yo tenía anotado que estaba la Casa Ammannati, casa natal de Galileo Galilei, el 15 de febrero de  1564. Nos acercamos a verla.

Antes de regresar al hotel para coger las maletas de camino a la estación de trenes, recorrimos una de las calles más bellas de Pisa, Via Borgo Stretto, donde además pude fotografiarme junto a la estatua de Galileo Galilei. Me hacía ilusión. Siempre he sentido atracción por este eminente hombre del Renacimiento. A él debemos el telescopio y es considerado como el padre de la astronomía moderna y también de la física, por lo que tuvo sus enfrentamientos con la Inquisición por apoyar, con una base empírica, el modelo heliocéntrico de Copérnico.

Desde la estación ferroviaria de Pisa Centrale tomamos el tren que nos llevaba a Florencia, donde cargados con las maletas fuimos andando desde la estación hasta nuestro hotel. Un B&B HomEdo Florencia, que a Pepi le encantó. La verdad es que la habitación era enorme, estaba muy céntrica y cumplía perfectamente todo lo que le pedíamos a una habitación. Me gustaría apuntar que el techo de nuestra habitación era un fresco de dos ángeles sosteniendo una guirnalda de flores. Precioso.

Eran más de las tres de la tarde y no habíamos almorzado nada. Nos decidimos por un lugar cercano al hotel que habíamos leído que era popular en la Toscana, All'antico Vinaio, que servían, a buen precio, unos bocadillos con un pan especial hecho por ellos, que era una especie de mezcla entre pan crujiente y pizza. Tenían muchos ingredientes a elegir, a cada cual más suculento. No recuerdo con exactitud lo que pedí, ¿sbriciolona?, pero era una especie de salchichón que, la verdad, estaba muy rico pero me costó tragarlo a causa de mi estrechamiento esofágico. Ya saben, cosas de la edad.  Para terminar de pasarlo en su descenso al estómago tomamos en la gelateria Carabe un estupendo helado para llevar.

No nos pudimos entretener mucho porque habíamos quedado para iniciar una visita turística guiada por el centro de Florencia. La visita comenzó en la Piazza di San Lorenzo y fue la primera visita que hicimos con auriculares, ya que, por lo visto, los florentinos están hartos de tener que escuchar a guías turísticos dando gritos por sus calles. Así que te colocas unos auriculares, un receptor, y el guía lleva un micrófono conectado a un emisor, y así, fuimos realizando la visita turística. 

Tras una introducción histórica y ponernos en contexto iniciamos nuestro caminar por vía Borgo San Lorenzo donde nos explicó lo que eran las buchette del vino, o ventanas del vino, que era una tradición que se había perdido pero que el Covid había vuelto a poner "de moda".  La siguiente parada era una de esas paradas inigualables, la Piazza del Duomo, o de la Cattedrale di Santa Maria del Fiore, junto a su Battistero di San Giovanni. Lo cierto es que es impresionante. La Cúpula Brunelleschi desde fuera es algo incomparable, imponente. El Campanile di Giotto, revestido de mármol, las tres edificaciones parecen vestidas a juego, es algo que te deja sin palabras. Era mi primera vez, y no se me olvidará nunca. 

Abandonamos la vista del Duomo por Via Roma hacia Piazza della Repubblica, donde rebosaba vida, en un lateral lucía un precioso tiovivo, y las cafeterías eran elegantes y con bastante gentío. Apetecía sentarse a tomar un café, pero la visita debía continuar. Tras una breve explicación de la piazza continuamos por Via dei Cerchi en su cruce con Via Dante Alighieri, donde supuestamente vivió Dante, el poeta supremo, en el corazón de la Florencia medieval. Hay un Museo Casa de Dante, que esos días estaba cerrado por reforma.

Estaba anocheciendo y aunque el tiempo era fresco, la lluvia parecía que nos iba a respetar. Nos acercamos a la Piazza di San Firenze, donde está el Museo Nazionale del Bargello, allí hicimos una parada técnica de avituallamiento. Comprendes que las piazza tienen mucha historia a sus espaldas cuando su forma es casi siempre irregular y sus edificios históricos. Las tiendas estaban cerrando y se podía comprobar que mucha gente estaba huyendo a sus hogares empujados por un posible aguacero por llegar. 

Accedimos al Palazzo Vecchio (Palacio Viejo), por el lateral, para admirar los tres patios de la planta baja. Los patios son de un esplendor arquitectónico sobresaliente. En ellos hay repartidos fuentes, esculturas y las bóvedas de los soportales están decoradas con escenas de distintos motivos como el enlace de Francesco I de Médici y Juana de Austria en 1565. Los pilares del segundo patio eran enormes, para sostener el peso del Salón del Cinquecento. 

Abandonamos los patios del Palazzo Vecchio directamente a la Piazza della Signoria, que es un auténtico museo al aire libre. Lo primero que a uno le llama la atención, nada más salir a la derecha, es el David de Miguel Ángel, que en realidad es una copia exacta pero en la ubicación original que tuvo la escultura tal y como Miguel Ángel la pensó. Justo en paralelo, pero al otro lado de la preciosa puerta del Palazzo Vecchio, está la escultura de Hércules y Caco.  A la izquierda del Palazzo está la Logia, o pórtico de la Señoría. Bajo su pórtico encontramos, entre otras, las esculturas de Perseo con la cabeza de Medusa y el Rapto de las Sabinas.

En la plaza además encontramos la voluptuosa Fuente de Neptuno  y una escultura en bronce ecuestre de Cosme I de Médici. Hay más esculturas pero estas son las que más me llamaron la atención en una primera visita nocturna. Una característica principal de la Piazza es la torre almenada del siglo XIV, que es uno de los símbolos emblemáticos de la ciudad. Es una torre muy particular, con una balconada y un reloj, aparte de un mirador. Según los últimos descubrimientos arqueológicos se estima que los inicios de esta plaza se remontan a la época del emperador Adriano, que no es poca cosa. Si no es de las plazas más bellas que he visto, sí es la más artística.

Ya era noche cerrada y llevábamos despiertos desde muy temprano, pero antes cenar y de irnos de vuelta al hotel quisimos acercarnos a ver los exteriores de la Gallerie degli Uffizi, donde pudimos ver algunas de las esculturas de personajes como la de Niccolo Macchiavelli, Michelangelo Buonarroti, Petrarca, Leonardo Da Vinci o Dante Allighieri. Al final de la Piazzale degli Uffizi hay una balconada con vistas al río Arno y al Ponte Vecchio. Algunas fotos nos hicimos allí.

De camino al hotel, en la Piazza del Mercato Nuovo nos detuvimos frente al restaurante Mammamia! Nos hizo gracia porque en Fuengirola, desde hace muchos años, solemos ir a uno que se llama O Mamma Mia. Así que entramos y la verdad es que no estuvo nada mal. Me comí unos pappardelle su crema di burrata e pomodoro datterini que estaban riquísimos. De camino al hotel pasamos de nuevo por la Piazza del Duomo y le dimos la vuelta completa a la Cattedrale. Apenas quedaba gente en la calle ya a esas horas. Fue un paseo inolvidable.

Una vez duchado y acostado en la cama, con el bello fresco de los ángeles en el techo, fue complicado concentrarse en la lectura, pero dormí como si estuviera un poco más cerca del cielo.


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