domingo, 29 de diciembre de 2024

Los deseos de Año Nuevo

Llegado el final del año, antes de recomenzar la cuenta de nuevo, es tiempo de hacer balance. Todos -o casi todos- echamos la vista atrás de los últimos doce meses y nos proponemos cambios para mejorar nuestras vidas: hacer más deporte, comer más sano, enfadarnos menos, tal vez leer más. Cada uno tiene sus propósitos personales y activa sus retos de cambio. 

En este ánimo de mejora caben millones de intenciones. Cada cual tendrá su propio plan, o interés personal en alcanzar tal o cual meta. Lo objetivos son tan infinitos como los pensamientos de una persona. Normalmente este deseo se diluye en el empeño de los primeros días, en el mejor de casos se sostiene unos cuantos meses y posiblemente pasado un año volvamos a encontrarnos con el mismo objetivo de mejora. Somos así, un poco sísifos en la vida.

Como cada hijo de barrio yo no soy distinto a los demás. Mis propósitos también han sido mundanales e incluso frívolos. Que si perder peso, ponerme algo más en forma, aprovechar mi tiempo libre y cosas así. Estas ilusiones se van agotando con los años y la vida te va quitando el antifaz con el que la mayoría de las veces miramos hacia nuestro futuro.

Cada año vamos perdiendo a familiares, amigos y conocidos que por una causa u otra dejan de estar entre nosotros. Es así. La causa normalmente es injusta, una enfermedad larga, o repentina, un accidente. Hay mil razones y todas al final llegan a la misma triste y definitiva conclusión: la muerte. No se puede pasar por la vida un cierto tiempo sin que la fría mano de la Parca pase cerca de ti. Tarde o temprano alguien cercano a ti, es alcanzado por ella, y quieras o no, algún día te señalará el reloj recordándote que ya es hora.

¿Qué podemos hacer entonces? La respuesta es simple: nada. Todo tiene solución excepto la muerte se suele decir. Por eso llegado el momento de pedir un deseo, pidamos lo que pidamos para alcanzar la meta por imposible que parezca, lo fundamental y estrictamente necesario es estar vivos.

Así que como en la base de todo lo que deseamos está mantenernos vivos. Mi propósito de año nuevo últimamente es seguir con vida, y a ser posible ser feliz. Yo y todos los que amo a mi alrededor. Es un propósito simple, pueden incluso afirmar que tonto, pero me río yo de aquel que sea capaz de cumplir sus aspiraciones de año nuevo sin este primer logro conseguido. Yo desde luego no lo quiero para mí.


domingo, 15 de diciembre de 2024

Standstill en la Sala Trinchera

Se anunció que la banda catalana Standstill se reunía tras un parón de casi una década y que además visitaban Málaga para ofrecer un concierto. No los había visto nunca en directo y además venían sin disco, que en esta ocasión lo vi como algo positivo, por lo que supuse que ofrecerían un concierto con muchas de las canciones que me gustaban de su discos anteriores.

Tengo que reconocer que no me considero un super fan de ellos, quiero decir que me gustan, pero que no los he ido siguiendo ni he machacado Spotify dándole vueltas a sus discos. Al menos no lo he hecho hasta el anuncio, porque una vez que tuve conocimiento me puse a ello, y he estado enganchado a sus discos las últimas semanas. Y los que me conocen saben que tengo la suerte de poder escuchar música todo el tiempo que estoy en el trabajo y al que hay que sumarle el tiempo de ida y de venida del trabajo, porque en ese trayecto, que hago a pie, siempre voy con los auriculares colocados escuchando la música que me apetece.

Standstill está formado por cuatro miembros, el enjuto y nervioso Enric Montefusco, (cantante y guitarra),  el inquieto Ricky Lavado (batería), el carismático Ricky Falkner (bajo) y Piti Elvira (percusión y guitarra). En el concierto les acompañó a los teclados y a la guitarra, Víctor Valiente, que no está claro si es miembro permanente o colaborador habitual.  A los dos Rickys los había visto en directo con otras formaciones. Ricky Falkner es cantante y bajista en Egon Soda,  en el que también participa Ricky Lavado con las baquetas en las manos. A ambos tuve la fortuna de verlos en un concierto que ofrecieron en el MVA de Málaga. Además, a Ricky Falkner también lo vi acompañando a Iván Ferreiro cuando vino a Fuengirola en uno de los conciertos de la localidad. Es posible que haya coincidido en alguna ocasión más.

Son músicos contrastados, tienen una discografía amplia a sus espaldas, y la única duda era saber si habían ensayado suficiente las canciones para el concierto, pero en realidad no había duda. Al final lo que vimos fue un bolazo en la Trinchera. Si he de poner alguna pega al concierto es que se me pasó rapidísima la hora y media de concierto. Un par de canciones más hubiera estado bien.


jueves, 12 de diciembre de 2024

Lo que me queda por vivir - Elvira Lindo

Cuando yo andaba con mis estudios de Ingeniería en la Facultad de Málaga, Elvira Lindo estaba publicando con éxito su serie de Manolito Gafotas, y en esos años yo tenía ya bastante ocupación con la carrera como para poder prestarle atención. Lo cierto es que en aquellos años leí bastante poco, pero tengo el recuerdo de ir a la biblioteca y sacar la primera entrega de Manolito para leerla. Recuerdo que la leí en un fin de semana que tendría libre y que me gustó y que me lo pasé bien leyéndola. Pensé que tenía que leerme la segunda pero ahí acabó mis lecturas de Manolito, sin saber muy bien por qué. Lo cierto es que no recuerdo casi nada de la historia salvo que me lo pasé bien. A veces el aire de un recuerdo es más completo que el aire de una novela.

Supongo que aquellos libros me pillaron en una época en la que yo aún estaba leyendo para formarme, buscaba -supongo- lecturas más profundas, en muchos casos lecturas de clásicos. Esa etapa tan satisfactoria y necesaria ya pasó, aunque de vez en cuando me gusta volver a los clásicos (¡Siempre hay que volver a los clásicos!) y por supuesto lo que me queda por aprender es infinitamente superior a lo que he aprendido, que por otra parte, me sucede que rápidamente lo olvido.

Pasaron los años y de vez en cuando leía artículos de Elvira en prensa. Hasta que un día me encontré de segunda mano el volumen de sus Tintos de Veranos, que son una recopilación de artículos suyos en el diario El País. El mundo es un pañuelo, que así se titulaba el segundo volumen, me divertían mucho.

En aquellos artículos Elvira contaba pequeñas historias desternillantes en las que llamaba a su marido, su santo. Me hacía mucha gracia. Desde entonces a mi mujer la llamo muchas veces mi santa. Yo andaba totalmente preso en los libros de su santo, Antonio Muñoz Molina, al que seguía en novelas, artículos e incluso en su blog. Todo lo que caía en mis manos.

Después leí El otro barrio, que fue su primera peripecia en la narrativa adulta. Veo ahora que no publiqué entrada en este blog (¡injusticia!) porque me gustó, si bien no es una novela que yo pueda colocar la etiqueta de maravillosa sí que recomiendo leer. Tiene su aquel. 

No escribo una entrada de todos los libros que leo. Algunos porque no me gustaron, otros porque los abandoné antes de acabar, y muchos, la mayoría, por falta de tiempo. ¡Qué se le va a hacer! Mis días no son más largos que los de los demás.

Desde entonces he intentado leer otros libros de ella, y recientemente me decidí por Lo que me queda por vivir, que personalmente me da la sensación de que es un libro bastante autobiográfico. Es una historia que retrata muy bien una época y una sociedad, así como una ciudad -Madrid en los ochenta- en la que recién inaugurábamos una democracia y estrenábamos la libertad, especialmente las mujeres, a las que, aún con esfuerzo, les costó más de lo debido. Es una historia común, pero al mismo tiempo especial. La recomiendo.

Pd: Aproveché que Aurora Lindo vino a la biblioteca de Fuengirola y me pudo dedicar el libro.