Cada fin de año solemos hacer una escapadita, tratamos de salir a pasar el fin de año fuera, un año con la familia, otro año con los amigos, y así vamos, intentado sacarle el zumito a esto de vivir, aunque sólo sea en días contados.
No solemos ir muy lejos, porque tampoco disponemos de muchos días, especialmente yo, que no tengo vacaciones navideñas. La idea es visitar una localidad y mezclar algo gastronomía con algo de fiesta, más que nada por ir pensando en los niños, y si es posible incluir algo de turismo y cultura, que una cosa suele ir cogida de la mano con la otra. Este año elegimos Vejer de la Frontera, que yo por ejemplo no la conocía.
Miguel venía con la muñeca vendada. Una caía en un partido de fútbol le produjo una hiperextensión en la muñeca izquierda. Por lo menos no había fractura y tampoco le afectó su mano diestra, nunca mejor dicho. Cosas del fútbol.
Vistamos el pueblo, comimos estupendamente, y disfrutamos de nuestra fiesta de Nochevieja en el Restaurante del hotel, El Refectorio, que incluía una carrillada de ternera retinta que no fui capaz de comerme. Riquísima. De hecho es una de las cosas que mejor recuerdo del fin de año. Bueno, de la carrillada y del postre de torrijas con leche de coco. Para chuparse los dedos.
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