domingo, 28 de marzo de 2021
Del Natural - W. G. Sebald
sábado, 27 de marzo de 2021
El fútbol en casa
En casa tenemos un hooligan del fútbol, un erudito, que se sabe el equipo, la posición, el nombre y el apellido, la edad y la altura de la mayoría de los jugadores de fútbol de Primera División y gran parte de los equipos que participan en la Champions League. Es un niño y tiene 12 años. Se llama Miguel y su pasión absoluta es el fútbol, que últimamente comparte también con la PlayStation, aunque su juego favorito, o al menos con el que pasa más tiempo jugando en la pantalla también es de fútbol. Desde muy pequeño adquirió la insana costumbre de darle patadas a casi cualquier cosa que se encontrara por el suelo, fuera redonda o no, blanda o dura. Era así. Un impulso.
Siguió jugando en la escuelita y al acabar la temporada insistió para hacer las pruebas y esta vez sí que lo seleccionaron. ¡Qué contento estaba! Desde entonces llevamos muchos años ya recorriendo los campos de fútbol de la provincia. Los niños mandan. Las pretemporadas, los entrenamientos, llueve o truene, los partidos de liga, los torneos, el frío y el calor sofocante. Comprar botas cada dos por tres. Los cardenales. Primero con el Fútbol 7 y después con el fútbol 11. Verlo crecer rodeado de compañeros, haciendo equipo, disfrutando, es de una felicidad absoluta.
La decisión que tomamos, o más bien que él tomó con su insistencia cuando aún era un renacuajo, ahora en tiempos de Covid creo que fue un acierto. El fútbol le ha permitido correr, jugar, relacionarse en una época en la que la distancia social ha incrementado la dificultad en la comunicación de los niños. También tiene aspectos negativos, claro está, como todo, pero hoy voy a mirar para otro lado.
sábado, 13 de marzo de 2021
Ojos de agua - Domingo Villar
Suelo elegir los libros que leo influenciado por la publicidad que me llega directa o indirectamente de la editorial. También están las reseñas de prensa, que suelo consultarlas casi justo antes de comprar un libro, para terminar de decidir. Por otra parte, en muchas ocasiones las elecciones son consecuencias de mis vagabundeos por las librerías, yendo y viniendo, curioseando y leyendo las sinopsis, picando de aquí y de allí, pero sin duda las mejores de mis lecturas suelen llegar por el boca a boca. Los libros que van recomendando los lectores tienen un crecer lento pero eficiente, van abriendo poso en cada lector a pico y pala. Cuando una persona que conoces, con la que tienes gustos comunes, con la que has intercambiado lecturas y horizontes literarios cree que un libro te puede gustar, porque te conoce, y sabe de tus gustos, la más de las veces te está haciendo un regalo estupendo, porque muy probablemente el libro será un compañero de vida.
No voy a destripar nada de la historia, estén tranquilos. Sólo quería contarles que en el caso de este magnífica libro, Ojos de agua, mi mujer, que es también una gran lectora de novela negra, lo leyó antes que yo, y también le encantó.
Cuando mi mujer se lo acabó casi que tuvimos que salir corriendo a comprar la segunda entrega de la serie donde se describen los quehaceres, enredos y sinsabores de Leo Caldas acompañado de su fiel y brusco amigo Rafael Estévez, para resolver los casos que se le presentan muy a su pesar. La primera novela, que es la única que he leído por ahora. Muy, muy recomendable.
sábado, 6 de marzo de 2021
Salida del baile de máscaras - Raimundo de Madrazo y Garreta
Uno de mis cuadros favoritos del Museo Carmen Thyssen de Málaga es la obra de Raimundo de Madrazo y Garreta, Salida del baile de máscaras, un coqueto óleo sobre tabla fechado en 1885. El cuadro es sencillamente maravilloso. La obra está en la colección del Carmen Thyssen-Bornemisza desde que lo adquirió en julio de 1992, en una galería de Nueva York, de una colección privada de Connecticut. El título original era en francés Bal Masqué (Baile de máscaras). En realidad es un cuadro atípico dentro de su obra, porque Raimundo de Madrazo se podría etiquetar casi como un pintor de retratos, especialmente de la aristocracia y la alta sociedad de París, que era su clientela habitual.
Siempre que visito un museo voy eligiendo mentalmente cuál sería el cuadro que elegiría si pudiera descolgar uno y llevármelo a casa. Es un juego tonto y caprichoso, casi una forma de soñar despierto, que además de entretenerme, me hace observar las obras con más detenimiento, porque colgar un cuadro en las paredes del piso es cosa seria. En el Carmen Thyssen probablemente saldría con éste debajo del brazo en cada visita, pero como por ahora no parece viable tal posibilidad, en una de mis primeras visitas me lo compré en forma de postal que aunque sé que no es lo mismo, al menos no tuve que salir a la carrera del museo. Me enamoré de él desde la primera vez que lo vi. Fue un flechazo a primera vista.
Decía que es un cuadro relativamente atípico dentro de la obra de Raimundo porque es posible que su obra más conocida, y la que más ha llegado hasta el público actual son los múltiples y variados retratos de su recurrente modelo Aline Masson. Seguro que han visto alguno. La gran mayoría de ellos son interiores donde la sensual joven exhibe con despreocupación sus momentos de ocio cotidiano, dejando así de lado los grandes temas de la historia clásica, como son los de temática mitológica y religiosa. Dentro del imaginario pictórico de finales del siglo XIX, la belleza física femenina era uno de los géneros que más éxito tenían entre los coleccionistas de arte. Se representaba el encanto y la gracia de las mujeres jóvenes, como homenaje genérico de la belleza física femenina. Se buscaba especialmente la emoción o el deleite estético. Los bailes de máscaras fueron casi un género.
¿Pero quién era en realidad Aline Masson? Poco he podido averiguar sobre ella salvo que parece ser que la hija del conserje de la residencia parisina de los marqueses de Casa Riera, muy cercana a la calle donde el pintor pagaba un alquiler para su atelier. Que la relación que tuvieron, ya fuera como amantes o pintor modelo duró más allá de 20 años. Si mantuvieron una relación sentimental, lo desconozco, aunque me inclino a pensar que sí. Porque contemplando los cuadros quien no se ha enamorado un poco de esta joven bella, de sensual figura y sonrisa espontánea.
Además del coche de caballos y del cochero están el portero de la sala y una serie de personajes que completan la escena. Parece que hay un par de señoritas bastante animadas, pues están levantándose las faldas mientras alzan una pierna, suponemos al son de una copla, o eso me gusta imaginar a mí, también hay un hombre aparentemente vestido de uniforme, tal vez espadachín, con anchos pantalones blancos y holgada chaqueta azul con hombreras a juego con un casco dorado adornado con una voluminosa pluma roja.
Antes de escribir esta entrada de blog decidí darme una vuelta por Internet, averiguar cuatro cosas del cuadro, más que nada para no parecer un paleto integral, cosa que por otro lado nunca creo que consigo. Entre unos cuantos datos que ya he comentado antes, una de las afirmaciones que más me han interesado es que según José Luis Díez, existe cierto parecido con el galán tocado con sombrero de copa que invita a la joven a compartir asiento de coche de caballos con el autor del cuadro, y lo cierto, si comparamos el rostro del hombre del cuadro con el retrato que Federico Madrazo, que fue pintor de cámara de la Reina Isabel II, y grandísimo retratista romántico además de padre de Raimundo de Madrazo, tiene pinta que sí. La siguiente relación sugerida que me surge es: ¿Será la joven que le acompaña Aline Masson? Yo me atrevería a afirmar que sí, pero la verdad es que no puedo estar seguro.
Pero posiblemente el verdadero protagonista del cuadro, y lo que lo hace realmente sobresaliente es su luz. La incandescencia de los farolillos de gas, la claridad apagada que se deja entrever en la tasca de vinos junto al cartel luminoso del Hotel du Nord y especialmente la atrayente luminosidad que recorta el perfil de la pareja a la salida del baile de máscaras. La luz en varias intensidades y de distintos y singulares orígenes es la particular maravilla del cuadro. El reflejo en el charco, la delicada luz en el lomo del caballo, o el ángulo de las distintas sombras de cada personaje podrían mantenernos ocupados durante un buen rato.
Dentro del cuadro cada figura, cada detalle, nada parece al azar, todo tiene su importancia, nada sobra y lo que los une a todos es la luz, esa maravilla de luz. Fíjense bien. Tanto en el reflejo como en la sombra. El conjunto es una maravilla. Uno puede sentir que está en esa noche, y que en breves minutos estará en un carruaje acompañado de una bella joven camino del descanso en la noche.