Hace tiempo que no les escribo sobre una canción nueva, pero hoy no voy a dejar pasar la oportunidad porque desde ayer ando literalmente enganchado a Burn the witch, de la banda británica Radiohead.
Si les soy sincero los dos últimos discos de Radiohead me dejaron un poco frío. Si bien hay muy buenos temas, en general, como discos completos no terminaron de enarmorarme. Esto puede ser más error mío que otra cosa, pero así es. En cambio, el sencillo presentación de éste su próximo noveno álbum -a mi juicio- raya altísimo.
El comienzo es amenazador. Unas intrincadas escalas de cuerdas, rajando el silencio, un ritmo casi sobrecogedor, seductoramente oscuro, los platos de la batería acompañan de una manera hechizante, increscendo, el bajo con un cargante sonido metálico arrastrando un ritmo repetitivo, la voz de Thom Yorke, casi sinuosa, adelantando el desgarro que llegará como una vigorosa profecía, todo parece encaminarse a un salto al vacío, y el vacío llega, pero con una vaporosidad celestial, una voz delicada y soñadora, como sobrevolando inspiradoramente tanto una liberación como una condena. Es lo más parecido que he escuchado últimamente a una levitación hacia los cielos mientras lo que en realidad le espera es el infierno. Una redención imposible. Espera el sangriento y macabro infierno final. Es inevitable. Pero tengan cuidado porque el camino a la perdición es lo mejor. Los últimos treinta segundos son una salida vertiginosa hacia la nada. No se lo pierdan, ni lo intenten. Salten al vacío y háganlo con los ojos cerrados.
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