Este fin de semana pasado he gastado mis horas al sol que más pellizca en Chiclana. Localidad costera y fronteriza de la Bahía de Cádiz. Sus olas atlánticas han mojado mi piel y su historia antigua ha removido mis pensamientos. Me he imaginado en otra época, bajo otra civilización, bajo el mismo Sol y bañado por el mismo océano, cuando en el Islote de Sancti Petri se hallaba el Templo de Hércules, donde Aníbal arribó antes de intentar la conquista de Italia y donde Julio César tuvo el sueño premonitorio de dominar el mundo.
Todo esto iba yo removiendo en mi cabeza mientras mi hijo removía, junto a su padrino, las mismas arenas que alguna vez pisaron quienes escribieron la historia. Todos hicimos castillos. Los que escribieron la historia lo hicieron sobre el islote, mis hijos en la arena, y yo en el aire. Así me achicharré la espalda, soñando despierto, imaginando un pasado en el presente, mientras leía el diario As, que tiene el mismo nombre que la moneda acuñada por el Senado Romano, cuando el Templo de Hércules vivía su máximo esplendor, y el mejor de los príncipes, Trajano, nacido en Itálica, muy cerquita de donde yo me tostaba, fue Emperador Romano.
Y así fui devorando la historia, como devoré manjares en el bufet libre del hotel. E imaginé que aquel hotel era su templo, y que el cuadro del Panteón que adornaba mi habitación fue, alguna vez, un monumento visitado por Trajano. Y ahora yo, acompañado de mi noble familia, le devolví la visita, como cuando admiré su famosa columna junto al Quirinale en Roma.
El último de mis días en Chiclana me fui sin poder brindar con una cerveza porque tenía que conducir, pero dando envidia a Trajano pues mi carro llevaba más caballos de los que el suyo jamás pudo llevar. Me fui deseando volver en otra ocasión, pero quién sabe en qué época y bajo qué civilización.
Ave César.
Pd: M.AGRIPPA.L.F.COS.TERTIVM.FECIT
Marco Agrippa, hijo de Lucio, cónsul por tercera vez, (lo) hizo
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