viernes, 21 de agosto de 2020

Olvera

 Todos los años por agosto solemos juntarnos con unos amigos y realizamos juntos una escapada de un fin de semana a un hotel rural. En agosto los niños están de vacaciones y su madre también y yo también. A nuestros amigos les pasaba lo mismo. El dichoso coronavirus parecía habernos ofrecido un respiro para el verano y la idea de mantener la tradición, que pocos meses antes nos parecía algo imposible, fue poco a poco despejándose de inconvenientes y restricciones hasta que al final fue inesperadamente posible.

Allá por navidades, como un acto inequívoco de optimismo elegimos un hotel rural en una de esas localidades algo apartadas del turismo de multitudes. Olvera fue el sitio elegido. La sierra y sus atractivos culinarios tuvieron gran parte de culpa de la elección. La piscina y la situación del hotel dentro del pueblo, para no tener que coger mucho coche, se llevaba otra amplia parte de la elección, pero un nuevo dato había sido introducido forzosamente en la toma de decisiones de última hora. Un valor determinante que hace apenas unos meses ni existía en nuestras cabezas: la tasa de incidencia. Cuando reservamos el hotel no teníamos ni idea de la tasa que habría en Olvera en el momento de ir, era algo que tendríamos que consultar pocos días antes. Afortunadamente no existían apenas datos de coronavirus en Olvera. 

Resultó que unos días antes de llegar nosotros se dieron un par de casos positivos en el pueblo. Lo que se venía llamando algo así como casos importados. Muchas actividades se paralizaron en el pueblo. Algunos restaurantes se vieron obligados a cerrar por indicaciones sanitarias y nosotros nos encontramos prácticamente solos en el hotel. Hubo algunas anulaciones de reservas de última hora. La tranquilidad que fuimos a buscar a Olvera nos abrió sus puertas y ventanas de par en par. 

Así que pudimos sacar zumito a nuestros días en Olvera. Los niños en la piscina, las mujeres en las hamacas y nosotros prolongando las siestas, las lecturas y repitiendo cervezas. Olvera la recordaré como un paréntesis de intranquilidad y desasosiego tan inesperado como necesario.


domingo, 16 de agosto de 2020

Una escapada a la Playa de Bolonia

Varias veces me había insinuado Pepi que le gustaría volver a ir a la Playa de Bolonia, pero ahora quería ir con los niños, que ellos no la conocían. Cualquiera que conozca a mi mujer sabe que le gusta más una playa que un sarao. Como sé lo convincente que puede llegar a ser, escudriñamos en el calendario un día de entre semana que no tuviéramos lío, y también que no hiciera mucho viento, porque aquella zona suele estar muy castigada por las vertiginosas inclinaciones de Eolo a jugar con sus vientos. Lo encontramos y coincidía que no hacía viento. O no mucho. No fue muy difícil porque todos estábamos de vacaciones.

Salimos temprano porque la idea era aprovechar el día de playa y porque hay casi dos horas de trayecto desde casa, además teníamos noticias de que como es un paraje natural protegido, una vez se llega al número máximo de coches se corta el acceso.

La principal peculiaridad de la Playa de Bolonia es una enorme duna arinada presidiendo casi 4km de arena fina y blanca para terminar en la Cala del Tesorillo. A una lado el Océano Atlántico, al otro un prado verde de pinos y resguardado y con unas vistas excepcionales los restos de la ciudad romana de Baelo Claudia. El entorno es verdaderamente sobrecogedor.

Pasamos la mañana subiendo a la duna, refrescándonos atlánticamente, haciendo fotos y con un poco de lectura. Almorzamos bastante cola porque iba por número y aunque quisimos llegar temprano, no lo hicimos tanto como hubiera sido necesario. No importó, la espera acrecentó nuestro apetito.

Yo tomé atún rojo y Pepi calamar a la plancha. De entrada ensaladilla rusa con pulpo y tortilla de camarones. Todo estuvo fabuloso. Sentados a la mesa, con un foro y un teatro romano a la espalda y con el Atlántico por delante nada puede salir mal.

Aún tuvimos tiempo de echar una siestita escuchando el romper de las olas. Llegamos a casa cerca de las once de la noche porque pillamos algo de retención a la salida, que fue el único borrón a una escapada fabulosa.


sábado, 15 de agosto de 2020

Woody Allen - A propósito de nada

Soy un grandísimo admirador de Woody Allen, tanto de su dilatada filmografía como de sus ocurrencias en general. Me gusta leer sus entrevistas y reír con las frases ingeniosas con las que nos obsequia. Hasta su humilde forma de recibir halagos me encantan. Cuando supe que publicaba una biografía no tuve dudas de que querría leerla, así que mi siempre atenta mujer me la regaló para mi cumpleaños y en los días de asueto que pude disfrutar junto a ella en Antequera comencé a leerla.

Woody nunca decepciona, el libro comienza desternillante, contándonos sus motivaciones, su manera de trabajar, cómo conoció a muchas de las personas más influyentes de su vida, así como inocentes  intimidades sobre algunas de sus relaciones de parejas, desde Louise Lasser pasando por Diane Keaton hasta Soon-Yi. Todo es divertido y ameno hasta que comienza a explicar como la desquiciada relación que mantuvo con Mia Farrow fue derivando en la obsesiva a la par que vengativa reacción de ésta a su desconcertante relación con Soon-Yi.

Está claro que Woody comenzó a escribir el libro con un ánimo, digamos divertido, pero todo se fue al carajo -según mi opinión- cuando escribe que Mia Farrow supo de su relación con Soon-Yi. Entonces Woody se pone serio, e intenta hacernos comprender que está libre de culpa y que todo es una invención de Mia por arruinarle la vida a él y a Soon-Yi y que si para ello tiene que pasar por encima de sus propios hijos, así lo hace. Cuesta creer que alguien pueda obrar así, pero...

Me gustó más la primera mitad del libro, y aunque estuvo bien saber por puño del artista todo aquello que fue comidilla de la prensa rosa durante un buen tiempo se me hizo tediosa la larga diatriba de juicios, acusaciones y amenazas.

Probablemente la culpa sea mía, porque yo esperaba un libro entretenido, divertido y ocurrente, pero lo cierto es que no es un guion de cine sino la biografía de un director de cine. Y su vida, por lo que se lee, ha sido sólo comedia.

domingo, 9 de agosto de 2020

León Benavente en el Marenostrum

Cuando parecía imposible acudir a conciertos tuve la oportunidad de asistir a uno y la aproveché. Y no fue ir a uno cualquiera. Hacía tiempo que tenía ganas de ver en directo a León Benavente y en la ocasión anterior que estuvieron de gira cerca no puede asistir, pero en esta segunda oportunidad, que parecía mucho más complicada, sí que pude.

Pasaban los días y la fecha se aproximaba. Todo apuntaba a que el concierto podría suspenderse en cualquier momento, de que mi gozo iba a caer en un pozo, pero siguieron pasando los días y finalmente sí se pudo realizar. Óscar y yo, que compramos las entradas con bastante antelación, acudimos ilusionados a la par que sorprendidos  y con muchas ganas de música en directo.

El Marenostrum Fuengirola adoptó todas las medidas que se podrían tomar. En lugar de asistir de pie, sentados y numerados. Reducción del aforo a menos de la mitad. Mantener todo el tiempo las mascarillas puestas. Separación con distancia social. Entrar y salir en orden. Todo muy controlado. Gel hidroalcóholico al acceder. La cerveza te la llevaban a tu mesa. Nada de levantarse. Y todo, por supuesto, al aire libre.

Comenzó el concierto poco después de la hora señalada y lo hicieron con una canción cuyo título parecía más una declaración de intenciones que otra cosa, Siempre hacia delante. El sonido era estupendo desde el mismo inicio. El bello entorno del interior del Castillo de Fuengirola, sobre la loma, presidiendo la entrada a la localidad es difícilmente superable. La noche estrellada y una brisa fresca fueron regalos añadidos a un evento inigualable.

La banda fue al grano, un tema tras otro sin muchas pausas, Cuatro monos, Amo, Como la piedra que flota, Mano de santo, Volando alto, o Ayer salí. Un repaso salpicado y centrado especialmente en sus dos últimos discos. Personalmente eché en falta Habitación 615, que es una de mis favoritas. No pudo ser.