Recién regresado de Laujar de Andarax nos tiramos todo el día en la playa, deshicimos las maletas, recogimos líos y echamos el día tumbado en la arena, unos espeto, una siesta junto a la brisa marina y a descansar. No tanto por lo que teníamos por detrás como lo que nos esperaba por delante.
Se nos venían encima días de pintura, y no de ver cuadros en un museo, como a cualquier amante del arte gustaría, sino, pintar paredes y techo con pintura plástica, y lo que es peor, sacar todas las cosas para mover los muebles. Que se dice pronto pero uno comienza a acumular cosas casi sin querer y cuando se da cuenta hay una cantidad enorme de trastos inútiles de los que hay que deshacerse.
Tres largos días tardamos en pintar la casa, eso sí, nos ayudó un pintor. Nosotros quitábamos todos los cuadros, enchufes, y muebles, y dejábamos las paredes limpias y listas para que el pintor hiciese su trabajo con el mínimo estorbo posible. Así cuarto tras cuarto. Di gracias por una vez por no tener más habitaciones de las que tenemos. Una vez secada la pintura a devolver las cosas a su sitio, a ser posible tirar todo lo innecesario y colocar ordenadamente de vuelta todo a su sitio.
Una vez que terminamos de pintar la casa, y nos vimos en el sofá, derrotados, con más o menos todo en su sitio, en ese momento, hubiésemos repetido los días de descanso anteriores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario