sábado, 31 de agosto de 2019

Santiago de Compostela - Pontevedra - Combarro

Cada año en agosto solemos coincidir que en casa estamos todos de vacaciones y, si la economía lo permite, intentamos hacer una escapada, preferiblemente a algún lugar que no conozcamos. En estas vacaciones teníamos pensado ir a conocer Galicia. No al completo, porque programamos un viaje de de 3 noches y es imposible recorrer una comunidad con tantos atractivos completamente, aunque sí que estiramos los días todo lo que pudimos.

Llegamos a Santiago en avión, salimos desde Málaga en vuelo directo aún de noche, de manera que vimos amanecer desde la ventanilla del avión. Lo primero que hicimos al aterrizar fue recoger el coche que habíamos reservado por Internet. Nos recogieron en una furgoneta en el mismo aeropuerto y desde allí nos llevaron a la sede donde nos entregaron el coche, un amplio KIA Sportage y con él nos acercamos al hotel para soltar las maletas y bajamos a desayunar a una cafetería que había junto al hotel. ¡Sofía tomó churros!

La idea del primer día era aprovechar que se pronosticaba un día fabuloso y acercarnos a Pontevedra, que estaba a unos tres cuartos de hora por carretera desde nuestro hotel en Santiago de Compostola.

Pontevedra es preciosa. Nuestro primer contacto con la ciudad fue la Iglesia de la Virgen Peregrina. Había mucho ambiente por la ciudad, entre que era agosto y que hacía un día maravilloso, todo el mundo se había lanzado a las calles. Paseamos por el casco antiguo, y nos detuvimos en la fuente de los Jardines de Castro Sampedro, cerca del Convento de San Francisco para hacernos unas fotografías. Seguimos hasta la Parroquia de San Bartolomé, que está a muy pocos pasos del Mercado Municipal de Pontevedra y como en casa somos bastante aficionados a visitar los mercados, y más en localidad con puerto, pues allí nos presentamos. Ya estaban recogiendo aunque pudimos ver muchos de los puestos con todo el pescado expuesto.

Nos gustó mucho el exterior del Pazo de Mugartegui. Está reformado interiormente pero no es un lugar visitable, ya que es de ámbito privado. Callejeamos hasta la casa donde vivió Valle Inclán, junto al Cruceiro de la Plaza de las Cinco Rúas. La verdad es que era un sitio encantador para vivir.

A pocos metros de la casa de Valle Inclán está la Basílica de Santa María la Mayor, lugar destacado dentro de Pontevedra. La fachada es impresionante. Es un edificio de estilo gótico, pero al estar tan cerca de un mar tan bravo se nota que el salitre ha afectado su piedra, si bien interiormente está bastante mejor de lo esperado. A mí me gustó mucho. Y aunque es gótico no es un gótico canónico, Podría haber pasado allí una hora tranquilamente contemplando los detalles de su arquitectura, pero no disponíamos de tanto tiempo.

Desde allí paseamos un poco por el centro buscando una mesa sobre la que rellenar el tanque. Yo andaba loco por tomar una Estrella Galicia, y los niños estaban locos por sentarse a descansar y bueno, también probamos unos pimientos del padrón, calamares fritos, una buena carne y de postre probamos la tarta de Santiago. Muy típico todo.

Deambulamos un rato por Pontevedra casi como despedida, porque nuestra intención era regresar al coche y acercarnos al O Convento de Poio, que pillaba camino de Combarro. Allí visitamos el Monasterio de San Juan, hoy una hospedería, y a la entrada contemplamos uno de los hórreos más largos de toda Galicia. Realizamos una visita corta y seguimos en dirección a Combarro.

Combarro es famoso por su gran cantidad de hórreos en primerísima línea de playa. Si buscan en Internet las palabras "hórreo Galicia" es muy probable que encuentren muchas fotos y la mayoría sean precisamente de los hórreos de Combarro, que es un pueblo precioso, chiquito y pintoresco, con balcones y callejuelas estrechas  de piedra. Una visita obligada. Un lugar ideal para perderse por sus esquinas. Como no disponíamos de todo el tiempo que nos gustaría, no lo malgastamos mucho y paseamos sin demasiada dejadez.

Desde Combarro de camino a Santiago de Compostela dimos un pequeño rodeo para acercarnos a Sanxenxo y a visitar la Hermita de la Lanzada. Las vistas desde allí son sensacionales. Se respiraba una paz y una tranquilidad sobrecogedoras. Me hubiera quedado allí hasta el atardecer pero todos estábamos cansados y aún quedaba un rato en coche de vuelta a Santiago.

Dejamos el coche en el parking del hotel y fuimos a buscar un lugar donde tomar algo antes de regresar a la habitación. Yo había estado conduciendo y no me permití tomarme una copa de vino de las Rías Baixas, pero una vez aparcado el coche aproveché. El día había sido largo y provechoso, y además había que descansar porque al día siguiente teníamos también una agenda bastante cargada. 

viernes, 9 de agosto de 2019

Playa y pintura

Recién regresado de Laujar de Andarax nos tiramos todo el día en la playa, deshicimos las maletas, recogimos líos y echamos el día tumbado en la arena, unos espeto, una siesta junto a la brisa marina y a descansar. No tanto por lo que teníamos por detrás como lo que nos esperaba por delante.

Se nos venían encima días de pintura, y no de ver cuadros en un museo, como a cualquier amante del arte gustaría, sino, pintar paredes y techo con pintura plástica, y lo que es peor, sacar todas las cosas para mover los muebles. Que se dice pronto pero uno comienza a acumular cosas casi sin querer y cuando se da cuenta hay una cantidad enorme de trastos inútiles de los que hay que deshacerse.


Tres largos días tardamos en pintar la casa, eso sí, nos ayudó un pintor. Nosotros quitábamos todos los cuadros, enchufes, y muebles, y dejábamos las paredes limpias y listas para que el pintor hiciese su trabajo con el mínimo estorbo posible. Así cuarto tras cuarto. Di gracias por una vez por no tener más habitaciones de las que tenemos. Una vez secada la pintura a devolver las cosas a su sitio, a ser posible tirar todo lo innecesario y colocar ordenadamente de vuelta todo a su sitio. 

Una vez que terminamos de pintar la casa, y nos vimos en el sofá, derrotados, con más o menos todo en su sitio, en ese momento, hubiésemos repetido los días de descanso anteriores.


domingo, 4 de agosto de 2019

Una escapada a Laujar de Andarax

Llegó agosto y desde el mismo primer día de agosto le abrí la puerta de par en par a mis vacaciones. ¿y qué mejor comienzo de vacaciones que una escapada a un hotel rural un par de noches? Exactamente eso fue lo que hicimos. Este año comenzamos las vacaciones a los pies del Parque Nacional de Sierra Nevada, en Laujar de Andarax, en la falda almeriense, y lo hicimos acompañados de nuestros amigos Sagri y Miguel y sus niños Dani, Jaime y Gabriel, y también de Juani y Nicolás.

Estos fines de semana se resumen muy acertadamente con palabras como siesta, estupenda compañía, risas, lecturas y buen yantar. Todas en su adecuada proporción. No hay mucho que contar salvo que comimos más de la cuenta, nos bañamos en la añorada última hora de la tarde y salíamos a cenar cuando el cielo empezaba a difuminar sus colores y las estrellas a asomar su brillo.

Por las mañanas, después de un abundante a la vez que relajado desayuno solíamos dar paseos. No excesivamente cansados pero sí lo suficiente como para merecer una cerveza fría que llevarse al gaznate. Y después del almuerzo, probablemente no con tanto merecimiento pero sí con idénticas ganas llegaba la siesta.

Días en los que hay poco que contar, pero mucho que vivir. No estrés y como dice la canción de Radiohead, no surprises.