Pocos días después del estupendo concierto que ofreció Eddie Vedder en el Wizink Center de Madrid, acudí al Teatro Cervantes de Málaga para ver a Rufus Wainwright. En ambas ocasiones acudí junto a mi más habitual acompañante de conciertos, mi cuñado Francisco. El concierto del canadiense es uno de los que llevaba esperando desde hacía mucho tiempo. Compramos las entradas el primer día que salieron a la venta. Platea, centrados, tercera fila, en un sitio desde pudiéramos verles las manos al piano, o desde suponíamos que podíamos verlas. Finalmente así fue. Se vendieron todas las localidades del teatro. Lleno absoluto.
La gira venía anunciada como un concierto en solitario, voz y piano, presentando el veinte aniversario de su primeros dos álbumes, pero poco antes de llegar a Málaga Rufus cambió los setlists de los conciertos que venía ofreciendo, y no fue exactamente como lo esperábamos, cambió mucho la selección de canciones con respecto a otros recitales de noches anteriores.
Me quedé con las ganas de escuchar temas como In my arms, Barcelona o Greek songs, pero en cambio tuve regalos inesperados como versiones de su compatriota Leonard Cohen en temas como So long, Marianne o Hallelujah.
El concierto se me pasó volando, y eso que tuvo dos bises. En el primer encore interpretó uno de sus temas más ovacionados, Going to a town, y seguidamente Hallelujah, y cuando ya parecía que no volvería a salir, tras la insistencia de los aplausos, regresó y nos regaló una maravillosa interpretación de Pretty things.
Desde luego si Rufus Wainwright se acerca de nuevo por Málaga, allí me tendrá.