Todos los años si puedo me gusta ir a una obra de teatro, y si se puede a dos o a tres. No es fácil porque aparte de que hay que pagar la entrada, tengo que dejar a los niños a dormir en casa de los abuelos. Además está el tema de que muchas obras son entre semana y esas nos resultan imposibles, con lo que sólo podemos elegir las de los fines de semana y no siempre son las que más nos gustan.
Este año compramos entradas para ver la adaptación de la obra de Tennessee Williams, La gata sobre el tejado de zinc caliente y fuimos junto con mi hermano y su santa. Poco antes de asistir al teatro me leí el libro, como ya comenté en este blog, y creo que fue una buena idea.
Hay quien piensa que es mejor ir al teatro sin tener ni idea de lo que el guión pueda deparar, dejar que te sorprensa. Es cierto que en parte veo factores a favor ahí, pero por otro lado, si vas al teatro a ver la obra, pierde mucho sentido después leer la novela o el guión en el que esté basado. Creo que es siempre mejor conocer la base, el origen; de manera que así se puede tener una visión más clara de cómo ha sido la adaptación desde el original. Cuestión de gustos, supongo.
En este caso particular la comparación es casi más con los actores de la película de Richard Brooks que con la propia novela, y es que Elizabeth Taylor y Paul Newman despidieron muchísima química en aquella adaptación.
En esta obra los actores estuvieron sobresalientes. Eloy Azorín interpretaba el papel de Brick, un personaje perdido e indiferente; Maggie Civantos interpretaba a la apasionada y soñadora Maggie, esposa de Brick y Juan Diego al contundente y ufano padre de Brick. Si tienen ocasión no duden en acudir a verla.
Varios minutos los pasé de pie aplaudiendo.
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