El sábado por la mañana, en nuestra tercera jornada en París, amaneció el día nublado, pero según las predicciones del tiempo el sol iba a ir ganando terreno a lo lardo del día. Y así fue. Nuestro primer propósito del día era la ansiada visita a la Torre Eiffel. De manera que en cuanto terminamos de desayunar cogimos el metro y nos fuimos hacia Trocadero, desde donde iniciamos nuestra visita a la Torre Eiffel.
La Torre Eiffel es imponente incluso cuando ya la has visto antes. A los niños los dejó boquiabiertos. Su tamaño es faraónico, y su esbelta figura es lo singularmente atractiva como para llamar la atención desde donde quiera que se cruce en nuestra mirada.
Conforme nos fuimos acercando pudimos comprobar las enormes medidas de seguridad por las que había que pasar para poder acceder a la torre. Tras una larga cola, y tras pasar por un meticuloso control de seguridad, pudimos acceder al ascensor que nos subiría a la segunda planta de la Torre Eiffel.
Pasamos casi media mañana completa en la visita de la Torre Eiffel. Los niños lo estaban pasando estupendamente con la idea de estar en la Torre y no quisimos meterles prisa para irnos de allí. Fue el gusanillo del apetito en el estómago el que les obligó a salir. Así que cogimos el metro y nos dirigimos hacia el Barrio Latino, y junto a la Sorbona, en un Monoprix que encontramos por el camino, nos compramos unos bocadillos y eso almorzamos. Algo rápido y barato. Teníamos aún muchas cosas pendientes por ver.
Partimos desde las vetustas Termas de Cluny, por el Boulevard Saint-Michel, hasta la misma puerta del Jardín de Luxemburgo donde giramos hacia el Panteón. El día había comenzado a torcerse y se intuía que de un momento a otro se pondría a llover. El Panteón es uno de esos imprescindibles que no visitamos en nuestro anterior viaje a París, y no queríamos dejar pasar esta segunda oportunidad.
El edificio del Panteón se terminó de construir en plena Revolución francesa y en él se encuentran los restos de grandes personalidades de la historia de Francia, como son Voltaire, Rousseau, Victor Hugo, Marie Curie o Alejandro Dumas. También está instalado en el Panteón una réplica del péndulo de Foucault, en el mismo lugar donde originariamente se instaló el famoso péndulo para el experimento de demostrar la rotación de la tierra. Algo curioso.
A pocos pasos del Panteón, por la parte posterior izquierda, se encuentra la Iglesia Saint-Étienne-du-Mont, del siglo XV-XVI, construida sobre los restos de la cripta de la abadía de Santa Genoveva del siglo VI, patrona de París. La iglesia Saint-Étienne-du-Mont es, a mi gusto, una de las más bellas de París. Exteriormente es una maravilla, pero es que interiormente tampoco está nada mal. Posee una pareja simétrica de escaleras de caracol alrededor de las columnas centrales que son una auténtica maravilla. El púlpito de madera es sencillamente impresionante. Además contiene las tumbas de Jean Racine y Blaise Pascal. Jean-Paul Marat está enterrado en el cementerio de la Iglesia y también conserva las reliquias de Santa Genoveva. Las escalinatas laterales exteriores de la iglesia fueron utilizadas como escenario recurrente en el rodaje de Medianoche en París, de Woody Allen. En ella nos hicimos unas fotos simulando la escena.
Terminamos abrumados de tanta belleza y abandonamos la iglesia dejándonos llevar cuesta abajo entre calles repletas de bares, cafés-patisserie, tiendas de vinilos y librerías. Paramos en una cafetería junto a la rivera del Sena, con el perfil de la catedral de Notre-Dame asomando detrás de la espesura de los árboles y el trasiego en los puestos de los buquinistas.
Poco puedo contar ya que no se haya contado de la catedral de Notre-Dame. Lo que más me gusta de ella -y esto es una percepción muy personal- es la parte trasera, donde sus arbotantes y contrafuertes pueden observarse con limpieza. La piedra ahí parece separarse y tomar espacio, como si estuviera estirada, casi despellejándose, frágil a la vez que sólida. Las gárgolas simulan observar todo lo que sucede cual cámaras de seguridad, misteriosas y siniestras. Uno puede imaginarse aún a Quasimodo asomado al rosetón, taciturno. ¡Cuántas leyendas y cuanta literatura alrededor de ella! Y todo en el inmejorable marco de la Ile de la Cité.
¡Desde el siglo XII hasta hoy, cuánta historia! Desde su origen en el pueblo romano, pasando por el oscuro medievo, la peste negra, Juana de Arco, la revolución francesa, la coronación de Napoleón, el romanticismo labrado en piedra, Esmeralda enamorando a Quasimodo en la imaginación de Víctor Hugo, los bombardeos nazis... ya sabemos que la historia está múltiples veces escrita con sangre y dolor.
Abandonamos la catedral hacia los jardines aledaños a descansar, sabiendo que uno acaba de pisar la piedra por la que caminó la Historia. Paso a paso. Desde allí continuamos nuestro camino hacia el Hotel de Ville. Otra maravilla. La plaza delantera estaba siendo restaurada y la vista perdía encanto enormemente.
Por la Rue du Renard llegamos hasta la Fuente de Stravinsky y desde allí hasta el Museo Pompidou. Había mucho ambiente. Jóvenes bailaban al ritmo contundente de música dance que salían de altavoces voluminosos. Nos detuvimos a verlos. A los niños les gustaba ver a los jóvenes bailar. Les echaron unas monedas.
Bagabundeamos por el Boulevard de Sébastopol, esperando que el atardecer cayera sobre nosotros. Desde el Forum Des Halles cogimos el metro hasta la Gare du Nord, cerca de nuestro hotel. El día estaba terminado y nuestros pies destrozados y aún nos quedaba mucho por recorrer en este viaje.
El edificio del Panteón se terminó de construir en plena Revolución francesa y en él se encuentran los restos de grandes personalidades de la historia de Francia, como son Voltaire, Rousseau, Victor Hugo, Marie Curie o Alejandro Dumas. También está instalado en el Panteón una réplica del péndulo de Foucault, en el mismo lugar donde originariamente se instaló el famoso péndulo para el experimento de demostrar la rotación de la tierra. Algo curioso.
A pocos pasos del Panteón, por la parte posterior izquierda, se encuentra la Iglesia Saint-Étienne-du-Mont, del siglo XV-XVI, construida sobre los restos de la cripta de la abadía de Santa Genoveva del siglo VI, patrona de París. La iglesia Saint-Étienne-du-Mont es, a mi gusto, una de las más bellas de París. Exteriormente es una maravilla, pero es que interiormente tampoco está nada mal. Posee una pareja simétrica de escaleras de caracol alrededor de las columnas centrales que son una auténtica maravilla. El púlpito de madera es sencillamente impresionante. Además contiene las tumbas de Jean Racine y Blaise Pascal. Jean-Paul Marat está enterrado en el cementerio de la Iglesia y también conserva las reliquias de Santa Genoveva. Las escalinatas laterales exteriores de la iglesia fueron utilizadas como escenario recurrente en el rodaje de Medianoche en París, de Woody Allen. En ella nos hicimos unas fotos simulando la escena.
Terminamos abrumados de tanta belleza y abandonamos la iglesia dejándonos llevar cuesta abajo entre calles repletas de bares, cafés-patisserie, tiendas de vinilos y librerías. Paramos en una cafetería junto a la rivera del Sena, con el perfil de la catedral de Notre-Dame asomando detrás de la espesura de los árboles y el trasiego en los puestos de los buquinistas.
Poco puedo contar ya que no se haya contado de la catedral de Notre-Dame. Lo que más me gusta de ella -y esto es una percepción muy personal- es la parte trasera, donde sus arbotantes y contrafuertes pueden observarse con limpieza. La piedra ahí parece separarse y tomar espacio, como si estuviera estirada, casi despellejándose, frágil a la vez que sólida. Las gárgolas simulan observar todo lo que sucede cual cámaras de seguridad, misteriosas y siniestras. Uno puede imaginarse aún a Quasimodo asomado al rosetón, taciturno. ¡Cuántas leyendas y cuanta literatura alrededor de ella! Y todo en el inmejorable marco de la Ile de la Cité.
¡Desde el siglo XII hasta hoy, cuánta historia! Desde su origen en el pueblo romano, pasando por el oscuro medievo, la peste negra, Juana de Arco, la revolución francesa, la coronación de Napoleón, el romanticismo labrado en piedra, Esmeralda enamorando a Quasimodo en la imaginación de Víctor Hugo, los bombardeos nazis... ya sabemos que la historia está múltiples veces escrita con sangre y dolor.
Abandonamos la catedral hacia los jardines aledaños a descansar, sabiendo que uno acaba de pisar la piedra por la que caminó la Historia. Paso a paso. Desde allí continuamos nuestro camino hacia el Hotel de Ville. Otra maravilla. La plaza delantera estaba siendo restaurada y la vista perdía encanto enormemente.
Por la Rue du Renard llegamos hasta la Fuente de Stravinsky y desde allí hasta el Museo Pompidou. Había mucho ambiente. Jóvenes bailaban al ritmo contundente de música dance que salían de altavoces voluminosos. Nos detuvimos a verlos. A los niños les gustaba ver a los jóvenes bailar. Les echaron unas monedas.
Bagabundeamos por el Boulevard de Sébastopol, esperando que el atardecer cayera sobre nosotros. Desde el Forum Des Halles cogimos el metro hasta la Gare du Nord, cerca de nuestro hotel. El día estaba terminado y nuestros pies destrozados y aún nos quedaba mucho por recorrer en este viaje.