Hace algunas semanas leí en uno de los artículos que Arturo Pérez-Reverte firma en el Semanal XL, que andaba el maestro trabajando y rematando la próxima entrega de la saga de El Capitán Alatriste, la que supondrá la séptima entrega de las correrías del protagonista, y que según sus cálculos o los de la editorial -no recuerdo bien-, estaría en las librerías entorno a febrero o marzo del próximo año 2011.
Pues bien, al terminar de leer el artículo sentí removerse en mis adentros ese gusanillo aventurero que tira de mí con ganas de volver a meterme, por tercera vez -y eso que no soy de repetir lecturas- en el personaje de Íñigo Balboa. De manera que esta semana pasada he vuelto a ser testigo otra vez de las conversaciones paganas en los pasillos de palacio, y asistí al teatro para disfrutar del estreno de una obra del gran Lope de Vega, sentí el escalofrío de separar mi capa delante del acero de Gualterio Malatesta, y recorrí callejuelas hombro con hombro de mi buen amigo don Francisco de Quevedo, para, al caer la noche, volver a la Taberna del Turco, regentada por Caridad La Lebrijana y saborear uno de sus sabrosos y reconstituyentes guisos. Todo, en esa España corrupta y orgullosa que fue la de nuestro Rey Felipe IV, el rey planeta.
Pardiez, casi había olvidado qué bien me siento siendo un veterano de los tercios de Flandes.
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