viernes, 26 de febrero de 2010

Cuando éramos honrados mercenarios

Ayer terminé de leerme el libro recopilación de artículos de Pérez-Reverte: Cuando éramos honrados mercenarios.

Creo haberme leído todos los artículos publicados por el maestro. Le sigo desde el principio, hace ya casi veinte años, hasta el último, publicado el domingo pasado en el Semanal XL. Me gusta ese punto de vista sincero y canalla que tiene Arturo. Me gusta el compadreo que se lleva con Marías, que me descubra nuevos escritores, que cuente historias de las suyas, del mar, de su pasado como corresponsal de guerra. También me gusta cuando escribe de lugares por descubrir, de mujeres a las que mirar el escote o de películas olvidadas. Pero sobre todo me gusta cuando después de despotricar sobre todo lo que se menea, de cagarse en los muertos más frescos de esta sociedad egoísta, injusta y politicamente correcta, cuando después de toda esa amargura, entre sus palabras deja colar con la puerta entreabierta una última esperanza con sabor dulce.

En definitiva. Me gusta leer al cabrón del Pérez-Reverte.

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