El verano es para descansar y en mi vocabulario la palabra descanso y el tiempo de ocio vienen cogidas de la mano de los libros. Leer es hacer placer el descanso. Cada cual tendrá sus preferencias, como es lógico. Habrá quien preferirá otras actividades como dormir, hacer ejercicio o cocinar, o simplemente tumbarse a escuchar música, que es otra de mis ocupaciones favoritas. A mi mujer, en cambio, una de las cosas que más el gusta es ir a la playa, y como el matrimonio es el arte de ir adaptándose el uno al otro. Mucho de mis momentos de lectura están en la orilla de una playa.
Disfruté leyendo este libro entre la sorpresa y la incredulidad, comprobando cómo fue posible que un joven de una familia de labradores de Extremadura, en cuya casa donde apenas había un libro, siguiendo el ferviente empeño en convertirse en lo que su padre llamaba un hombre de provecho, luchó por conseguirlo.
Estudió en academias en turnos nocturnos, mientras por las mañanas trabajaba en talleres u oficinas, hasta que un buen día lo tiró todo por la borda para vivir la vida de artista siendo guitarrista flamenco, y que por azares de la vida, terminó siendo el escritor alabado por la crítica que escribe este libro.