Las Navidades no son lo mismo desde que mi madre ya no está con nosotros. De eso hacen ya muchos años. Siempre intento sobreponerme al vacío, dar un paso adelante en la continuidad de unas de las celebraciones que siempre he disfrutado. Pero ella se fue precisamente un día de Navidad y quieras o no, la tristeza de sus últimos días viene a mi memoria. Aún así hay que seguir tirando, y a ella, que le entusiasmaba tanto estas fechas, le molestaría verme triste.
Este año falta también mi suegra que falleció recientemente y son las primeras navidades sin ella, las primeras vacaciones navideñas de mi mujer sin su madre y también las primeras vacaciones navideñas de mis hijos sin abuelas. Nada va a poder sustituirlas, ni nada nos las van a devolver. No hay nada que hacer. Lo único verdaderamente posible, es mirar hacia delante, estar orgullosos de ellas y recordarlas con cariño y alegría, porque ellas es lo que hubieran querido.
Se dice mucho eso de que hay que seguir adelante, y se dice de manera casi tan repetida que parece como algo sin sentido, pero es al contrario, es de una absoluta certeza, no hay otro camino. Es la ley de la vida. Hoy faltan ellas, otro días faltaremos nosotros y así va la rueda de la vida. Lo importante es vivir el presente con felicidad.
Todo esto es muy sencillo escribirlo y pensarlo pero mucho más complicado llevarlo a cabo. Hay que ir empezando con aceptar con normalidad las cosas como son. Hay que continuar con la monotonía de los días de la manera más sencilla posible, continuar. Acostumbrarse a vivir sin ellas y tirar para delante. Por eso hicimos la cena de noche buena en casa, con los abuelos, inevitablemente acordándonos de ellas, pero al mismo tiempo aprendiendo a seguir sin ellas. Aunque mientras mi cabeza siga funcionando de una manera más o menos normal, ellas seguirán estando ahí todas las navidades.