Estos días las temperaturas están bajando considerablemente, y aunque sé que aquí donde vivo, en el sur de la península, el clima es bastante más benigno que en el resto de España y por supuesto también mucho más que casi en el resto de Europa, la realidad es que caminando a la intemperie me veo obligado a resguardar las manos en los bolsillo a la vez que aligerar el paso.
Es cierto que el verano es más cómodo. Una camiseta, unas bermudas y listo. El invierno por poco crudo que sea te obliga a camisa y a jersey, y a un chaquetón si se sale, y calcetines y si me apuran bufanda y guantes, sin olvidar el paraguas. Es más incómodo pero a mi juicio es mucho más elegante.
Mi santa señora lleva varios fines de semanas realizando el cambio de temporada de vestuario. Guardar toda la ropa de verano que ya no nos vamos a poner y sacar la que vamos necesitando. En mi caso además hay que lavarla toda justo nada más sacarla pues como soy alérgico al polvo y en cuanto me pongo una prenda guardada comienzo a estornudar sin parar y comienzan las consiguientes dos semana de mocos y pañuelos. Gracias a Dios, ya digo, mi santa me ahorra cada año una buena dosis de narices rojas.
Quitando esos pocos inconvenientes, y alguno más, me encanta el invierno.