Llegar a cumplir dieciocho años puede no significar un gran cambio, es más o menos lo mismo que cumplir cualquier edad, pero tiene un toque distintivo, es parecido pero no es igual. Lleva unido un cambio determinante, aunque luego, en realidad, no lo sea tanto: ser mayor de edad.
Siendo mayor de edad puedes hacer y deshacer sin la autorización de un adulto, puedes sacarte el carnet de conducir, puedes comprar alcohol o tabaco... eres "libre" de acción, pero lo que ocurre es que la responsabilidad de tus actos recae sobre tus hombros. Ciertamente, hay más que perder que ganar.
La mayoría de edad tiene un cometido de formalidad, de madurez donde no tiene cabida eso de soy joven, no sabía lo que hacía, ahora puedes seguir pensándolo o incluso diciéndolo, pero la responsabilidad de tus actos recaen sobre ti. Se presupone que hasta la mayoría de edad hay un aprendizaje, una ética, una sensatez que no llega en el momento de soplar las dieciocho velas, ni es una capa mágica instantánea que aparece colgada en la espalda. Tus derechos y deberes pueden ser una carga o una liberación. Hay que andar con tiento, es una tarea de seriedad y responsabilidad en la toma de decisiones.
Pd: días después, el sábado, celebró con un buen número de amigos una fiesta en una casa que alquilamos para que pudiera celebrarlo a lo grande, que es lo que ella deseaba.
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