jueves, 5 de octubre de 2023

Silvia Pérez Cruz en el Teatro Cervantes II

Silvia Pérez Cruz tiene una mezcla perfecta entre desparpajo y timidez, da la sensación de sentirse muy segura pero al mismo tiempo indecisa. Es como una inocencia natural, casi ancestral, muy femenina y muy auténtica. Da gusto escucharla hablar y ya cantar no digamos.

Venía al Teatro Cervantes, el mismo recinto en el que yo la había visto mi única vez. Por eso el título de la entrada viene con la notación de segunda vez. Aquella vez fui acompañado de Pepi, pero en esta ocasión me acompañó mi amigo Rafa, que me comentó que quería ir a verla, y pudimos cuadrar finalmente.

Venía a presentar lo que ella denominó su disco más redondo. Toda la vida, un día. No sé si es su disco más redondo, si ella lo dice, lo será, pero es un disco muy peculiar, que narra una historia en varias partes. Ella lo explicó muy bien. Es un disco conceptual, porque todo va enredado, tiene una historia común, un hilo conductor, que es toda una vida. Un disco cíclico y redondo. Infinito. Ya en la misma portada de color amarillo anaranjado, tirando a gualda con un círculo rojo en el centro. Trata de explicar toda una vida, pasar por todas las edades y renacer. Porque sí. Está dividido en cinco movimientos: Infancia, Juventud, Madurez, Vejez y Renacimiento. 

Vino acompañada de tres músicos, quizás esta palabra debiera haberla escrito en mayúsculas, porque eso es lo que son tres músicos en mayúsculas. Al violín y mucho más Carlos Montfort, al violoncelo Marta Roma, y al contrabajo Bori Albero.

Comenzó recitando un verso de Salir distintos. Como una declaración de principios, y fue llevando aproximadamente el orden del disco. Saltó aquellas que por alguna razón que desconozco no tenía preparadas para formato de cuarteto, o simplemente por que no le apetecía. Antes de Mi última canción triste hizo un cambio e introdujo una canción de tránsito, porque venía contando su viaje durante la concepción del disco y entre risas dijo no sentirse preparada para cantar una canción tan triste, así que improvisó una canción que no estaba prevista. Era una canción brasileña -no me sé el título- que sirvió de puente emocional.

Cerró el círculo del concierto con Nombrar es imposible, que pertenece a lo que ella nombró como el quinto movimiento: renacimiento. Al acabar, con todo el teatro en pie, se llevó una grandísima ovación.

Para los bises utilizó al público como coro y cantó Mañana y para terminar, tenía reservada una canción como una dama reserva unas gotas de perfume antes de besar a su amado. La música de Leonard Cohen y la letra de Federico García Lorca. La canción con la que me enamoré de la música de Silvia. Pequeño Vals Vienés es una obra de arte. Una obra maestra.


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