Supongo que recordarán que el año pasado mi equipo, el Málaga CF, ascendió de Primera Ref a Segunda División, lo que ahora viene llamándose absurdamente la Liga Hypermotion -cosas de patrocinadores con dinero-.
Ascendimos, digo, y ahora en esta nueva temporada tocaba no descender y asentarse en la categoría de plata, cosa complicadísima especialmente si el equipo no tiene lo que sobraba a aquel famoso poderoso caballero. Ya saben. Adaptar una plantilla a competir en una categoría superior, siempre es difícil, y más si esa plantilla está plagada de jugadores jóvenes, como es el caso del Málaga. Y lo cierto es que no comenzamos bien.
De las primeras diez jornadas, sólo dos victorias, pero tan sólo una derrota, lo que supuso 7 empates. Puntuar de uno en uno no es suficiente cuando la victoria se premia con tres puntos. Aún así, con 13 puntos nos manteníamos fuera del descenso, aunque con el corto margen de tres puntos, una distancia de una sola jornada. Comenzaron a colgarle a Pellicer el cartel de entrenador cagoncete.
Más o menos íbamos así, coqueteando con el descenso más de lo deseado para la estabilidad de nuestros nervios. Pero en enero encadenamos tres derrotas consecutivas y seguidamente recuperamos con dos victorias. Cuando parecía que estábamos mejor, encadenamos 5 derrotas y una victoria en 6 partidos. Otra vez con el susto sobrevolando sobre nuestras cabezas.
Llegada la jornada 35, cuando ya queda poco margen de error, estábamos por encima del descenso pero de nuevo sólo a 3 puntos del descenso. Esto es lo que había que evitar. Pero es lo que hay. Cada partido una final. En la jornada 36 tocaba enfrentarse al Eibar fuera de casa y arañamos un empate que sirvió para alejarnos un punto más. Las jornadas que venían eran más que decisivas porque además eran dos jornadas consecutivas en casa. Contra Castellón y Granada. El primero luchando contra nosotros por no descender, mientras que en el segundo partido el Granada luchaba por conseguir una plaza en el playoff de ascenso. Las realidades distintas.
El Málaga pidió el apoyo de la afición. Allí estuvimos. El Málaga es un sentimiento. Victoria en los dos partidos, los dos por un pírrico 1-0. Ya saben, para mantener los nervios activos. Prácticamente se consiguió la permanencia en esos partidos. Chupe hizo gol en el primer partido y Antoñito Cordero, de penalti, en el segundo. Con esas dos victorias y los seis puntos que valían su peso en oro, conseguimos distanciar el descenso a nueve puntos. Si bien quedaban cuatro partidos y todavía era posible descender, parecía ya una distancia insalvable para unos equipos -los que ocupaban plazas de descenso- que tenían ciertas dificultades para puntuar.
Pd: Finalmente acabamos la Liga en decimosexta posición, con 53 puntos, con ocho puntos sobre el descenso. Un año complicado en el que fuimos el equipo de la categoría que más empató con 17 ocasiones, 12 victorias y 13 derrotas. Se viene verano movidito.
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