lunes, 24 de junio de 2024

¡Un ascenso!

¡Ascendimos! En esta ocasión me incluyo más que nunca. ¡Qué gozada! ¡Casi que me atrevería a decir que mereció la pena descender solamente por vivir este ascenso!

En la última entrada futbolística de este blog comentaba que nos clasificamos para la Final de Ascenso de Primera REF a Segunda División deshaciéndonos del Celta de Vigo B, un equipo que me gustó por el trato al balón y su estilo de juego. En la final nos esperaba el Nástic de Tarragona, equipo aguerrido, hecho al juego alrededor del fútbol. Estaba claro que iba a ser una eliminatoria complicadísima. El Málaga venía con la vitola de haber jugado en primera división, y de ser el equipo de una ciudad con una masa de aficionados importante y eso le brindaba algo de ventaja, pero el Nástic jugaría el partido de vuelta en casa, y ya el año anterior jugó una eliminatoria de ascenso. Jugaban con cierta ventaja.

Partido de ida, el sábado 15 de junio. El Málaga solicitó que la afición recibiera al equipo para insuflarles un empuje especial ante una eliminatoria de tanta importancia. El recibimiento fue una fiesta del malaguismo. Todos a una. El primer tiro a puerta ya le pertenecía al Málaga, pero una vez que el balón comenzó a rodar, la primera ocasión del partido fue para ellos, con una intervención maravillosa de Alfonso Herrero, luego hubo un penalti a favor del Málaga, que nadie sabe  por qué no se pitó. Y en un córner,  en el último segundo de la primera parte, Roberto anotó con un poderoso cabezazo el primer gol del partido.  Nada más comenzar la segunda parte ellos anotaron el empate y mediada la segunda parte Roberto anotó ajustando el tiro a la base del palo un penalti por agarrón cometido a Einar. Una victoria por la mínima que otorgaba al Málaga una pequeña ventaja en la eliminatoria. El partido de vuelta iba a ser una batalla.

Tras el pitido final del partido Miguelito me dijo que daría lo que fuera por ir a ese partido. Me ilusionó escucharle decir eso. Así que no lo pensé mucho. Yo también me moría de ganas por estar allí. Muchos de mis mejores recuerdos futbolísticos están en los ascensos del Málaga. Había que intentarlo. Había que conseguir entradas como fuese. Las conseguí. Un par. Miguelito y yo. Así que nos apuntamos en un autobús de una peña y para Tarragona que nos fuimos. 

Salimos por la noche desde el Estadio de La Rosaleda y tras pasar toda la noche en la carretera, a las 9 de la mañana del sábado 22 de junio ya estábamos en Tarragona. Una buena paliza de autobús. Paseamos por la ciudad, toda la mañana, con la camiseta del Málaga puesta. Miguel y yo. Ningún problema. Todo el mundo nos trató maravillosamente. Visitamos todo el centro histórico, el anfiteatro romano, el balcón del Mediterráneo, toda la Rambla Nova hasta el Mercado de Abastos. Luego quedamos con unos amigos míos que bajaron desde Barcelona para compartir una paella en el Puerto de Pescadores, e incluso se apuntó Pepa, una prima de mi mujer que lleva unos años viviendo en Tarragona. Lo pasé estupendo y comimos como señores, pero a los postres los nervios estaban ahí. 

Después del café nos acercaron en coche para el lugar donde la mayor parte de la afición había quedado. En una plaza cercana al Nou Estadi Costa Daurada. Se acercaba la hora del partido y más de una hora antes del partido ya estábamos en el estadio.

El empate nos servía, pero el partido se iba a hacer muy, muy largo. En el calentamiento todo el equipo era una piña, y se conjuró para conseguir el ascenso. En la primera parte ellos tenían el partido controlado, y el Málaga apenas inquietaba pero sus tiros eran lejanos y sin muchos problemas. Mediada la segunda parte el Nástic sufrió una expulsión por una doble amarilla de su mejor defensa, Nacho González. El partido parecía que se ponía de cara, pero 10 minutos después anotaron un gol en un remate de pillo tras un saque de banda. Empataban la eliminatoria y con este resultado habría una prórroga. Como el Málaga estaba en superioridad numérica estuvo sometiendo al Nástic intentado evitarla, pero entre la afición local y los jugadores apenas se jugaba. Los minutos pasaban, los balones desaparecían, o los echaban cuando se estaba jugando. Hubo desmayos y pérdidas de tiempo sin contemplaciones. Se acabó el partido. Jugaríamos una prórroga. 

Nada más comenzar la prórroga ellos anotaron el segundo gol, en un remate de cabeza tras un centro lateral. Un drama para la afición malaguista. No lo podíamos creer. Nos habían marcado dos goles con un jugador menos en dos jugadas aisladas. Desde ese momento todo el fútbol lo puso el Málaga y todo el antifútbol lo pusieron ellos y su afición. Fue una vergüenza generalizada. Las pérdidas de tiempo, el speaker hablando mientras el partido se disputaba, los intentos de engaños, lanzamientos de objetos. Todo el juego sucio posible era su bandera. Pero el Málaga no dejó de creer. Era complicado, pero no imposible. En caso de empate tras la prórroga no habría penaltis. Pasa el equipo que hubiese quedado por delante en la tabla clasificatoria, aunque fuesen en ligas distintas. Algo que en cierta parte me parecía injusto, pero así estaban las cosas. Es decir, el Málaga necesitaba dos goles. Quedaban 15 minutos de la segunda parte de la prórroga. Era complicadísimo, pero no imposible.

En el minuto 108, Aaron Ocho soltó un fuerte derechazo ajustado a la base del palo largo pero el portero despejó y Dioni, siempre despierto, aprovechó para recoger el despeje y la cruzó al otro palo. 2-1. Quedaban poco más de 10 minutos. En la grada estábamos comentando que si marcábamos un gol les temblarían las piernas. No nos equivocamos. La afición local se silenció, y no paró de tirar balones desde la grada, en clara conexión con el banquillo local. El árbitro mandó detener el partido porque no dejaban jugar. Tras varios avisos de suspensión por los altavoces, se reanudó. Y en el borde del precipicio.  En el minuto 122 -desde entonces minuto mágico malaguista- Antonio Cordero, Antoñito, marcó el gol que igualó el partido, y significó el ascenso malaguista. Justicia futbolística.

Lo que ocurrió tras el pitido final fue un simple éxtasis de alegría. Saltos, abrazos, gritos, miradas al cielo, pura y completa felicidad. ¡Qué vivencia! Los 15 euros de la entrada es una de las mejores inversiones de mi vida. Un recuerdo imborrable. Miguel y yo creamos un recuerdo que permanecerá por siempre en nuestras vidas. ¡Qué placer!

Pudimos bajar al césped a celebrar con los jugadores lo que fue una fiesta sobre el verde. Miguel estaba emocionadisimo y yo disfruté viéndolo exultante. Tuvimos problemas con las baterías de los móviles, que se agotaron pronto, pero en ese punto nada nos importaba.

El camino de vuelta tenía los mismos kilómetros que el de ida, había la misma distancia, y a pesar del poco descanso, se nos hizo cortísimo. Cuando llegamos a Málaga la afición ya había recibido al equipo en el aeropuerto. La fiesta de la noche había sido épica. La prensa hablaba de milagro, de una remontada imposible, de un partido histórico. Nosotros lo vivimos en el campo. Como se suele decir: ya que nos quiten lo bailao.

La próxima temporada seguiremos informando pero será en Segunda División.


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