No había terminado de leer Los senderos del mar, el anterior libro de María Belmonte, y ya estaba pensando en el siguiente libro que me leería de ella. Tanto me estaba gustando que temía el momento en el que llegara el final. Esa sensación frustrante cuando esperas que un libro nunca acabe. No quería alcanzar esa página sin saber que tendría a mano otro segundo libro de ella para echarme a los ojos.
El agua, el bien más preciado y en muchos lugares un bien escaso, fue cuidado en la antigüedad hasta hacer de sus espacios de encuentro lugares sagrados y venerados. Pero no sólo las fuentes, también los manantiales, los pozos, las cascadas, los lagos o estanques, hasta los propios ríos y sus arroyos eran lugares de peregrinación. La vida salió de ella y a ella pertenecemos.
Este es un libro a la vez divulgativo y evocador, en el que María Belmonte nos lleva de su mano siguiendo el fluir del agua, con una prosa tan desbordante y burbujeante, que se filtra en nuestro fluir por sus páginas. Capítulo a capítulo va dejando derramar su erudición, que mana con una absoluta naturalidad y hace que el recorrido por este ensayo sea casi como un refrescante baño en un día de sofocante calor.
Por la razón que sea, este libro lo quise leer cerca del límite del agua con la tierra. Fue un placer.
Pd: Pocos días después vino María Belmonte al Colegio de Arquitectos de Málaga a presentar el libro, y junto con mi amigo Miguel nos plantamos allí a ver la presentación. Al acabar me dedicó los libros. Fue un encanto de charla.
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